martes, 21 de agosto de 2018

Una tarde con Yákov Goliadkin o un relato escrito por mí.

Jacques Collin de Plancy

Una  tarde con Goliadkin.
Me esperaba ver en su rostro unos rasgos un poco más ilustres, más me veía a mí misma que, a cada momento que dirigía mi mirada a algún otro lado de la estancia, olvidaba por completo el rostro de con quién me encontraba.
Lo único memorable era el hecho que tenía una calvicie incipiente.
Se sentó torpemente en la mesa donde yo me encontraba, y me tendió la mano en forma de saludo a la cual yo estreché inmediatamente. Noté que temblaba.
-Muchísimas gracias por venir, señor Goliadkin. Estoy gustosa de tenerle aquí.
-No hay razón para agradecer, señorita Fernandovna. Señorita Fernandovna, ¿me permitiría usted preguntarle para qué me ha invitado a éste lugar?
-¡Oh! Le he invitado, pues, deseo tener una pequeña charla con usted. Como si fuésemos amigos.
-Señorita Fernandovna, usted y yo no somos amigos. Apenas conocidos.
-Lo sé, y, en realidad, no me apetece ser amiga suya, ni de nadie a nuestro alrededor.
Ambos dirigimos nuestras miradas a los demás comensales que iban y venían. Se asimilaban a vulgares ratas, sentados, platicando de cosas triviales, riéndose a carcajadas por barbaridades o llenándose la boca con toda clase de bollería. La pequeña estancia dónde nos encontrábamos era una diminuta cafetería, mezcla de tonos cálidos y cafés con tonos azul pálido. Los manteles estaban bordados a mano, lamentablemente muchos de éstos tenían manchas de café por doquier, llevándolos del color blanco al beige.
Volvimos a centrar nuestra atención el uno en el otro. Mientras distraída observaba a quienes nos rodeaban, me molesté con aquella dificultad que padecía al exigirme recordar las facciones de Yákov. Mi cabeza las recordó sólo al verlo. Goliadkin continuó:
-Es comprensible, señorita Fernandovna. Está bien, ¿qué clase de charla supone usted comenzar, Caterina Fernandovna?
-Me apetecería una clase de confesionario. Por así llamarle.
-¿Cómo va eso de un confesionario, señorita Fernandovna?
-Vale, espere. Mire, Goliadkin. Creo que usted ha vivido una situación que tarde o temprano me ocurrirá a mí. Espero no se moleste, puesto que creo que usted sí tenía razón para presenciar lo que vivió, más yo soy una adulta notoriamente imbécil que se encapricha por cualquier cosa y, como consecuencia se le zafan los tornillos. ¿Me comprende usted?
-No realmente, pero continúe, Caterina Fernandovna.
-No se ofenda, pero me siento muy identificada con usted.
-¿Conmigo?
Balbuceé un poco antes de continuar. Parece completamente confundido.
-Leí sobre usted. Hace ya unos meses. ¿Ha hablado usted con Fiódor Mijáilovich?-
-No, señorita.
-Ah.
Yákov comenzó a moverse en su silla.
-Ha leído sobre mí, según afirmó usted, señorita Fernandovna, ¿Cómo ha sido eso?
-El señor Mijáilovich escribió sobre usted y sobre su Goliadkin II.
-¡Válgame!
Goliadkin empujó repentinamente con sus pies la silla dónde se encontraba, produciendo un chillido estridente con el cual los comensales dirigieron sus miradas hacia nosotros. Apretó sus palmas contra aquel rostro poseedor de rasgos tan efímeros.
Se hizo el silencio por unos incómodos segundos.
