lunes, 25 de diciembre de 2017

Mis 10 lecturas preferidas de 2017 + proposiciones literarias y artísticas para el 2018.

J. J. Grandville

10. Crónicas Marcianas de Ray Bradbury (Editorial Booket)
9. Opus Nigrum de Marguerite Yourcenar (Alfaguara)
8. El Golem de Gustav Meyrink (Clásicos Universales Fontana)
7. Trainspotting de Irvine Welsh (Anagrama)
6. De noche, bajo el puente de piedra de Leo Perutz (Editorial Océano)
5. Crimen y Castigo de Fiódor Dostoievski (Editorial Porrúa)
4. El Doble de Fiódor Dostoievski (Alfaguara)
3. El Ojo de Vladimir Nabokov (Anagrama)
2. El Nombre de la Rosa de Umberto Eco (Lumen)
1. Baudolino de Umberto Eco (Lumen)



Estas lecturas, como es obvio, fueron leídas por mí en 2017, más no fueron publicadas este año. Ninguna de mis lecturas de 2017 fueron publicadas en este mismito año. Y como os has de dar cuenta, todas son ficción o novela. Como la lectura es un pasatiempo mío, con el propósito que se vuelva de pasatiempo a estudios y trabajo en un futuro, aprovecho mi juventud y libertad leyendo ficción, para que en un futuro me dedique gustosa a ensayos y no ficción.
Leí cuarenta libros este año, y vaya, éstos son los diez que más me gustaron. Por supuesto hubo otros libritos fascinantes, pero, cerrándome y forzándome a escoger sólo diez, éstos serían. Se podría considerar que están en orden de cuánto me gustaron, Baudolino siendo mi preferido y Crónicas Marcianas mi "menos favorito" entre mis preferidos. Pero varia dependiendo de mi humor. Creo serían los cuatro primeros los únicos situados en una posición inamovible.
Para este 2018 me he propuesto diversas cosillas, literarias, artísticas y de estudio. La mayoría son demasiado cutres y bobas, pero eh, que está divertido proponerse cosas para hacer en un año.
Vamos a ver, me he propuesto el leer uno o dos cuentitos de Nabokov al mes, como ya mencioné en el post de Se habla ruso. Me propuse leer más novelas gráficas, cómics y un poquillo de Mafalda a diario.  Me propuse leer más terror, y voy preparada para ello con novelas del gótico y demás (te amo editorial Valdemar, pero porqué tan costosa, porquéporqué).
Con respecto a la ilustración y demás, me he propuesto hacer ilustracioncillas basadas en libros aleatorios y ver cómo terminan. Veremos que hago, veremos que termino haciendo.
Gracias a todos los visualizadores de éste pequeño blog. Son pocos, pero muy queridos por mí.
2018 será un año bueno, lo veo venir. Qué ganas de comenzarlo.

domingo, 24 de diciembre de 2017

Cuando Sonia Semiónovna ve que Rodión Romanovich es, tal vez, un gusano más de la población.

Jenő Gyárfás

«[...]Te dije hace poco que carecía de recursos para seguir en la Universidad, pero hubiera podido continuar mis estudios, Mi madre me habría enviado lo necesario para hacerlo, y yo hubiera podido ganar con mi trabajo lo suficiente para subvenir mis gastos: las lecciones dejan bastante. Razumikhin se gana la vida con ellas. Pero yo me ensoberbecí, ésta es la palabra: me encerré en mi cuarto como la araña en su tela... Tú viniste allí, conoces aquel cuchitril... ¿Sabes, Sonia, que los techos bajos y las paredes estrechas oprimen el espíritu y el corazón? ¡Oh, cómo he maldecido esa madriguera infame! ¡Y, sin embargo, no quería abandonarla! Permanecía en ella a propósito. Pasé días enteros sin trabajar, negándome hasta probar bocado, siempre tumbado en mi diván; cuando Anastasia me traía algo, comía; cuando no, me quedaba en ayunas. Tenía a orgullo no pedir nada. Por las noches, por carecer de luz, prefería estar en la oscuridad antes de trabajar para adquirir una vela. En vez de estudiar, vendí mis libros; dejé amontonar el polvo sobre mis cuadernos. No hacía más que soñar y cavilar... No creo necesario decirte cuáles eran mis pensamientos y mis divagaciones... Entonces fue cuando comencé a pensar... No, tampoco es así... No refiero las cosas con exactitud... Una idea fija ocupaba mi mente: "¿Porqué soy tan tonto que, sabiendo que los demás son unos imbéciles, no me esfuerzo en ser más inteligente que ellos?" Me dije que, si esperaba el momento en que todos fuesen inteligentes, corría el riesgo de esperar demasiado. Más tarde comprendí que eso no ocurrirá jamás, que los hombres no cambiarán, que nada ni nadie puede transformarlos, y que no vale la pena aguardar en vano. ¡Sí, es así! Es una ley ineludible... ¡una ley, Sonia! Ahora sé que el que es más fuerte por su inteligencia y por su alma es el amo de todos. Quien a todo se atreve tiene razón. El que todo lo desprecia se impone, y el más audaz y desvergonzado tiene siempre la última palabra. ¡Así ha sido y seguirá siendo siempre! ¡Únicamente los ciegos no lo ven!
Al hablar de este modo Raskolnikov miraba a Sonia, pero al parecer no le preocupaba ya que ella lo entendiera o no. Hallábase en un estado de sombría exaltación. En verdad hacía mucho que no hablaba tanto. La joven comprendió que aquella feroz doctrina era para él un artículo de fe.»
 Fédor Dostoievski, "Crimen y Castigo"

El libro con el cual estoy pasando y pasaré las festividades. ¡Feliz Navidat a todos! Aquí su estúpida redactora, sumida en la depresión, intenta distraerse con las hazañas de Rodia Raskolnikov y Dimitri Razumikhin. Felices fiestas, tal vez este será el último post del año (resultó no serlo, já).

domingo, 17 de diciembre de 2017

"Se habla ruso" o un cuento graciosillo y bonito de Nabokov.

Nikolaj Alexandrowitsch Jaroschenko 

Se acercan las navidades, estoy leyendo Crimen y Castigo y los rusos invaden mi cabeza. ¿Cómo va eso que me estoy aprendiendo sin esforzarme los nombres de cada personaje que rodea a Rodia? Será que me fascina la cultura rusa y la poca literatura que he leído. No lo sé. Pues, de pequeño regalo para estas navidades, os traigo un cuentito pequeño de Nabokov.
Me he prometido, como propósito de 2018, el leer cada mes, uno o dos cuentos de la colección de Cuentos Completos de Vladimir Nabokov. Pero vaya soy tramposa y me adelanté por dos cuentos éste año. No pude evitarlo. Rayaré el índice del libro con taches y corazoncitos para indicar los cuentos que más me hayan hecho ilusión y que así mi eme pueda encontrar fácilmente los cuentos que recomiendo (y bueno, que si quiere leerse las novecientas páginas enteras de letra minúscula, pues vale). Soné muy payasa, válgame.
El cuentito que vengo a plagiar aquí se titula "Se habla ruso". Fue escrito en 1923, y en él, Nabokov hace referencia al novelista Thomas Mayne Reid y a Vladimir Ylych Ulyanov o, como se le reconoce, V.I. Lenin.
Aquí está.
Se Habla Ruso.

El estanco de Martin Martinich está situado en un edificio que hace esquina. Es natural que los estancos tengan predilección por las esquinas a juzgar por el de Martin, porque su negocio va viento en popa. El escaparate es de modestas proporciones, pero está bien dispuesto. Unos pequeños espejos dan vida a la mercancía que allí se exhibe. En la zona más baja, en los valles que se abren entre las montañas de terciopelo azul, se acomoda una variedad de cajas de cigarrillos cuyos nombres vienen arropados por ese elegante dialecto internacional que también se utiliza para dar nombre a los hoteles; más arriba, los puros en hilera sonríen en sus cajas livianas.
En sus buenos tiempos, Martin era un rico terrateniente. En mis recuerdos de infancia aparece siempre rodeado del aura con que conducía su impresionante tractor; por el contrario, mi memoria me dice que su hijo Petya y yo, lejos de sus hazañas, sucumbíamos simultáneamente a Meyn Ried y a la escarlatina, por lo que tras quince años repletos de todo tipo de acontecimientos, me gustaba pasarme por el estanco en aquella esquina llena de vida donde Martin vendía su mercancía.
Desde el año pasado, sin embargo, compartimos algo más que recuerdos comunes. Martin tiene un secreto y a mí me ha hecho partícipe de su secreto.
—¿Todo va bien? —le pregunto en un susurro, y él, mirando por encima del hombro, me contesta con el mismo cuidado.
—Sí, gracias a Dios, todo está tranquilo.
Se trata de un secreto bastante excepcional. Recuerdo que me iba a París y que la víspera me había quedado en casa de Martin hasta tarde. El alma de un hombre puede compararse a unos grandes almacenes y sus ojos a dos escaparates gemelos. A juzgar por los ojos de Martin, estaban de moda los tonos pardos, cálidos. A juzgar por esos ojos, la mercancía que guardaba en su alma era de excelente calidad. Y qué barba tan tupida, con aquel destello blanco que hablaba de Rusia en el gris robusto de alguna cana. Y sus hombros, su estatura, su porte… En tiempos solían decir que podía rajar un pañuelo con su espada —una de las hazañas de Ricardo Corazón de León. Ahora, cualquiera de los que como él habían emigrado diría con un punto de envidia: «¡Ahí tienes a un hombre que no ha bajado la cabeza!».
Su esposa era una amable mujer ya entrada en años y un tanto hinchada, con un lunar junto a su fosa nasal izquierda. De sus sufrimientos en los tiempos revolucionarios había conservado un tic en el rostro: inopinada y furtivamente alzaba sus ojos al cielo en una ráfaga fugaz. Petya tenía el mismo físico imponente que su padre. A mí me gustaba su dulzura taciturna, así como su humor repentino. Tenía un rostro grande, fláccido (del que su padre solía decir: «Vaya jeta la tuya, harían falta tres días al menos para circunnavegar su perímetro») y el pelo rojizo, permanentemente despeinado. Petya era propietario de un cine minúsculo, en una zona de la ciudad poco poblada, que le proporcionaba unos modestos ingresos. Y con él se acababa la familia.
Yo pasé aquel día, víspera de mi viaje, sentado junto al mostrador observando a Martin y a sus clientes, primero se inclinaba ligeramente, apoyándose en dos dedos, sobre el mostrador, y luego iba hasta las estanterías con un gesto elegante, cogía una de las cajas y mientras la abría con un chasquido del pulgar, preguntaba: «Einen Rauchen?». Recuerdo aquel día por una razón especial: Petya llegó inopinadamente, desgreñado y lívido de rabia. La sobrina de Martin había decidido volver a Moscú con su madre y Petya venía de entrevistarse con los representantes diplomáticos. Mientras que un diplomático le estaba informando de los pormenores, otro, que evidentemente comulgaba con la política del gobierno, susurraba en palabras apenas perceptibles: «Mucho cuidado, esto está lleno de esa Basura del Ejército Blanco».
—Me hubiera gustado hacer picadillo a aquel tipo —dijo Petya, haciendo ademán de dar un puñetazo— pero, desgraciadamente, no puedo olvidarme de mi tía que está en Moscú.
—Ya tienes algún que otro pecado en tu conciencia -—dijo Martin con voz cavernosa no exenta de buen humor. Aludía a un incidente de lo más divertido. No hace mucho tiempo, en el día de su santo, Petya fue a la librería soviética, cuya presencia mancilla una de las calles más encantadoras de Berlín. En ese lugar no sólo venden libros sino también distintas baratijas y curiosidades manuales. Petya eligió un martillo adornado con amapolas y con el blasón de los martillos bolcheviques. El empleado le preguntó si quería algo más. Petya dijo: «Sí, ya lo creo», indicando con el gesto un pequeño busto de escayola del Señor Ulyanov. Pagó quince marcos por el busto y el martillo, para después sin mediar palabra, allí mismo junto al mostrador, hacer añicos el busto con el martillo, con una fuerza tal que el Señor Ulyanov se desintegró.
A mí me gustaba aquella historia, como me gustaban, por ejemplo, los dichos queridos, estúpidos e inolvidables de la infancia que calientan las entretelas del corazón. Las palabras de Martin me llevaron a mirar a Petya mientras dejaba escapar una carcajada. Pero Petya se encogió de hombros taciturno y frunció el ceño. Martin revolvió en el cajón y le ofreció el cigarrillo más caro de la tienda. Pero ni siquiera eso disipó la tristeza de Petya.
Volví a Berlín seis meses más tarde. Un domingo por la mañana sentí la necesidad de ver a Martin. Entre semana se podía entrar a su casa a través de la tienda, ya que su piso —tres habitaciones y una cocina— estaba justamente detrás. Pero, evidentemente, un domingo por la mañana, la tienda estaba cerrada, y el escaparate tenía echada la reja protectora. Contemplé fugazmente a través de la reja las cajas rojas y doradas, los puros morenos, la humilde inscripción que se leía en un rincón, «Aquí se habla ruso», observé que el escaparate presentaba, de alguna forma, un aspecto más alegre, y crucé a través del patio hasta la casa de Martin. Cosa extraña, el propio Martin me pareció más alegre, más desenvuelto, más radiante que antes. Y Petya estaba totalmente irreconocible: sus rizos grasientos y desgreñados estaban peinados hacia atrás, y una amplia sonrisa, un punto tímida, se demoraba insistente en sus labios; mantenía una especie de silencio satisfecho y un cierto aire de divertida preocupación, como si llevara consigo una carga preciosa, dulcificaba todos sus movimientos. Sólo la madre seguía tan pálida como siempre, y el mismo tic, tan conmovedor, encendía su rostro como un débil relámpago de verano. Nos sentamos en el salón donde todo estaba recogido y yo, al pensar en las otras dos habitaciones, la de Petya y la de sus padres, igualmente limpias y acogedoras, tuve una sensación de lo más reconfortante. Tomé un té con limón, atendí a la meliflua conversación de Martin sin lograr evitar la impresión de que algo nuevo había hecho irrupción en aquella casa, algún pálpito misterioso y alegre, como ocurre, por ejemplo, en un hogar donde hay una joven a punto de ser madre. En un par de ocasiones Martin le lanzó una mirada preocupada a su hijo y éste reaccionó levantándose al punto y abandonando la habitación; al volver, le hacía una seña discreta a su padre, como si quisiera decir que todo iba a las mil maravillas.
También había algo nuevo, y a mi juicio, enigmático, en la conversación del viejo. Hablábamos de París y de los franceses y, de repente, preguntó: «Dime, amigo, ¿cuál es la cárcel más grande de París?». Le contesté que no lo sabía y empecé a hablarle de una revista francesa que sacaba mujeres pintadas de azul.
—¡Y eso te asombra! —me interrumpió Martin—. Dicen, por ejemplo, que las mujeres rascan la pintura de las paredes de la cárcel y la utilizan para empolvarse la cara, el cuello o lo que sea —y para confirmar sus palabras, trajo de su dormitorio un grueso volumen escrito por un criminalista alemán y localizó un capítulo acerca de la rutina de la vida en la cárcel. Traté de cambiar de tema, pero, fuera el tema que fuese, Martin lo reconducía mediante extraños rodeos y artificiales circunloquios, de forma tal que, sin darnos cuenta, nos veíamos discutiendo de nuevo los méritos de la prisión perpetua frente a la pena capital, o los ingeniosos métodos que los criminales han inventado para lograr escaparse al mundo libre.
Yo estaba desconcertado. Petya, a quien le gustaban los artilugios mecánicos, se entretenía manipulando con un cortaplumas los muelles de su reloj sin parar de reírse entre dientes. Su madre cosía y de cuando en cuando me acercaba una tostada o la mermelada para que comiera. Martin, con los cinco dedos de la mano en su desaliñada barba, se me había quedado mirando pensativo y de repente cambió de expresión como si se hubiera liberado de una carga. Dio una palmada en la mesa y se volvió a su hijo. «Ya no aguanto más, Petya, le tengo que contar todo o reviento.» Petya asintió en silencio. La mujer de Martin se levantó para ir a la cocina. «Eres un chisgarabís, todo lo cuentas», dijo moviendo la cabeza indulgentemente. Martin me puso la mano en el hombro, y me dio tal sacudida que, si yo hubiera sido un manzano en un jardín, las manzanas habrían empezado a caer literalmente por mi cuerpo, y luego se me quedó mirando fijo a los ojos. «Te lo advierto —dijo—. Te voy a contar un secreto tan increíble, tan secreto… que no sé qué hacer. Para que lo entiendas, ¡ni una palabra a nadie! ¿Comprendes?».
E, inclinándose hasta casi tocarme, bañándome en el aroma de tabaco y en su propio olor acre de viejo, Martin me contó una historia verdaderamente extraordinaria.
—Sucedió —empezó Martin— poco tiempo después de que te fueras. Entró un cliente. Obviamente, no se había percatado del cartel del escaparate, porque se dirigió a mí en alemán. Y permíteme que subraye esto: si hubiera observado el cartel no habría entrado en la modesta tienda de un emigrante. Inmediatamente me di cuenta de que era ruso por su pronunciación. La cara, además, era la de un ruso. Como es natural me lancé a hablar en ruso, le pregunté qué tipo de tabaco quería, de qué precio. Me respondió con una mirada de sorpresa molesta: «¿Qué le lleva a pensar que soy ruso?». Le di una contestación amabilísima, según recuerdo, y me puse a contar sus cigarrillos. En ese momento entró Petya. Cuando vio a mi cliente dijo con la más absoluta calma: «Qué encuentro más agradable». Y entonces mi Petya se acercó hasta él y le dio un puñetazo en la cara. El otro se quedó helado. Como muy bien me explicó Petya más tarde, lo que ocurrió no fue únicamente un puñetazo de esos en que la víctima se derrumba en el suelo, sino un golpe muy especial: parece que Petya le había propinado un golpe de efecto retardado, y el hombre perdió el conocimiento sin llegar a caerse. Y parecía que se hubiera quedado dormido de pie. Y entonces, muy despacio empezó a tambalearse y a caerse despacio, de espaldas, como si fuera una torre. Y Petya se puso entonces detrás y lo recogió por las axilas en su caída. Todo fue bastante inesperado. Petya dijo: «Échame una mano, papá». Yo le pregunté si sabía lo que estaba haciendo. Petya se limitaba a repetir: «Échame una mano». Conozco muy bien a mi Petya. Con él no sirven los rodeos y también sé que tiene los pies en el suelo, que medita sus actos, y que no deja inconsciente a la gente por una nimiedad. Arrastramos al inconsciente fuera de la tienda y a través del pasillo hasta el cuarto de Petya. Y justo al llegar allí, oí un timbre. Alguien acababa de entrar en la tienda. Tuvimos suerte, desde luego, de que no hubiera ocurrido un minuto antes. Volví a la tienda, despaché la venta, y a continuación, afortunadamente, llegó mi mujer con la compra e inmediatamente la dejé en el mostrador al cuidado de la tienda, mientras que yo, sin mediar palabra, fui a todo gas hasta la habitación de Petya. Aquel hombre estaba tendido en el suelo con los ojos cerrados, mientras que Petya, sentado a su mesa, examinaba pensativamente algunos objetos, como una gran purera de piel, media docena de postales obscenas, un billetero, un pasaporte, y un revólver viejo pero aparentemente en buen uso. Y me lo explicó todo al instante: como te habrás imaginado, esos objetos procedían de los bolsillos de aquel hombre, y el hombre no era otro sino el diplomático —recordarás la historia de Petya— que hizo aquel comentario acerca de la Basura Blanca, ¡sí, sí, el mismo! Y, a juzgar por alguno de los documentos que llevaba, era de la policía política, si no me equivoco. «Bien hecho —le dije a Petya—, le has partido la cara a un tipo. No entro en que lo mereciese o no, pero, por favor, explícame qué es lo que piensas hacer ahora. Evidentemente, no has pensado para nada en tu tía de Moscú». «Sí que lo he hecho —dijo Petya—. Tenemos que pensar algo».