-Señor Goliadkin…- comencé- una disculpa por esa mención que al parecer le ha amargado el momento. Mire, creo que yo presenciaré lo mismo que usted, ¿comprende? Lo veo venir, como un mal augurio. Me paro frente al espejo todos los días, esperando el momento en que vea a mi sosia detrás mío, mofándose de mi incredulidad e inmadurez. Temo que mi Goliadkin II encuentre a los seres que aprecio, que se lleve mi carrera artística y que lo eche todo por la borda. ¿Usted recién salió del manicomio, no es cierto?
-Sí, Caterina Fernandovich, recién salí del manicomio. Hacía unos siete meses.
-¿Goliadkin II seguía acechándole dentro del manicomio?
-No.
-¿Por qué cree usted?
-No lo sé, ni me interesa. Sólo sé que se desvaneció.
-¿Y no ha vuelto?
-Por fortuna no, señorita Fernandovna Fernandovich.
Notoriamente, Goliadkin estaba disgustado.
-¿A qué quiere llegar usted con todo este meollo?
-Espere, espere, señor Goliadkin. No se impaciente. Deje se lo comunico sin tapujos. Entienda mi temor. Tengo dieciocho años con pocos meses. Me saboteo a mí misma constantemente. Sí, soy consciente de ello. Todo lo analizo, una y otra y otra vez.  Si me dicen algo, le doy vueltas. Si digo algo, le doy vueltas. Seré un fracaso como persona. No, no me interrumpa. No importa si soy joven para tener esas ideas. Las tengo porque sí. Tengo una familia muy amorosa. A veces me pregunto de dónde saqué tantas inseguridades si nunca fueron fomentadas por mis padres. Dos pequeñas motivaciones que tengo para vivir son, la falta de darle importancia a la vida que tiene Smurov, ¿lo conoces? Bueno, no importa. Nabokov y tal. Y el Ess Muss Sein! del Tomás de Milan Kundera. No importa quienes sean. Lo importante es que les admiro. Creía parecerme a Gregor Samsa, más no presiento que me convierta en un bicho enorme, para mí misma, de la noche a la mañana. Me asemejo a usted. Visualizo el día en que llegue con mi futuro marido, y él esté con mi Goliadkin II, y ni se percate que yo, Caterina, soy la original. Soy tan insípida que nadie se daría cuenta que me han sustituido. Y ella, mi sosia, aquella que tanto quiero ser, aquella que lee mucho más, aquella que ilustra más, aquella que estudia más, aquella que quieren más mis padres, aquella que agrada más a la gente, ella será Caterina y yo no. ¿Comprende usted?
-Vaya, señorita Fernandovna Fernandóvich. No sabría que decirle.
-Compréndame en lo que le digo. No ponga ese gesto de desdén. No, aún no. Quiero saber cómo deshacerme de mi Goliadkin II, de mi sosia, aquella que se llevará todo lo que me importa. Nada de mí me complace lo suficiente, y eso es porque yo no me siento suficiente para nadie. Quisiera ser más, señor Goliadkin, más. Supongo me presiono mucho. Con mi familia me siento un fracaso absoluto y rotundo, una plaga, una niña indolente y molesta, como si fuese un mosquito chupa-sangre, oh, señor Goliadkin. En mis estudios me creo inútil, que pierdo mi tiempo y esfuerzos. No sirvo para ello, señor Goliadkin. Y, ¡ay! La ilustración no me sienta. No creo que sea lo mío, lo mismo que con los estudios. Me han sucedido ya tres veces que siento cómo aparece mi Goliadkin II, las tres veces en situaciones que yo considero tormentosas dentro de mi mente, más las veo en perspectiva y son viles idioteces, lo sé, señor Goliadkin. ¡Estoy consciente de ello, claramente lo estoy! ¡Goliadkin! Estoy desesperada. Me siento sola, un cascarón vacío. Hay tantos momentos tan bellos que he tenido que me cuestan disfrutar porque mi Goliadkin II parece vislumbrarse. Me ayudo de humanos varios como Nabokov, el señor Eco, un ebrio al que no hace falta mencionar su nombre, el judío de las estrellas, mis padres y Gustav Meyrink. ¡Ellos me ayudan en mi desgracia! Una desgracia que no debería existir, puesto que todo lo que tengo es bellísimo, pero mi subconsciente, mi sosia, mi Goliadkin II, mi Astaroth, no me deja abrazar aquello que tanto aprecio y agradezco. Es extraño, señor Goliadkin. Mi estómago está constantemente adolorido de mis angustias, ni se diga mis pulgares, lo lastimados que están de tantas mordeduras ¡mire! Pero cómo amo todo lo que tengo. Mis libros, a usted en éste momento, mi mascota Ángela, mi familia y al señor Mijáilovich.
- Señorita Caterina Fernandovna. ¿Le doy un consejo de adulto a joven?
-Adelante.
-Deje de preocuparse de estupideces y disfrute de su vida. ¡Válgame! Y comuníquele al señor Mijáilovich que es un indiscreto por relatar sobre mí y mis estupideces.

Febrero, 2018.


domingo, 12 de agosto de 2018

Los libros que he leído en el primer semestre de 2018 y un pequeño comentario de cada uno.

Jules-Élie Delaunay

Tradición, costumbre, blah. Que me he dicho a mí misma que debería redactar esta clase de posts recopilatorios de vez en cuando en mi blog. Así me decidí que cada seis meses haré comentarios breves sobre mis lecturas, de una manera un poco vaga o como a mí me apetezca. Que el chiste es disfrutar de este espacio. Me he pintado nuevamente el cabello de pelirroja, sólo que más natural. Que no me gusta mi castaño natural, no, no. Pensaba pintarlo azul eléctrico, pero no tengo la confianza en mí misma suficiente para portar algo así. Leyendo este mismo post, sólo que de los libros del año pasado, recordé que quería dedicarme a la historia. Vaya, lo que es ser adolescente cambiante (no, ni tanto); que sí, que sí quiero seguir estudiando historia. Me flipa. Más no como carrera, sino algo que tenga que ver con literatura. ¿Filología? ¿Historia del arte? ¿Letras hispanoamericanas? Ya veremos. Lo de la música Iomminiana sigue igual. Inclusive, hay más de ella en mi vida. Mucho art-noveau, creo no tan kitsch. Sí, muchos gallos, basiliscos, sapos, yokai, mujeres rusas y platónicos míos en mis ilustraciones. Este año dio comienzo a mi obsesión con las editoriales y sus diferentes ediciones. Creo han sido muy buenos meses. Llenos de amor hacia mis padres y hacia mi pequeña y peluda Ángela, la luz de mi vida.

1. El marqués de Bolibar de Leo Perutz (Tusquets) Mi decisión sobre leer este libro resultó ser muy precipitada: me debatía entre leer Alicia en el país de las maravillas/A través del espejo de Carroll, así como El maestro y Margarita de Bulgákov, pero resultaron ser libros (aún a esta fecha) que no poseo en físico, por lo tanto requería sacarlos de la biblioteca. Pero la biblioteca resultó estar cerrada casi todo el mes de diciembre y gran parte de enero. Además, dichos meses, han sido de los peores de mi joven vida y no me apetece recordarlos si quiera. Lamentablemente cayó en mis manos El marqués de Bolibar (que sí, con "b") en esta época. Pero me resultó de medicina para mi corazón, de distracción para mis pensamientos sumidos en la negatividad. ¿Me acuerdo de algo? Vagamente, os soy sincera. Vamos a ver, este libro trata sobre un grupo de amigos, bolingas en demasía, guerrilleros en la batalla de Waterloo. Una maldición cae sobre ellos, haciéndoles tener mala suerte sin importar qué piezas muevan o qué pasos den. Primeramente me sentía un poco confusa leyendo el libro, pero, cuando dejé de estar distraída en estupideces, lo disfruté completamente. Te adoro, Perutz.