Y lo hicimos. Primero le atamos con una gruesa cuerda y le metimos una toalla en la boca. Mientras estábamos ocupados con él, volvió en sí y abrió un ojo. Al examinarlo de cerca, déjame decirte, aquel tipo resultó ser no sólo estúpido sino también repulsivo, con una especie de sarna en la frente y en el bigote, y una nariz bulbosa. Lo dejamos tumbado en el suelo y Petya y yo nos instalamos a su lado cómodamente y comenzamos nuestra propia encuesta judicial. Discutimos durante un buen rato. Nos preocupaba no tanto el insulto en sí —no era más que una nadería, desde luego—, sino su profesión, por llamarlo de alguna manera, y todas las actividades que había llevado a cabo en Rusia. Al acusado se le concedió la última palabra. Cuando liberamos su boca quitándole la toalla, dio una especie de gemido, tuvo unas náuseas, pero no dijo nada salvo: «Ya veréis, esperad y veréis…». Volvimos a liarle la toalla, y la sesión continuó. Al principio los votos estaban divididos. Petya pedía la pena de muerte. Yo pensaba que merecía la muerte, pero propuse conmutar la pena por la de prisión perpetua. Petya lo meditó y accedió. Yo añadí que, aunque ciertamente había cometido una serie de crímenes, no teníamos medio de probarlos; que su profesión en sí misma constituía un crimen; que nuestro deber se limitaba a asegurar que de ahora en adelante fuera inofensivo, nada más. Y ahora escucha el resto.
Tenemos un baño al final del pasillo. Un cuarto pequeño y oscuro, muy oscuro, con una bañera de hierro esmaltado. El agua se pone en huelga con cierta frecuencia. De vez en cuando aparece una cucaracha. El cuarto es tan oscuro porque la ventana es muy estrecha y está colocada justo debajo del techo, y además, precisamente enfrente de la ventana, a unos tres pies más o menos, hay un sólido muro de ladrillo. Y fue precisamente en aquel agujero donde decidimos meter al prisionero. Fue idea de Petya, sí, sí, de Petya, hay que dar al César lo que es del César. En primer lugar, como es natural, había que preparar la celda. Empezamos arrastrando al prisionero hasta el pasillo para tenerlo vigilado mientras trabajábamos. Y, en ese momento, mi mujer, que acababa de cerrar la tienda porque ya era de noche y se dirigía a la cocina, nos vio. Se quedó estupefacta, indignada incluso, pero luego entendió nuestras razones. Buena chica. Petya empezó por desmembrar una mesa muy sólida que teníamos en la cocina, le rompió las patas y la tabla resultante la clavó en la ventana del baño, tapando el vano por completo. Luego desatornilló los grifos, quitó el calentador cilíndrico de agua, y colocó un colchón en el suelo del baño. Ni que decir tiene que al día siguiente añadimos toda suerte de mejoras: cambiamos la cerradura, instalamos un cerrojo de seguridad, reforzamos la tabla de la madera con metal, y todo ello, desde luego, sin hacer demasiado ruido. Como sabes, no tenemos vecinos, pero, con todo, era menester actuar con prudencia. El resultado fue una auténtica celda de cárcel, y allí metimos al tipo de la policía política. Desatamos la cuerda, le quitamos la toalla, le advertimos de que si empezaba a gritar, volveríamos a atarle y a amordazarle, y por mucho tiempo; y entonces, satisfechos de que hubiera entendido para quién era el colchón que estaba colocado en la bañera, cerramos la puerta con llave, y, por turnos, hicimos guardia toda la noche.
Ese momento marcó el principio de una nueva vida para nosotros. Yo ya no era simplemente Martin Martinich, sino Martin Martinich, director de prisiones. Al principio, el preso estaba tan extrañado de lo que había ocurrido que su comportamiento era sumiso. Pronto, sin embargo, volvió a su estado normal, y cuando le llevábamos la comida, se entregaba a un huracán de palabras soeces. No puedo repetir las obscenidades de ese hombre; me limitaré a decir que puso a mi pobre difunta madre en las más increíbles situaciones. Yo estaba decidido a dejarle bien clara la naturaleza de su estatus legal. Le expliqué que permanecería en prisión hasta el final de sus días; que si yo moría primero, lo dejaría en herencia a Petya; y que, a su vez, mi hijo, lo transmitiría, como parte de su patrimonio, a mi futuro nieto y así en adelante, convirtiéndolo en una especie de tradición familiar. Una joya de familia. Mencioné de pasada que, en la improbable eventualidad de que tuviéramos que mudarnos a otro piso distinto en Berlín, él sería atado, colocado en un baúl especial, y transportado con nosotros y nuestra mudanza con toda naturalidad. Y seguí explicándole que sólo conseguiría la amnistía si se daba una única condición. A saber, que sería liberado el día que explotara la burbuja bolchevique. Finalmente le prometí que le alimentaríamos bien, mucho mejor que cuando, en mis tiempos, me vi encerrado por la Cheka, y que, como privilegio especial, recibiría libros. Y, en verdad, que éste es el día en que todavía estamos esperando que se queje de la comida. Es verdad que, al principio, Petya sugirió que le diéramos cucarachas secas, pero, por mucho que buscamos, ese pez soviético era inexistente en Berlín. Nos vimos obligados a servirle comida burguesa. A las ocho en punto de la mañana Petya y yo entramos y dejamos junto a su bañera un plato de sopa caliente con carne y una hogaza de pan gris. Al mismo tiempo retiramos el orinal, un aparato de lo más inteligente que adquirimos sólo para él. A las tres recibe una taza de té, a las siete más sopa. El sistema alimenticio está copiado del que utilizan en las mejores cárceles europeas.
Los libros constituyeron más problema. Tuvimos conciliábulo familiar y para empezar seleccionamos tres títulos, Prince Serebryanïy, las Fábulas de Krilov y La vuelta al mundo en ochenta días. Nos anunció que no estaba dispuesto a leer semejantes panfletos del «Ejército Blanco», pero le dejamos los libros, y todo nos hace pensar que los ha leído con placer.
Tenía un humor cambiante. Los primeros días estuvo bastante tranquilo. Era evidente que estaba preparando algo. Quizá pensó que la policía iba a empezar a buscarle. Comprobamos los periódicos, pero no decían ni una sola palabra del desaparecido agente de la Cheka. Con toda probabilidad, los otros diplomáticos habían decidido que el hombre había desertado, sencillamente, y habían preferido enterrar el asunto. A este período de contemplación corresponde un intento de escapada o, al menos, de comunicarse con el mundo exterior. Se esforzaba por caminar en la celda, probablemente se encaramó a la ventana tratando de abrir las lajas de madera, asimismo probó a hacerse oír con todo tipo de golpes, pero le amenazamos y los golpes cesaron. Y en una ocasión, en que Petya estaba solo con él, le atacó. Petya lo agarró con un dulce abrazo de oso y lo volvió a sentar en la bañera. Después de este suceso pasó por otra fase, se volvió muy dócil, incluso llegó a contar algún chiste alguna vez, y finalmente, intentó comprarnos. Cuando vio que esto tampoco funcionaba, empezó a quejarse, y luego volvió de nuevo a despotricar con todo tipo de juramentos peores que los anteriores. En estos momentos atraviesa una fase de sumisión taciturna, que, me temo, no presagia nada bueno.
Lo sacamos a pasear por el pasillo todos los días, y dos veces por semana le dejamos tomar el aire junto a una ventana abierta; como es natural, tomamos todas las precauciones necesarias para impedir que se ponga a gritar. Los sábados toma un baño. Nosotros nos tenemos que lavar en la cocina. Los domingos le doy unas pequeñas charlas y le dejo fumar tres cigarrillos, en mi presencia, desde luego. ¿Y sobre qué versan estas charlas? Hay de todo. Sobre Pushkin, por ejemplo, o sobre la antigua Grecia. Sólo está prohibido un tema: la política. Está privado de todo aquello que suene a política. Como si la política no existiera sobre la faz de la tierra. ¿Y sabes una cosa? Desde que tengo en prisión a un agente soviético, desde que he hecho un acto de servicio a la Madre Patria, soy, sencillamente, un hombre diferente. Libre, desenvuelto y feliz. Y los negocios han mejorado, así que tampoco tengo demasiados problemas para mantenerlo. Me cuesta veinte marcos al mes, contando la factura de la electricidad: ese agujero está completamente a oscuras, así que desde las ocho de la mañana a las ocho de la tarde tiene una bombilla de pocos vatios encendida.
Y me preguntarás, ¿de dónde sale un individuo así, cuál es su entorno? Bueno, cómo te diría yo… Tiene veinte años, es un campesino, con toda probabilidad ni siquiera acabó sus años de escuela, es lo que se denomina un «comunista honesto», sólo ha estudiado, por así decir, el catecismo político, ese que convierte a los tarugos en alcornoques, como decimos tú y yo, eso es todo lo que sé. Si quieres te lo enseño, pero acuérdate, ¡ni una palabra!
Martin salió al pasillo. Petya y yo le seguimos. El viejo en su chaqueta cómoda de estar por casa parecía un funcionario de prisiones de verdad. Sacó las llaves y había un cierto aire profesional en su modo de insertarlas en la cerradura. La cerradura crujió dos veces, y Martin abrió la puerta de un golpe. Lejos de ser un agujero oscuro y mal iluminado, era un baño espacioso, espléndido, del tipo que se encuentra en las cómodas pensiones alemanas. La luz eléctrica, brillante pero, sin embargo, agradable, lucía tras una pantalla alegre y llena de adornos. Un espejo brillaba a la izquierda. En la mesilla junto a la bañera había unos cuantos libros, una naranja pelada en un plato lustroso, y una botella de cerveza sin abrir. En la bañera blanca, en un colchón cubierto con una sábana limpia, con una gran almohada detrás de la cabeza, se tumbaba un tipo bien alimentado, con los ojos bien vivos, una barba bastante larga, con una bata (un regalo del amo) y en zapatillas cómodas y suaves.
—Bueno, ¿qué me dices ahora?—me preguntó Martin.
La escena me pareció cómica y no supe qué contestar.
—Ahí es donde solía estar la ventana —me indicó Martin con el dedo.
Efectivamente, la ventana estaba condenada y perfectamente tapiada con maderas.
El prisionero bostezó y se volvió hacia la pared. Nosotros salimos. Martin acarició la cerradura con una sonrisa.
—Pocas probabilidades tiene de escaparse —dijo, y añadió a continuación—: Tengo curiosidad por saber, sin embargo, cuántos años va a tener que pasar ahí encerrado…