2. El monje y la hija del verdugo de Ambrose Bierce (Libros del Zorro Rojo) Podéis checar mi opinión sobre este libro clickando aquí.
3. El proceso de Franz Kafka Mis enredados pensamientos siempre me regresan a este libro. La primera novela de Kafka que leo. Que sí, que sí, si he leído a Kafka, pero sólo uno que otro de sus cuentos. Mirad, no quiero meterme mucho con esta genialidad de escrito. Me creo demasiado lerda para poder brindaros una opinión de El proceso. Sólo me queda decir que debéis disfrutar del libro, es increíble. Y no desesperéis. 
4. El queso y los gusanos de Carlo Ginzburg (Península/Océano) Creo el primer texto académico, no ficción, que leo por gusto. La historia de las mentalidades siempre será mi cosa preferida en la vida. Principalmente relacionándose ésta a la religión y a la creatividad que llega a crear composiciones, bestias, historias y demás genialidades. Podéis visitar mi reseña aquí.
5. El hechicero de Vladimir Nabokov (Anagrama) Ya había leído este título de Nabokov, el año pasado, y no sólo lo leí, sino que además fue a finales de año. Así que... os preguntaréis, ¿para qué o porqué hiciste una re-lectura de un libro tan fresco en tu memoria? Pues porque se la leí a mi amado. Y tal vez consideran que es trampa numerar en mi listado de lecturas este libro tan breve y que, además, es segunda lectura de una primera muy reciente. Pues que va, a mí me pareció que está bien. Al fin y a cabo lo leí, pasé mi tiempo con mis ojos entre las letras de El hechicero. ¡Y podéis ver mi reseña aquíiiii!
6. Escupiré sobre vuestra tumba de Boris Vian (Edhasa) Fúa. Para variar, la holgazana presente, en vez de redactar una novedad en esta clase de recopilación de lecturas, prefiero invitaros a leer el post que le dediqué completamente a este título del señor Vian... Aquí.
7. El monje de Matthew G. Lewis (Valdemar) Mi lectura favorita del primer semestre de este año... es que, vaya, fue una maravilla. Bellísima, trágica. Os la recomiendo, y también os mando a ver la reseña que le hice en el blog. Aquí está.
8. La conjura de los necios de John Kennedy Toole (Anagrama) Curiosa lecturilla resultó esta... eh. Definitivamente de las mejores lecturas de este año, hasta ahora, y la más hilarante que haya leído. Hace muchísimo me llamó la atención esta obra, por sí misma. Digo, la portada creo es llamativa y peculiar: un hombre gordo, con sombrero de orejeras, sosteniendo un hot-dog y presumiendo un enorme bigote. Había comenzado a hacer una reseña de este libro, pero la terminé abandonando. Qué cutre que soy. Os la recomiendo, aunque he visto a mucha gente que no le ha gustado. Habrá que ver, tener una opinión personal. La mía es que me ha parecido más que guay (opinión gilipollas y procaz), me hizo pasar un rato genial. Una lectura sencillita, y viene muy bien si estáis estudiando sobre el comunismo.
9. El castillo de los destinos cambiantes de Italo Calvino (Siruela) Planeaba escribir una reseña de esta peculiar obra de Calvino. Pero fue pasando el tiempo, y se disipó mi furor y mis ganas de escribir sobre ella. Y es que no me pareció la gran cosa. Sufro de una extraña relación amor-odio con Italo Calvino; sus obras no me parecen lo mejor de lo mejor, pero no se esfuman mis ganas de seguirlo leyendo. Que tiene muchísimos títulos (y me flipa la Biblioteca Calvino de Editorial Siruela, refiriéndome a lo estético de las ediciones). El castillo de los destinos cruzados contiene diversos elementos que a mí me vuelven loca. Entre estos están el fenómeno del doppelgänger, elementos feministas, alquimistas, criaturas zoomorfas, demonios e inclusive hace una aparición el mismísimo Belcebú. ¿Y porqué no te encantó? ¡Si tiene tantas cosas que te gustan! Pues, las historias, la trama, vamos, no me cautivó en lo absoluto. El libro está escrito en relatos, dividido en La taberna de los destinos cruzados y El castillo de los destinos cruzados. Hubo uno que otro relato que me flipó, como no tenéis idea, pero el problema es que hubo un mayor porcentaje en relatos que me dieron un poquito igual. Pero sigue siendo un genial libro, en sus extrañas maneras. Y sí lo recomiendo. 