Feliz navidad, no os gastéis todo el dinero en libros como su servidora. Por favor.
Traducción de María Lozano.

martes, 12 de diciembre de 2017

Las alucinaciones (¿serán?) fantasmagóricas de una institutriz perdida entre los brazos de dos niños: una reseña de "Otra Vuelta de Tuerca" de Henry James.

Franz Francken el Joven

¡Vaya, vaya! Éste libro tiene caña. Muchísima caña. No sé ni por dónde empezar. Vamos a ver, queridos lectores, me tendréis que perdonar porque esta "reseña" será terriblemente enredada y muy subjetiva. Daré inicio a éste post con la máxima pregunta a los lectores que han leído Otra Vuelta de Tuerca, o Una vuelta de Tuerca o simplemente La vuelta de tuerca (que al parecer no se ponían de acuerdo de cómo demonios traducir "The Turn of the Screw" y cada quién le puso como se le salió de la hostia): ¿Te gustó el libro? Sí, sí me gustó, bastante, es más. Ahora, si se lo recomendaría a todo el mundo... eh, puede variar. Depende de lo que el sujeto busque o se le apetezca leer.
Pedazo de payaso que es Henry James, jó. Vamos, que el tío me cae bien, que es lo peor de todo. Hasta un retratito estilo art-nouveau le hice y todo. Pero eso no quita que James sea un palizas. Definitivamente no es un escritor que deba leerlo todo el mundo, a mucha gente le da dolores de cabeza su estilo y su redacción tan repetitiva y pretenciosa. Me acerqué a este libro de la manera más irónica del mundo: mi eme me lo recomendó repetidas veces, contándome la premisa con muchísima ilusión, para así terminar llenándome de expectativas hacia este librito. Leí algunas reseñas en internet, ya que sabía que a no mucha gente le agradaba. ¿Mamá, se te hace pedante el estilo de Henry James? Me contestó que se le parecía un poco arrogante, sobre todo en Washington Square (que no le gustó, já), más no le afectaba en la velocidad y comprensión de su lectura. Leí La vuelta de Tuerca. Satisfizo mis expectativas. Cuando la terminé. mi má comenzó a hacerme preguntas extrañísimas sobre la novela. Bueno, para no hacerles más larga esta bobada, resultó que mi mamá nunca leyó el libro, sólo se guió por las diversas adaptaciones del cine. ¿Porqué me recomendó mi mamá un libro que ni había leído pero fingió que sí, sólo para que yo lo leyese? No lo sé, ella es extraña. El libro lo saqué de la biblioteca, fijándome que la edición estuviese traducida por Sergio Pitol (otra peculiar recomendación de mi madre, que ni sé cómo sabía que Pitol había hecho una buena traducción). Bueno, pues la traducción resultó tener muy buena pinta y me gustó.

"Pasé con ella el día, fuera de casa; me comprometí, para su enorme satisfacción, a que fuera ella, solamente ella, quien me mostrara el lugar. Me mostró la casa escalón por escalón y cuarto por cuarto, secreto por secreto, sosteniendo una deliciosa conversación infantil al respecto y con el resultado de que en media hora nos habíamos convertido en grandes amigas. A pesar de sus pocos años, durante el paseo me asombró por la seguridad y el valor con que se deslizaba por las habitaciones vacías y los oscuros corredores, las escaleras crujientes, que me hacían detener con temor, y al hacerme trepar hasta la cima de una vieja torre cuadrada que me produjo vértigo. Me impresionó también su disposición a contarme muchas más cosas de las que le preguntaba, mientras me conducía de un lado a otro."

Otra Vuelta de Tuerca.
Otra vuelta de tuerca es una novela cortita, historia de fantasmas. En Otra vuelta de tuerca se nos cuenta la historia de una institutriz, cuando ésta comienza a trabajar cuidando a un par de hermanos -niño y niña respectivamente-, que cuentan con una notoria educación y deslumbran con su encanto, en una mansión campestre. Parece el trabajo perfecto para esta institutriz, hasta que un día hace aparición un hombre misterioso, vestido de sirviente, el cual posteriormente la institutriz se entera que está muerto. La historia está en primera persona, narrada por la mismísima institutriz, lo cual es lo que hace interesante a esta pequeña novela: si, lo contado por la joven es verídico; si existen los fantasmas, o si todas las apariciones son producto de su mente perturbada.
Como este post lo quiero hacer libre de spoilers, no contaré nada más allá de lo redactado anteriormente, que básicamente es la premisa que pueden leer en todos lados, já.

¿Porqué me gustó esta novela?
Tenía altas expectativas, más iba preparada (gracias a leer tantos posts y reseñas) de que la pluma de James me agobiase. Por fortuna no fue así. Me agradó su forma de escribir. No es la mejor, ni la más accesible, pero está bien.
Esta historia, extrañamente, me ha hecho tener muchísimas ganas de leer literatura de terror. Sí. Os estoy hablando de Otra Vuelta de Tuerca aún. Eh, no me matéis. A pesar de no ser una novela de terror con todas las de la ley, sí te puede proyectar una que otra imagen curiosilla. También vino a juego el hecho que mi imaginación usualmente va más allá de lo redactado en los libros. ¿Cómo va eso? se preguntarán. Me gusta adornar más los escenarios imaginados de mis lecturas, y más aún cuando se trata de novelas fantasiosas. En este caso, exageré tremendamente (antes de que se diera una descripción de la apariencia de Quint desde cerca) la escena cuando Quint hace aparición enfrente de la ventana, ya que me lo imaginé algo así, sólo que con un poco más de carne en el rostro -aún tenía nariz- y, como la descripción posteriormente señala, era pelirrojo.
Realmente no sé si recomendaría esta novela a todo el mundo, pero qué va, a mí me gustó y me ayudó a superar el pequeño bloqueo lector por el que estaba pasando.
Disfrutad de los fantasmas que os acechan por sus casas.

"El cielo no perdió su color de oro, ni el aire su transparencia, y el hombre que me miraba por encima de las almenas era tan definido como un cuadro en un marco. Pensé con extraordinaria rapidez en cada una de las personas que hubiera podido ser y que no era. A través de la distancia, nos miramos el tiempo suficiente para que yo me preguntara con intensidad quién podía ser, y sentir, como resultado de mi incapacidad para responder a la pregunta, un asombro que en unos cuantos segundos fue todavía más intenso."

domingo, 10 de diciembre de 2017

El mundo dentro y fuera de Pndapetzim: las criaturillas de las Crónicas de Núremberg y de Baudolino


A mis queridos y escasos lectores, les vengo a confesar que gran parte de tiempo me siento culpable, culpable de atosigar a mis familiares con tópicos gilipollas y cosillas que me hacen ilusión. Tío, no digo que no me hagan caso o se molesten con mis obsesiones, pero aveces creo comienzan a dormitar mientras a mí me entra la euforia al platicarles alguno de mis vicios literarios o de historia . Así que aquí me desahogaré de una pequeña obsesión que me persigue desde hace meses... Baudolino y las Crónicas de Nuremberg. Así que serán ahora ustedes quienes serán atosigados por esta supuesta nínfula (sí, me sigo auto-nombrando así). Será un post bastante lerdo, ya que sólo nombraré a una que otra criaturilla de las Crónicas, sin mucha aportación de mi cosecha u opinión propia. Vamos, muy a lo Wikipedia, eh. Allá vamos.


Esciápodos: Éstas criaturas que literalmente su nombre significa "sombra-pie" poseían sólo una extremidad inferior, su rodilla no contaba con articulaciones, era rígida, y solían tener un pie enorme. Sus genitales se encontraban detrás de dicha pierna. Su famosísima costumbre consistía en echarse de espaldas al suelo y alzar su único pie para que éste les sirviese como sombrilla. Los esciápodos poseían una increíble velocidad al transportarse con su única pierna.


Blemias: Criaturas acéfalas, las blemias tenían los ojos cerca de los hombros, y la nariz y boca en el centro del pecho. Se dice que el mito de estas criaturas proviene del pueblo de los blemios, un grupo de guerreros nómadas de quienes se creía que no poseían cabeza, ya que empleaban unos escudos tan grandes, que sólo permitían ver sus miembros.



Cinocéfalos: de nombre que significa "Cabeza de perro". Éste ser se aplica a múltiples seres mitológicos basados en seres reales.
Richard Blythe, autor de Bestias Fabulosas, menciona que probablemente los primeros exploradores que aclamaban haber vislumbrado hombres con cabeza canina en los bosques, habían realmente visto al lemur "Indri indri"


Gigantes o cíclopes: Con la altura de entre dos o tres metros, éstos seres sólo poseen un gran ojo en el centro de la frente. Seres estéticamente descuidados y andrajosos, se dedicaban principalmente a la ganadería.




Panocios o Panotti: El nombre de estas criaturas literalemente significa "todo orejas". Son casi hombre normales, a excepción de las notables orejas gigantes, con las cuales las mujeres se cubrían los pechos y el sexo.
También se les intentó usar como fuerza aérea... no, no es cierto. Ésto último ha sido un chiste lerdo para quienes han leído Baudolino.

Terrígenos: Los "nacidos de la tierra" fueron una tribu de hombres que poseían seis extremidades superiores.










Maclias: Los maclias eran una tribu de seres hermafroditas, donde tenían medio cuerpo de mujer y medio cuerpo de hombre, con rostro andrógino. Su nombre significa "lascivos" o "lujuriosos".
Copulaban entre sí cambiando alternativamente una u otra naturaleza. Aristóteles añade que tienen la mama derecha de hombre y la izquierda de mujer. 

Hipópodes o Hipopos: nombre que significaba "pies de caballo", era una tribu de hombres -como su nombre menciona- con pies de caballo.








Górgades: Tribu caracterizada por que las mujeres estaban completamente cubiertas de vello y los hombres eran velocísimos. Habitaban en unas islas de la África Occidental.








Los abarimon: Seres silvestres e incivilizados, los abarimon eran nativos de un país con el mismo nombre, en el Monte Himalaya. Éstos seres se supone tenían los pies al revés, lo cual, en lugar de complicarles el desplazarse de un lado a otro, los albarimon tenían la habilidad de correr increíblemente rápido.





Los pigmeos: individuos de estatura escasa y piel muy obscura, los pigmeos vestían con un taparrabos de paja y sostenían un arco. Siempre estaban de guerra con las grullas.








Os puedo decir que Baudolino ha sido mi libro preferido de este 2017, y supongo mi favorito de la vida. Baudolino y quienes le acompañaron en sus aventuras trascenderán en mí eternamente. Decidí no redactar una reseña, pues leí el libro hace medio año y muchas cosas se han borrado de mi memoria, así como creo no le haría justicia a esta novela con mis palabras tan procaces y mi vocabulario tan escaso. Pero eternamente les recomendaría este libro, esta historia. Es lo más mágico que he leído. Y pregúntense: ¿Existe el vacío? ¿Existe el Santo Grial? ¿Existe Gavagai?

Fuentes:
http://pepeventepamadriz.blogspot.mx/2007/10/las-bestias-de-baudolino.html
http://grimoriodebestias.blogspot.mx/search?q=nuremberg

miércoles, 29 de noviembre de 2017

El desconocido mefistofélico que llegó a una posada y sembró el terror: una breve reseña de "El Hombre Invisible" de H.G. Wells

Émile-Antoine Bayard

Y os traigo otra reseña, ¿que repipis qué soy, verdad? Solía no hacer reseñas, y, apenas hago una, me vuelvo absolutamente loca y es lo único de lo que se me apetece escribir. 
Soy una desconocedora de la ciencia ficción en la literatura, os seré honesta. En general, soy desconocedora de la ciencia ficción en todo, sean películas, programas televisivos, novelas gráficas y demás. Lo extraño es que me fascina la ciencia ficción, me flipa muchísimo, pero por razones de la vida nunca me he puesto manos a la obra o me he dado un atracón en lecturas y series de este género. ¡Pero esto tiene que cambiar! Pequeño propósito para el cercano 2018. 
El Hombre Invisible es mi primer acercamiento a las obras de Wells, y de los primeros a la literatura del género de ciencia ficción. 
A mis queridos y escasos lectores, les doy la triste noticia que este post contendrá un poquitín de spoilers, así que si son como yo y les gusta abordar libros sin saber nada -o peor, absolutamente nada- sobre ellos, les recomiendo que no lean este post, que les arruinaría toda esta magnífica historia.
Éste relato se inicia a la mitad de los acontecimientos, cuando una figura extraña y llamativa llega vía ferrocarril, a inicios de febrero, a la ciudad de provincias Iping. Éste forastero se dirige en busca de alojamiento en la posada local The Coach and Horses, persuadiendo a la dueña a que le trate como a un vacante cualquiera a pesar de su extraña apariencia: vestía un grueso abrigo, guantes, sombrero, gafas de sol grandes y parecía vendado de todo el rostro. Los dueños de la posada, el señor y la señora Hall, continuamente se preguntan si es buena decisión permitirle a este hombre, el alojarse en su propiedad. Unos días posteriores al ingreso del forastero en la posada y su alojamiento, los señores Hall deciden husmear en su habitación, con lo cual simplemente consiguen molestar a su huésped terriblemente. Arisco, grosero, maleducado y un total patán resulta ser el misterioso huésped. 
Ya no revelaré más de la trama inicial, e iré directamente al grano, al título en cuestión: este hombre resulta ser invisible, lo cual brinda terror y pánico a todos los habitantes de Iping, primero creyendo que es una simple broma o truco visual para luego convencerse que es algo verídico. 

"Tenemos que considerar lo que significa la invisibilidad y lo que no significa. No es muy útil para espiar, porque se hace ruido. Es de poca ayuda para robar en las casas ajenas, y una vez que me han capturado, pueden aprisionarme fácilmente. Pero, por otro lado, soy difícil de agarrar. La invisibilidad, en resumen, sólo sirve en dos casos. Es útil para escapar, es útil para matar. Puedo acercarme a un hombre, tenga el arma que tenga, elegir el lugar, golpear como desee, escaparme y escapar como desee."

Todos los personajes tienen su rol y consecuencia en la historia, desde el padre de iglesia hasta el nervioso vagabundo Marvel. Esta novela contiene un perfecto balance entre partes de acción y partes de introspectiva.  El tema de la invisibilidad está perfectamente logrado. La forma en que retrata Wells de modo científico la invisibilidad, sabiendo como lector (y como ser viviente) la imposibilidad de este fenómeno, está tan bien expuesta que, por un momento, llegas a creer que es posible esta transformación.  Y, ¡hostias! ¡cómo a Griffin todo este tema de la invisibilidad le termina volviendo aún más fuera de sí al no poder regresar a ser visible! Un perfecto ejemplo de un "científico loco". Desde su tremenda ingesta de químicos y sustancias nocivas para sus experimentos, hasta sus relaciones y tratos familiares. Pero qué lamentable.
Eh, no me queda mucho más que decir sobre esta lectura. Leedla. Os la recomiendo un mogollón. Sobretodo no puedo redactar más de lo que ya hice, porque contaría toda la novela, y ese no es el chiste. Vayan, vayan a por ella. Que Griffin u otro hombre invisible les va a asustar.

"Esta carta anuncia el primer día de Terror. Dile a tu coronel de policía y al resto de la gente que Port Burdock ya no está bajo el mandato de la Reina. Ahora está bajo mi mandato, ¡el del Terror! Éste es el primer día del primer año de una nueva época: el Período del Hombre Invisible. Yo soy El Hombre Invisible I."

martes, 21 de noviembre de 2017

¿Puedes ver a aquella tan esbelta y pálida? Ella, pronto se extinguirá junto a la peste.

Colijn de Coter

«El color invariable rige al melancólico: su interior es un espacio de color de luto; nada pasa allí, nadie pasa. Es una escena sin decorados donde el yo inerte es asistido por el yo que sufre por esa inercia. Éste quisiera liberar al prisionero, pero cualquier tentativa fracasa como hubiera fracasado Teseo si, además de ser él mismo, hubiese sido, también, el Minotauro: matarlo, entonces, habría exigido matarse. Pero hay medios fugitivos: los placeres sexuales, por ejemplo, por un breve tiempo pueden borrar la silenciosa galería de ecos y de espejos que es el alma melancólica. Y más aún: hasta pueden iluminar ese recinto enlutado y transformarlo en una suerte de cajita de música con figuras de vivos y alegres colores que danzan y cantan deliciosamente. Luego, cuando se acabe la cuerda, habrá que retornar a la inmovilidad y al silencio. La cajita de música no es un medio de comparación gratuito. Creo que la melancolía es, en suma, un problema musical: una disonancia, un ritmo trastornado.»
Alejandra Pizarnik, "La condesa sangrienta"

Escuché esta canción repetidas veces mientras leía este pequeño librito, y os puedo decir que lo ambientó perfectamente para mí. Me había propuesto leer a Pizarnik antaño, hace unos dos años y medio aproximadamente (¿o sería hace más tiempo?), y el día que compré este librito estaba llena de emoción por leerlo. Y me tardé muchísimo en finalmente cogerlo de mi estantería. La edición es bellísima, ilustrada por uno de mis artistas favoritos, Santiago Caruso; cada capítulo es introducido por una cita de diversos autores, entre ellos Octavio Paz y Baudelaire. Perfectamente cuidada la edición, este librito de menos de sesenta páginas no puede faltar en vuestras vidas. Es muy bonito, tremendamente y sádicamente bonito. (Me evito hacer comentarios sobre Erzsébet, que si me pongo a parlotear sobre su vida y tal, sería interminable este post, já.)

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Una biblioteca con muchas nínfulas por aquí y por allá (o 7 libros con ellas que os recomiendo)

Herny Justice Ford

El título de éste blog tan chungo se generó por dos cosas: la inspiración y motivación que me causó el blog de Luna Miguel a por fin iniciar un espacio web donde desahogarme de todas mis pretenciosidades y de mi pedantería, así como mi obsesión por la nínfulas. Ay, las lolitas, las nínfulas. ¿Que qué edad tenía yo cuando comencé con este estúpido fanatismo? Tenía trece años, trece años cuando me enamoré de las parejas con notorias diferencias de edad entre ellos: en la literatura y en la vida diaria, -principalmente cuando la mujer es el factor joven y el hombre el adulto en la relación-. Bueno pues, me he decidido a hacer esta pequeña lista de obras literarias con nínfulas de por medio.  Eh, estoy consciente que no nombré aquí la obra maestra y definitoria para éste término de "nínfula", porque ya todos la conocemos y no vale la pena hacerle mención en este top. Tampoco pondré en la lista a la Lolita de Heinz von Lichberg porque es muy predecible por igual.

1. Del Amor y Otros demonios de Gabriel García Márquez.
3. El Pergamino de la Seducción de Gioconda Belli.
5. Lolita Secreta o Las Confesiones de Víctor X de Anónimo.
6. Cada noche, Cada noche de Lola López Mondéjar.
.
"Además, puesto que la idea de tiempo gravita con tan mágico influjo sobre
todo ello, el estudioso no ha de sorprenderse al saber que ha de existir una
brecha de varios años –nunca menos de diez, diría yo, treinta o cuarenta por lo
general y tantos como cincuenta en algunos pocos casos conocidos– entre
doncella y hombre para que este último pueda caer bajo el hechizo de la nínfula.
Es una cuestión de ajuste focal, de cierta distancia que el ojo interior supera
contrayéndose y de cierto contraste que la mente percibe con un jadeo de
perverso deleite."
Vladimir Nabokov, Lolita.