10. El mundo resplandeciente de Margaret Cavendish (Siruela) ¡Qué puedo decir de este libro! No muchas cosas buenas... o, ¿sí? Esperad me excuso y os cuento mi historia del porqué compré este título: indagando en libros de ciencia ficción, me topé con esta novedad editorial, publicada por Siruela. El libro fue originalmente publicado por su autora en el siglo XVII, mas hasta el año pasado fue primeramente traducido al castellano. Y es que el libro no es malo, simplemente me pareció comiquísimo. Mi cabeza de chorlito, al unir estas palabras clave no logró evitar sobreexitarse y comprar de manera inmediata su libro: siglo XVII, ciencia ficción, tratado filosófico, mujer pionera del género, animales antropomorfos y fantasía. Y si os soy sincera, el libro no me decepcionó, ya que iba preparada para toparme con algo extraño y poco accesible. El inicio del libro es fascinante, me tenía pendiendo de un hilo queriendo ver las maquinaciones de la princesa y queriendo presenciar las conversaciones de ella con aquellas mágicas criaturas tan trabajadoras. ¡Tienen mi dinero si seres antropomorfos vienen a juego! Pero, desde la mitad al final de libro me pareció pura y dura tontería. No quiero ni platicaros... que esta reseña duraría muchísimo. Os recomiendo con todo mi corazón la primera mitad del libro, mas la segunda... mejor leed otra cosa.
11. Hollywood de Charles Bukowski (Anagrama) Para quitarme el desazón que me dejó la lectura anterior, qué mejor que leerme a Kowski. Los libros de Bukowski me los leo rapidísimo. Si conocéis la obra de nuestro bolinga preferido, tal vez os parece un poco repetitivo, pero esta lectura me parece que es novedad hasta para el mismo Bukowski. No hay prostitutas, no hay tantísimo alcohol, pero sigue siendo el mismo tío borracho de siempre. Nada más que ahora en Hollywood, haciendo un guión para una película. Barfly es un peliculón. A mí me gustó muchísimo. Mi querido y yo la vimos, parte en una tarde lluviosa normalita, parte en mi casa, yo enfermísima de gripe. Y el final no tiene igual. Leed a Bukowski si aún no lo han hecho. No comiencen por este libro, os recomiendo otros. Éste mejor cuando ya le quieran, cuando ya lo consideren un compadre.
12. Las tumbas de Saint-Denis de Alexandre Dumas (Valdemar) Id a mi reseña aquí, aquí, aquí. Que no quiero repetiros lo mismo. Maravillosa lectura.
13. Melmoth el errabundo de Charles Robert Maturin (Valdemar) Al igual que con Dumas, podéis ir a mi reseña completa picando aquí. Un libro muy amado por mí, muy mío.
14. La guerra de los mundos de Herbert George Wells (Libros del Zorro Rojo) Por diversas peripecias de la vida, justo cuando la feria del libro acontecía en el pueblecillo cutre donde vivo, no logré conseguirme, por mí misma, la preciosa edición toda art-nouveau de Libros del Zorro Rojo, ilustrada por Henrique Alvim Corrêa. Para mi sorpresa, la primera mitad del libro no me gustó mucho. No sabría deciros porqué. Principalmente rondando las páginas 60-90. Pero, al pasar dichas páginas, me comencé a encandilar con el libro. Oh, milagro. Qué tonta que soy. Bueno, ya no quiero alardear sobre este libro. Sólo diré que, aunque me esperaba el final, me encantó la segunda parte del libro, hasta el final.
15. Los elixires del diablo de E.T.A. Hoffmann (José Olañeta, Editor) Ay, ay, ay. Con este libro me siento muy frustrada. No porque no me haya gustado. Al contrario, es de los mejores de mi año. Una maravilla de obra. El caso es que yo no le di el disfrute que se merecía. Lo leí en mal momento. Momento de muchas distracciones, que si la ilustración, que si la tarea y proyectos... Cosas así. En un futuro haré una reelectura de esta belleza, y os traeré una reseña. Pero, hacedme el favor, y leeros por ustedes mismos este viaje onírico de lo más perturbador.
16. El profesor de Charlotte Brönte (Gredos) Un libro del que ya ni recuerdo. Vamos a ver, no lo odié ni nada por el estilo. Simplemente la novela rosa (llamémosle así, que no sé en qué género se sitúa este título) no es lo mío. Puede que a alguien más le encante, pero yo no resulté ser ese alguien.
17. El exorcista de William P. Blatty (Editorial El Ateneo) ¡Otra buena lectura del año! Podéis ir a mi reseña aquí. 
18. El lector de Bernhart Schlink (Anagrama) Una lectura diferente a las que suelo tener, muy, muy diferente. De este libro escuché hablar a mi querido, a quien le llamaba la atención. Se lo compré de cumpleaños (y una rana muerta dando a luz una guitarra milagrosa). Vamos, un regalo muy cutre. Sobre el libro, eh... Me gustó, sí, pero, como en el caso de El profesor, no es tanto mi tipo de lectura. Pero puedo confesaros que me hizo llorar, já. Historias de parejas con diferencias de edad me ponen muy enamorada, muy emotiva y, en casos, muy triste y sensible.
19. La llamada de Chtuluhu de Lovecraft y otros autores (Bruguera) Genialísimas historias. Increíbles. No puedo hablarles mucho sobre este libro, no sé, creo os haría spoiler. Pero os cuento cuáles fueron mis cuentos preferidos: El regreso del brujo de Clark Ashton Smith y los dos relatos de Frank Belknap Long, Los devoradores del espacio y Los perros de Tíndalos, Los relatos aquí recopilados me parecieron de un imaginario impresionante. Es de esos libros que vale más que la pena leer, sobretodo si os gusta el terror. 
20. El dominico blanco de Gustav Meyrink (Montesinos) Vaya, que he escrito muchas reseñas este año. También este tiene. Checadla aquí.
21. Pan de Knut Hamsun (Aguilar) Éste es mi primer encuentro con este peculiar escritor noruego. Pan me ha parecido de las mejores lecturas que he tenido con temática romántica, digo, si a eso se le puede llamar romántico. Un libro muy similar, opinión ignorante que puedo brindaros, es Cumbres Borrascosas de Emily Brontë. Ya sabéis, relaciones tóxicas, drama por doquier. Pero Pan me ha gustado un poquito más (eh, eh, que aún así me encantó Cumbres Borrascosas). La historia del teniente Glahn y de la joven Eduarda es una bella historia de amor fallido. Completamente recomendada.
22. El adversario de Emmanuel Carrére (Anagrama) De Emmanuel Carrére supe su existencia debido a múltiples posts de Instagram donde presumían El adversario y Limónov. Triste confesión. El adversario es un libro biográfico sobre Jean-Claude Romand, el célebre asesino que mató a toda su familia y a sus padres. Carrére en realidad mantuvo comunicación epistolar con Romand, así dando pie a escribir este libro, tratando de dar una explicación (no justificación) al porqué de sus actos y el porqué de la mitomanía desenfrenada de Jean-Claude. Un libro bastante deprimente, donde se nos platica el paso a paso de la caída al infierno de una persona aparentemente inocente. Sí, es recomendada.