(Sí, ya sé que escribí que no mencionaría a Lolita; no la mencioné en la lista, más quería citar un fragmentito del libro)
Y me quería resistir a redactar esto, pero mi corazón me está rogando sísísí, escríbelo, escríbelo. Éste personaje que mencionaré a continuación, no se puede considerar una nínfula hecha y derecha, más sostiene esa magia etérea y esa juventud efímera que me hizo volverme completamente demente al descubrir su personaje: Hipatia, la dulce y quimérica jovenzuela que, el Baudolino ya entrado en años, se encuentra en el bosque, paseando junto a su unicornio.
Una entrada breve y mal hecha, pero valía la pena redactar sobre esto. Disfrutad de estas novelillas curiosas y diabólicas. Yo os las dejo aquí, en este post cutre y procaz.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Aquellos que adoraban a Ada, adoraban los ardores entre los árboles de Ardis, ardían en el Jardín de las Delicias.

Jerónimo Bosco

«Si pudiera escribir meditó Demon, describiría, en demasiadas palabras, no cabe duda, de qué manera tan apasionada, tan incandescente e incestuosa c'est le mot, el arte y la ciencia se encuentran en un insecto, en un tordo, en un cardo de aquel bosquecillo ducal. Ada va a casarse con un hombre expansivo, pero su mente es un museo cerrado y ella, y la querida Lucette, una vez me hicieron observar, por una pavorosa coincidencia, ciertos detalles de aquel otro tríptico, aquel terrible e irónico jardín de las delicias de 1500 aproximadamente, y, particularmente, las mariposas del mismo: una mariposa parda de los prados, hembra, en el centro del panel de la derecha, y una concha del panel central, dispuesta como si estuviera posada sobre una flor. Observa el "como si", porque aquí tenemos un ejemplo de los exactos conocimientos de aquellas dos admirables muchachitas; porque ellas dicen que, en realidad, se muestra allí una perspectiva falsa del insecto. Debiera haber sido la parte de abajo, vista como está de perfil, pero evidentemente el Bosco encontró un ala o dos en alguna telaraña de una esquina de su ventana y mostró la parte superior más bonita al pintar a su insecto incorrectamente posado. Quiero decir que me importa un bledo el significado esotérico, el mito que se oculta tras la mariposa, el atormentador de obras maestras según el cual el Bosco expresa alguna estupidez de su tiempo. Soy alérgico a las alegorías y estoy seguro de que simplemente pretendía divertirse, cruzando fantasías casuales, por el simple gusto del contorno y del color, y lo que nosotros tenemos que estudiar, tal como les decía a tus primas, es el deleite del ojo, el sentimiento y el sabor de la fresa de la mujer que abrazas, o bien la exquisita sorpresa de un insólito orificio...»
Vladimir Nabokov, "Ada o el Ardor"


jueves, 9 de noviembre de 2017

Cuando Rodolfo de Habsburgo vislumbró a un judío invocar las estrellas de la cábala: reseña de "De noche, bajo el Puente de Piedra" de Leo Perutz

ca. 1870

Este año he leído, en su mayoría, libros increíbles y que sé que transcenderán en mi alma y mi corazón de lectora. Autores como Umberto Eco, Vladimir Nabokov, Dostoievski, Bukowski e Irvine Welsh son siempre mencionados en mi blog, ya que son mis preferidos y a los que siempre leeré y releeré. Pero os quiero hablar de una personita especial que apareció en mi vida gracias a mi "eme", por medio de un librito lleno de magia, un librito indescriptible y perfecto, más que perfecto. Sí, os estoy hablando de Leo Perutz con su bellísimo De noche, bajo el Puente de Piedra. Este libro lo mencioné en Los libros que he leído el primer semestre de 2017 y cité un fragmento muy superficial y gracioso de la novela aquí . Realmente quería citar algún fragmento más guay o destacable del libro, pero tendría que haber redactado casi un capítulo entero o habría aparecido muy fuera de contexto y absurdo.
De noche, bajo el Puente de Piedra es un libro dividido en catorce relatos, sin orden cronológico, que parecen independientes y ajenos a las demás historias, más están todos enlazados estrechamente. A mi me vuelven loca, absolutamente loca, los libros de relatos/cuentos. Entre mis favoritos tengo La Cámara Sangrienta de Angela Carter, Crónicas Marcianas de R. Bradbury, Escritos de un Viejo Indecente de nuestro bolinga favorito, Bukowski, y, principalmente Bajo el Puente de Piedra (por supuesto).
Sobre Perutz, el escritor de las estrellas.
Leopold Perutz, fue un escritor y matemático austriaco y judío, nacido el año 1882 en Praga. Judío secular -no practicante de tradiciones hebreas en lo que concierne a (básicamente todo) a lo religioso, social y cultural-, Perutz vivió la mayor parte de su vida en Viena, ciudad donde desarrolló su trabajo como escritor, trabajo que consiguió popularidad a comienzos del siglo XX. En 1938, Austria fue anexionada a la Alemania Nazi, por lo cual Perutz y su familia tuvieron que abandonar Viena. Perutz sufrió su próxima estancia en Jerusalém, ya que no defendía la causa sionista, no le agradaba la forma en la que se había creado el estado de Israel: en su perspectiva el nacionalismo era una causa de mal en el mundo. Ya en 1945 intentó, junto a su familia, regresar a Europa, pero estalló una guerra entre Israel y el resto de países árabes, lo cual llevó a diversas restricciones a quienes querían viajar al extranjero. Fue ya en 1950 cuando los Perutz finalmente regresaron a Austria, y en 1951 recuperaron la ciudadanía austriaca.  En 1953 apareció su "obra maestra", De noche, bajo el puente de Piedra, novela acogida positivamente por la crítica, pero que lamentablemente, la editorial que la publicaba estaba en quiebra, lo que dificultó su distribución.
Falleció el 25 de Agosto de 1957 en Bad Ischl, a consecuencia de un edema pulmonar.
En 1941, gracias a amigos suyos, emigrantes a Argentina, y a la ayuda de Jorge Luis Borges (tremendo admirador suyo), sus obras fueron traducidas al español.

"La desgracia había perseguido a Berl el Caminante durante toda su vida. Desde su juventud había fracasado en todo. Había ejercido todos los oficios, y, a pesar de ello y de trabajar duramente, siguió siendo tan pobre que usaba el mismo vestido el sábado que entre semana, mientras que otros cambiaban de ropa cada día de fiesta. Últimamente se dedicaba a comprar en los pueblos de los alrededores las pieles del ganado sacrificado que le dejaban los carniceros cristianos, pero corrían tiempos en los que los campesinos se obstinaban en pedir doce cruzados por una piel que no valía ni ocho. Sus vecinos de callejuela junto al río solían decir que, cuando Berl el Caminante se dedicara al comercio de velas, el sol dejaría de ponerse. Cuando llueven ducados, decían, está en su casa, y cuando llueven piedras lo sorprenden en la calle; no hay estaca con la que no tropiece; si tiene pan le falta cuchillo, y si tiene ambas cosas le falta la sal."

Sobre De noche, bajo el Puente de Piedra.
¿De qué trata este conjunto de cuentos?
De cuando Rodolfo II se encontró con dos gigantes a quienes les robó un tálero por lo que le cayeron mil desgracias; de cuando un judío fue encerrado en una prisión con dos perros, los tres preparándose para la mañana siguiente terminar en el desolladero; de cómo Jäckele-Narr y Koppel-Bär, par de quejicas, corren a pedir ayuda al magnífico Rabino Loew (¿más razones para llenarme de fanatismo?) porque creen haber vislumbrado fantasmas; sobre las aventuras de Peter Zaruba y la mesa del emperador; de como un bosquejo, ilustrando a un monje capuchino contemplando un trozo de queso recién mendigado, termina en las manos de Rodolfo II, volviéndolo loco; de como, de noche, debajo el puente de pierda, una rosa le llora a un romero, y un romero le llora a una rosa, ambos anhelando un amor efímero.
Mi capítulo predilecto es La estrella de Waldstein. El inicio de este cuentito, trata sobre como Hanniwald, el secretario particular del emperador Rodolfo II, le reprocha a Johannes Kepler el retraso en la entrega de las Tablas Rudolfinas, que Kepler elaboraba como el astrónomo imperial de Rodolfo. Este cuentito se desenvuelve contándonos unos problemillas de Kepler, teniendo un desenlace bello y perturbador (no quiero decir mucho más).
Porqué me enamoré de esta obra.
Es una lectura deliciosa, equivalente a comer cerezas confitadas, acompañadas de café con leche, en una noche estrellada, bajo una lamparita de mesa. Rodolfo II es mi personaje histórico predilecto, y, el género de realidad fantástica me flipa muchísimo. Me quedé sin palabras al terminar éstos cuentos. En varios de estos, al finalizarlos, me recorrió un estremecimiento por todo mi cuerpo. Una distracción para mis depresiones y tristezas de hace varios meses. Incluso en este momento, a pesar de estar un poquitín melancólica, el sólo recordar estas historias me hace feliz. Y espero ustedes igual puedan presenciar esta felicidad, e imaginar al espíritu de Mordejai Meisl vagando por el cementerio de Praga, en el mágico Barrio Judío. Y recuerden, aquella noche, en su fortaleza de Praga, un grito de Rodolfo II, emperador del Sacro Imperio Romano, destrozó la vida del judío Mordejai Meisl, y quebró el sueño del gran Rabino Loew.

"Cuando Kepler regresó a su aposento ya no pensaba en Hanniwald ni en la conversación que había tenido con él. Vio que un copo de nieve se había quedado prendido de la manga de su capote y lo observó a través de una lente. Entonces tomó la pluma y escribió, con la de aquél que ha visto confirmada una vez más su opinión, las siguientes palabras: "De nive sexangula. Del carácter raro, multiforme, pero siempre hexagonal, de las estrellas de la nieve".

Ambas citas sacadas de "De noche, bajo el puente de piedra" de Leo Perutz, traducción de Cristina García Ohlrich, Editorial Océano de México, 1975.

martes, 31 de octubre de 2017

Lo más cercano a algo "halloweenesco" que publicaré este año.

Josef Mandl

"Es una calle larga y silenciosa. 
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo 
y me levanto y piso con pies ciegos 
las piedras mudas y las hojas secas 
y alguien detrás de mí también las pisa: 
si me detengo, se detiene; 
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie. 
Todo está oscuro y sin salida, 
y doy vueltas y vueltas en esquinas 
que dan siempre a la calle 
donde nadie me espera ni me sigue, 
donde yo sigo a un hombre que tropieza 
y se levanta y dice al verme: nadie."
Octavio Paz, "La calle"

Casi nunca he leído literatura de terror. ¡Ya me tengo anotados cuentos de Lovecraft, Poe y los típicos clásicos! No me peguéis. El próximo año sí publicaré sobre lecturas que leer en Halloween. Ahora ni sabría que recomendaros, soy una inexperta.

martes, 24 de octubre de 2017

Las crónicas presenciadas por Mickey Forester de unos nefastos chutómanos: una reseña de Trainspotting de Irvine Welsh.

Adriaen Collaert

Había visto la adaptación al cine dirigida por Danny Boyle hace unos añitos. Tenía un kick con las películas trágicas y de finales depresivos, afición formada por Requiem por un sueño (libro de Hubert Selby Jr. y adaptación al cine por Darren Aronofsky), causando que esta película no me gustase mucho (¿final feliz?). Quería muerte y sangre y a una multitud mutilada con jeringas... al parecer.
Pero me había prometido leerme este librito. No sé porqué. La consideraba una lectura de mero morbo y destinada para -solamente- pasar el rato. Recuerdo era el sexto lugar en mi lista de "por-leer" en mi Goodreads, desde que lo abrí en Julio de 2015.
En ésta primera novela de Irvine Welsh se cuenta la vida de numerosos jóvenes y adultos, residentes de Edimburgo, a finales de los años ochenta. Cada uno de estos personajes tiene algún problema de adicción de drogas, necesidad extrema de violencia y/o de sexo, problemas familiares y también problemillas triviales del día a día.
Welsh nos cuenta el no-tan-precioso lado de Edimburgo; el lado de Edimburgo lleno de heroína, extremadamente portador de VIH y violentísimo.
La historia se centra en Mark Renton, un chaval que vive con sus padres y es adicto al caballo. Hace numerosos intentos de dejar de drogarse, más siempre recae y recae. Un chaval crítico, que se cuestiona diversos porqués, un poco misántropo, y consciente de que la vida es una escoria.
Simon Williamson, alias Sick Boy, es un antihéroe proxeneta, machista y abusivo. Su personaje se desarrolla tremendamente en Porno, más en Trainspotting se le presenta como el mejor amigo (vaya mejor amigo) de Renton, de quien abusa y a quien manipula. El centro de atención del grupo gracias a su atractivo físico, Simon es un aprovechado y un interesado en la mas mínima posibilidad de estafar a alguien. Y, lo más guay de la locura de Sick Boy, son sus pensamientos internos, quienes se los imagina discutiéndolos y argumentándolos con Sean Connery. Shí, Shimón es un eshcosésh demente.
Oh, y qué les puedo decir de Francis Begbie. Un personaje fantástico, completamente demente y fuera de sí. Me encantan los personajes psicópatas, pero no todos llegan a ser tan desgraciados como Begbie. Francis causa terror a todos sus "amigos", les somete y les tiene amenazados bajo toda circunstancia. Se mofa de todos sus conocidos adictos a la heroína, ya que el no se droga ni inyecta nada; guía esa apatía que le tiene a la vida hacia la ejecución de violencia y a el alcohol, más no la canaliza a las drogas.

"[...] Con Sick Boy, al menos, es de esperar. Renton y Spud quedan horrorizados al percatarse que Begbie ha ligado. Está de palique con una mujer que tiene cara bastante bonita, piensa Spud; pero un culo gordo, observa Renton con maldad marujil. Algunas mujeres, pondera Renton con maliciosa envidia, se sienten atraídas por los tipos psicopáticos. Generalmente pagan un alto precio por este defecto, llevando vidas horribles. Como ejemplo, cita presuntuosamente a June, la novia de Begbie, que en estos momentos se encuentra en el hospital dando luz al niño."

Spud, Spud, Spud. Mi querido Daniel Murphy. Un pobre chaval que asume el papel de chivo expiatorio en el grupo de Renton, Francis y Sick Boy. Un buen tío, mi narrador preferido, ¿sabes? Una personilla débil y frágil, drogadicto como sus compañeros pero haciendo lo posible por complacer a la gente y sacrificando su felicidad en todo momento. Spud padece un poco el síndrome del impostor, cosa que me hizo sentirme identificada con múltiples pensamientos suyos y reacciones a diversas situaciones.
También se encuentran diversos personajes más, no tan trascendentes, como Tommy Lawrence, Segundo Premio, el genial Mickey Forrester (interpretado por nada más ni nada menos que el propio Welsh en la película), la feminista Kelly y la ninfulilla de catorce años, Dianne Coulston.
Y os quiero contar sobre mi personaje favorito: Dave Mitchell. No, este personaje no sale en la película. Es especial del libro (no por eso me gusta, ¿eh?, no soy tan pedante). Este personaje aparece a mediados de la novela como una historia completamente ajena a Renton y compañía. Su historia es breve, muy breve. Su historia se cuenta en el capítulo Mala Sangre. No redactaré nada sobre su historia, que sea una sorpresita (tal vez una sorpresita desagradable) para el futuro lector.

"Hay alguien más en la habitación conmigo. Es Spud, creo. Es difícil decirlo en la oscuridad.
«Spud...Spud.»
No dice nada.
«De verdad que hace un frío de los cojones, tío.»
Spud si en realidad es él el capullo sigue sin decir nada. Podría estar muerto, pero probablemente no, porque creo que tiene los ojos abiertos. Pero eso no significa una puta mierda."

La novela está narrada con múltiples juegos de palabras y modismos tremendamente escoceses. La voz narrativa varia en cada capítulo: en un capítulo puede narrar Spud, así como en el siguiente narrar Begbie, variando las perspectivas y los acontecimientos que le suceden a cada personaje. Nunca se menciona quien está narrando, pero, dependiendo de los modismos y las expresiones utilizadas, uno como lector se da cuenta qué personaje tiene la voz en ese momento. A veces el narrador es omnisciente, prácticamente siendo el narrador Welsh.
Como ya os mencioné, Trainspotting tiene su secuela llamada Porno (2002), la cual no le es fiel como secuela al libro, sino, como secuela a la película. En Porno hacen aparición diversos personajes de Cola (2001), otra novela del mundo de Welsh. Y luego, en 2012 Irvine escribió una precuela llamada Skagboys, donde se narra la vida de Renton, Sick Boy, Begbie y Spud antes de las adicciones.
Personajes que viven en la miseria por su carencia de ilusiones, poseedores de una visión de la vida como algo aburrido y rutinario, quienes prefieren morir y tener tendencias autodestructivas porque saben que la vida no mejorará para ellos ni para nadie.
Esta novela es un puñetazo al estómago. Pero un puñetazo que se agradece. Es que, tío, este libro se merece que rompa la "seriedad artística" en mi blog y ponga un gif de Begbie. ¡De las mejores lecturas del año, ostras!



Ambas citas sacadas de "Trainspotting" de Irvine Welsh, traducción de Federico Corriente, Editorial Anagrama, edición mexicana en Compactos, 2013.

lunes, 16 de octubre de 2017

Aquél que me asedió, ése era yo mismo: literatura con la manifestación del doble o el doppelgänger

Edward Gorey

Soy malísima haciendo introducciones a los posts de éste blog. Sobretodo cuando se trata de este tipo de tópicos. Primero os quiero contar sobre mi familiarización con el tema del doble. Desde muy pequeña me fascinaba el anime y la cultura japonesa, como he escrito ya en el post de los Kappas; encontré un anime cross-over llamado Tsubasa Reservoir Chronicles. Ese anime fue y seguirá siendo para mí el mejor anime de todos. Tsubasa fue mi primer acercamiento a esta creencia, esta ficción tan interesante del doppelgänger: los protagonistas terminan siendo perseguidos por sus otros yo. Se confunden entre cuál es el real y cuál no; cuál es bueno y cuál es peligroso. Este detalle en este anime fue lo que me cautivó de pequeña. Escribí varios cuentos con dobles, los cuales lamentablemente quemé (no sé si me creía muy Vladimir Nabokov o qué).
Hasta hace pocos años me enteré de este término, el cual prácticamente esperaba que me cayese del cielo, ya que nunca fui en su acecho. Yo simplemente lo denominaba como "clones".
Ahora, después de contar la gilipollez anterior, por fin comenzaré éste post. Haré lo posible porque tenga cierto orden esta publicación, no pecar de divagación y hacer un poco el papel de fuente de información no tan gilipollas. Eh, allá vamos.

«El peor enemigo con quien te puedes topar eres tú mismo; ese que te asecha en lo oscuro de la maleza y en la cueva eres tú mismo»
Friedrich Nietzsche.

El término Doppelgänger parece haber hecho su primera aparición en el Siebenkäs de Jean Paul Richter, en el año 1796. En esta novela, Richter hace un estudio sobre el subconsciente, representando como mayor exponente al fenómeno psicológico de los dobles andantes.
Una novela que quiero destacar, y al hacer mención de ésta, me estaré contradiciendo en posts anteriores, es la de El Extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. En esta novelita no figura como tal la manifestación del doble: nunca ocurre una duplicación, sino una transformación de personalidad drástica en un mismo cuerpo, nunca los dos cuerpos coexistiendo en el mismo espacio. Aunque, en ciertos aspectos, sí se pueden considerar la existencia de cercanías con el tema del doble andante.
El Extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde se aproximaría más a un caso de trastorno de personalidad.