23. Acostarse con la reina y otras delicias de Roland Topor (Libros del Zorro Rojo) ¡Ah, qué maravilloso resultaste ser, Topor! Creo nunca ningún libro me había resultado tan diferente de cómo me lo imaginaba. Es que no me esperaba nada de lo que leí. Vaya maravillosa sorpresa, me dije a mí misma. Y es que este libro ha resultado ser de mis mejores lecturas del 2018, hasta ahora.
Acostarse con la reina y otras delicias contiene desde cuentos de longitud tan diminuta como un simple enunciado, hasta cuentos un poco más largos, de índole kafkaniana, producto de los absurdo, intricados y terriblemente irónicos y burlescos. Roland Topor, autor que tenía en mi cabecera de Autores por leer lo más pronto posible, deseaba ansiosamente leer su obra llamada El quimérico inquilino, el cual no he logrado conseguir en formato físico. Más, me encontré en la feria del libro de este año (la cual aconteció en febrero), en el stand de los Libros del Zorro Rojo, Acostarse con la Reina e inmediatamente lo hice mío. A pesar del título del libro, del título de mi post y de la imagen con la cual decidí ilustrarlo, Acostarse con la Reina no es un libro erótico, si es que os lo preguntabais. Son textos meramente irónicos, ácidos e ingeniosísimos.
24. Frankenstein o el Moderno Prometeo de Mary Shelley (Cátedra) Magnífico cierre para esta primera parte del año. Nunca había leído una lectura que me hiciese sentir tan miserable, tan pedazodemierda. Lloré, lloré muchísimo con este libro. Se me oprimía el corazón a cada página, a cada párrafo, a cada guión e interacción de los personajes. Imaginaos que son Víctor Frankenstein, un joven científico de clase alta, que tiene toda la vida por delante. A nuestro antihéroe (porque eso es lo que es, un antihéroe) se le antoja obsesionarse con la creación de un nuevo ser, próspero a crear el suyo propio. Y lo consigue. Ya se sabrán esta historia, por supuesto. El caso es que muy poca gente sabe la contraparte, la historia del monstruo. Como buena novela gótica, al igual que Melmoth, ésta historia está narrada como muñeca rusa; historia dentro de historia dentro de historia. Primero se nos cuenta la historia, todo narrado en primera persona, de el navegante Walton quién mantiene una comunicación epistolar con su hermana Margaret. Éste se encuentra con Frankenstein (ya verán cómo), quien comienza a narrar su historia. Posteriormente, Víctor narra la historia que el monstruo le contó a él, platicando los tormentos (preparad para morir de llanto si son tan lloricas como yo), los deseos, la esperanza y el odio por el que pasa. Y de el monstruo, vuelve a narrar Frankenstein y nuevamente, el navegante Robert Walton. Una obra maestra de la novela gótica. ¡Cómo te quiero, mi querida Mary!


Ya no me apetece alardear más. Estoy cansada. Un poco deprimida. Con dolor de cabeza, náuseas y cosas así, muy típicas de mí. Encerrada en casa, sola y viendo el cielo anunciar una posible lluvia. Mi única compañía, la más amada, es la de mi pequeña Ángela. Tengo un proyecto sin terminar que tengo que entregar hoy mismo, además de mi nueva lectura de Leo Perutz llamándome y un sinfín de dibujos que acabar. Creo voy a explotar. Estoy escuchando una mezcla de grupos de heavy metal como Black Sabbath, Helloween, Cathedral, Spiritual Beggars, así como mi maravilloso (todo es maravilloso para mí, al parecer) hallazgo de este año, Flower Travellin' Band y un poco de música folclórica japonesa. Ay, qué dolor de cabeza. Me apetece un café, salir y otras cosillas gregarias así. Mañana será, mañana será.