"El hombre no es realmente uno, sino dos. Digo dos, porque el nivel de mis conocimientos no me permite ir más allá. Otros seguirán, otros me dejarán atrás en esa misma especialidad; y me aventuro a conjeturar que, en última instancia, el hombre será conocido como una mera comunidad de múltiples habitantes, incongruentes e independientes..." 
Robert L. Stevenson, El Extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde

Una aproximación a una definición.
Basándome en diversos estudios y análisis de otros estudiantes y autores sobre el tema del doble (cualquier fuente, ya sabéis, citada al final del post), he podido llegar a clasificar cuatro modos de manifestación del doppelgänger.
La primera es cuando el individuo existe en dos o múltiples mundos alternos, que suelen cruzarse y entrelazarse. Unos ejemplos que podría mencionar serían historias como Un cuento de las montañas escabrosas (1844) de Edgar Allan Poe, El otro (1975) de Borges y La esquina alegre (1908) de Henry James.
La segunda manera de manifestarse es por medio psicológico. El cerebro suele hacer malas jugadas, crear imágenes en espejos, sombras y reflejos. Aquí sale a relucir la dualidad interna de cada individuo, similar al Hyde de Jekyll, sólo que en este tipo de representación vendría a juego la posibilidad de que esta dualidad interna se figure "tangible" en un reflejo que se cree viviente, como serían los "sosias" de Trapp en Lolita (1955) de Vladimir Nabokov. 
La tercera forma de manifestación es cuando dos individuos de identidades completamente distintas coexisten en el mismo espacio tiempo, en una misma dimensión. Un pequeño ejemplo sería El Hombre Duplicado (2002) de José Saramago. Y la cuarta y última forma sería el desdoblamiento con intervención de algún objeto material: un espejo, una fotografía, una estatua, un muñeco o un retrato. El Retrato Oval (1842) de Edgar Allan Poe podría considerarse en esta categoría.
En "El otro es el mismo : la teoría y la historia de la doble" Massimo Fusillo divide al doppelgänger en 18 motivos; entre estos el doble tal cual, el aparente, el travestismo, el cambio de identidad, el doble onírico, el retrato, la máscara, el vestido, el espejo, la sombra, la criatura artificial y la metamorfosis.
Normalmente se vincula la existencia del doble como una señal de mal augurio. No es complicado encontrar ejemplos de la literatura del siglo XIX y XX para demostrar que normalmente los doppelgänger encarnan el lado malvado y siniestro del personaje duplicado. Como es el caso del monje capuchino Medardo y del Conde Victorino en Los elixires del diablo (1815) de E. T. A. Hoffmann, o de los caballeros de las estrellas roja y verde en El Caballero Doble (1840) de Théophile Gautier. 

Novelas, relatos y cuentos donde hace aparición.

Un cuento qué, junto a la obra de Robert Stevenson siempre se menciona en este tópico, es William Willson (1839) de Edgar Allan Poe. Seré honesta, no he leído este cuento. Pero tengo un poquitín de información acerca de él: Trata sobre un señor llamado William Willson, persona poco agraciada y con falta de ética, a quién, cada vez que comete un acto perverso, se le aparece su otro yo.
Dostoievski nos brinda El Doble (1846), donde se  cuenta la terrible experiencia de Goliadkin cuando éste se encuentra con su duplicación. No quiero hacer muchísimo comentario de este libro. Goliadkin es, hasta ahorita, mi personaje favorito de todos los libros que he leído. Vladimir Nabokov, como ya he mencionado en otros posts (perdón por la obsesión con este autor), tiene varias obras donde se presenta el doble como Desesperación (1969),Lolita (1955), La verdadera vida de Sebastian Night (1941) y El Ojo (1930).
En El Golem (1915) de Gustav Meyrink también hace diversas apariciones este fenómeno. Athanasius Pernath se ve a sí mismo múltiples veces. Una y otra vez, una y otra vez el se encuentra enfrente de sí mismo; en una criatura difusa y etérea, en el Fou del Tarot, en momentos donde el tiempo se difumina, se entremezcla y se ve a sí múltiples veces haciendo lo que anteriormente hizo. Se cruzan universos, se cruzan horarios, Athanasius Pernath se duplica múltiples veces.
Borges, por supuesto, tiene cuentos temáticos del doble, como El Otro (1975), Borges y yo (1960), El Sur (1953), entre otros. Marcel Schwob también aporta escritos donde las duplicaciones están presentes: El Hombre Doble, El Tren 081 y en El libro de Monelle (1894), una de las hermanas, "La predestinada", se enfrenta a su reflejo en el espejo, mostrando tremenda aversión a este.
Un cuento donde la "duplicación" es especial, más bien yo le llamaría división, es El Vizconde Demediado (1952) de Italo Calvino. Medardo, un vizconde, es partido en dos por un cañonazo en una batalla. Como es de esperarse, una mitad es buena y la otra mala.
Mencionando diversas obras literarias, en este caso cuando el personaje se ve a sí mismo como un difunto o un cadáver, serían El Estudiante de Salamanca (1840) de José de Espronceda, El capitán Montoya (1840), de José Zorrilla, el Jardín de flores curiosas (1570) de Antonio de Torquemada y El caballero del Olmedo (1620)  de Lope de Vega; duplicaciones donde el individuo contempla su propio cadáver o asiste a su propio funeral.

"Pero de pronto, sin motivo aparente, volvía a presentarse el sujeto conocido por su malevolencia e impulsos bestiales bajo la forma del señor Goliadkin II y, al instante, con sólo su aparición, desbarataba todo el triunfo, toda la gloria del señor Goliadkin I, lo eclipsaba, lo hundía en el fango y mostraba a las claras que el señor Goliadkin I, el auténtico, no era en absoluto auténtico, sino una imitación, y que el auténtico era él."
Fédor Dostoievski, El Doble


Más detallitos y novelas con los dobles.
La perspectiva femenina sobre el tema del doble se puede apreciar en Frankestein (1818) de Mary Shelley y El talentoso Mr. Ripley (1955) de Patricia Highsmith.
Molina Foix y Rebeca Martín recuerdan una anécdota muy interesante tratando de la confusión entre dos personas similares físicamente: en el siglo II a. C. Plauto presentó su historia llamada Anfitrión, donde cuenta que Júpiter, con las intenciones de gozar de la mujer del mortal Anfitrión, toma su aspecto físico, y Mercurio el de su criado, Sosia. "Sosia" se ha incorporado al lenguaje como un definitorio de las réplicas o severos parecidos entre objetos o entre personas.
Para E.T.A. Hoffmann la desintegración de personalidad era un enigma preocupante. Así escribió Los elixires del Diablo (1815)Las aventuras de la noche de San SilvestreLa Princesa Brambilla, El Gato Murr (1820) y El Hombre de Arena (1817). Haré especial mención de la confusión que se figura en la mente de Nathanaël sobre el parecido entre Coppelius y Coppola en El Hombre de Arena.
Una novelita gráfica donde nuestro protagonista se topa con su doble, éste trayéndole mala suerte, es La casa dorada de Samarcanda de Hugo Pratt (1986); podéis ver un pequeño fragmento de la novela gráfica aquí.

De Otto Rank, Meyrink y Heinz Ewers.
Como ya os mencionado arriba, El Golem contiene diversas apariciones del doble. Bien, pues, Meyrink y el cinematógrafo Ewers se compartieron al actor Paul Wegener; para la adaptación cinematográfica de El Golem y el guión escrito por Ewers llamado El estudiante de Praga (1913), donde también se trata el tema del doppelgänger.
“The two men amalgamated Hoffmann’s tales, the Faust myth and Poe’s
doppelganger story ‘William Wilson’ to construct a screenplay about an impoverished
student called Baldwin. Baldwin ruined himself by signing a compact with the sorcerer
Scapinelli, who promises a rich marriage in return for receiving the gift of the
student’s mirror reflection” (1988, Davenport-Hines sobre el personaje de El estudiante de PragaBaldwin).
Otto Rank, fascinado por el filme de Ewers, escribe un ensayo sobre el Doble, donde analiza el porqué y el dónde de la aparición del doble en la literatura. La primera parte de su ensayo cuenta con estos capítulos:

1. El problema del Yo.                              
2. El tema del doble en la literatura.
3. El desdoblamiento de la personalidad.  
4. La sombra, representación del alma.
5. El reflejo, símbolo del narcisismo.
6. La concepción dualista del alma y el culto a los Gemelos.
7. La creencia en la inmortalidad del «yo».

Así como Otto Rank, Sigmund Freud también ha hecho ensayos de los dobles.

Estudios/ensayos sobre el doble para finalizar.
Sobre el doppelgänger podría mencionar muchísimo más (y lo haré en otros posts, incluso podría hacer una segunda parte de este post), pero terminaré esta breve entrada mencionando cuatro estudios sobre la manifestación del doble -incluidos algunos que use muchísimo para esta publicación-.
En primer lugar Figures du double dans les littératures eu-ropéennes (2001) de Gérard Conio, una obra colectiva que recopila estudios del doble en la literatura alemana, rusa, polaca y rumana. En segundo lugar la tesis doctoral de Rebeca Martín, Las manifestaciones del doble en la narrativa breve española contemporánea (2006). También el estudio Narciso y el doble en la literatura fantástica victoriana (1998) de Antonio Ballesteros. Y, como extra sobre el doble en el cine El tema del doble en el cine como manifestación del imaginario audiovisual del sujeto moderno (2002) por Stella Maris Poggian.
Y cierro este post con una ilustración de tinta hecha por Dante Gabriel Rossetti titulada How they met themselves.
Gracias por leer esta lluvia de información tan vaga y desordenada. Gracias.


Fuentes:
Las manifestaciones del doble en la narrativa breve española contemporánea, Rebeca Martín http://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/4876/rml1de1.pdf, 2006.
Figuras y significaciones del mito del doble en la literatura: teorías explicativas, Juan Herrero Cecilia http://www.redalyc.org/html/808/80820893002/
Doble del doble, José María Merino, http://www.revistadelibros.com/articulos/el-tema-del-doble-en-el-cuento, 2008.
Gótico alemán: Ewers y las dualidades peligrosas, José Ricardo Chaves, http://ru.ffyl.unam.mx/bitstream/handle/10391/4241/06_ALM_17_2012_Chaves_95-105.pdf?sequence=1, 2012.