Hendrick Goltzius
"Almanaques, coplas, libros piadosos, vidas de santos, todo el variopinto opusculario que constituía la masa de la producción libresca de antaño, nos parece actualmente estático, inerte, siempre igual a sí mismo; pero, ¿cómo lo leía el público de entonces?" p. 23.
Como os habréis de imaginar por diversos posts mencionando (no sin ocultar, tras cierta máscara, con motivos de "protección" de mi privacidad) mi edad, o al menos una cantidad casi asertiva, soy una cría de menos de veinte años. Por lo cual mucha gente cercana o que me conoce apenas, me chulea y festeja diversos textos que decido leerme. ¡Pero qué joven eres para decidirte a agarrar tal libro! Lo cual me halaga, sin ignorar que me llena de vanidad y sube el líquido de mi termómetro de pedantería. Pero no me malinterpretéis, los libros que escojo no son por mera pose, joder no; son libros que anhelo leer. Desconozco la presión social que me causaría el leer un libro sólo para presentar una imagen de mí misma ante el resto, sin realmente desear el comerme el libro con los ojos. No gracias, mejor pasar de ello. Hoy os traigo uno de esos libros que me festejarían por leer (y me festejaron), como si fuese una criaturilla enjaulada de un circo haciendo monerías y chucherías. Os estoy hablando de El queso y los gusanos del historiador italiano Carlo Ginzburg.
Me propuse para cada mes de febrero, en celebración a mi cumpleaños, leerme un libro que le tuviese pavor, cierto cosquilleo de precaución, ante la idea de semejante (o aparente) dificultad de nivel cognitivo (llamémosle así). Para este año me decanté por Ginzburg y su proyección del molinero Menocchio; para el próximo yo supongo será Octavio Paz con su "Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe" (¡mi amada Juana de Asbaje!).
Citaré diversos fragmentos del libro, indicando la página donde se encuentra el texto, por lo cual os digo la edición con la que cuento: Ediciones Península, Editorial Océano de México. Y podéis ver una imagen del libro aquí.
Carlo Ginzburg.
Nacido en Turín en 1939, Ginzburg es un historiador y profesor italiano. Hijo de Natalia Ginzburg, dramaturga, ensayista, novelista y política italiana y de Leone Ginzburg, intelectual italiano, figura cultural de los años 30, quien por sus raíces judías y sus ideas antifascistas fue encarcelado por los nazis y resultó muerto tras haber sido torturado en la prisión romana de Regina Coeli.
En 1961, Carlo, se doctoró en Filosofía por la Universidad de Pisa. Ha aportado material al campo del arte, a la historia antropológica, a la literatura y a la historiografía. Unas cuantas obras escritas por Ginsburg han sido traducidas al español, entre ellas El queso y los gusanos, Mitos, Emblemas e Indicios: Morfología e historia, El juez y el historiador y Un diálogo.
Actualmente trabaja en California, Estados Unidos.
El queso y los gusanos: el cosmos según un molinero del siglo XVI
La analogía que aclama Menocchio, la cual titula al libro, es la forma más fascinante de ver al cosmos: para Menocchio Dios no creo al mundo, éste fue creado por un caos primigenio, de donde surgieron Dios y los ángeles, como los gusanos con el queso; al coagularse el queso (el cosmos), se van generando los gusanos (los ángeles y el mismísimo Dios).
Como sabéis, este libro es parte de la corriente llamada microhistoria. Ginzburg da a conocer la vida de un simple campesino, otro personaje más de las clases populares, que, si Carlo Ginzburg no hubiese querido reconstruir su biografía, se habría perdido en el anonimato, como casi toda la gente de clase baja, quienes no dejaron marca en la historia (o al menos la escrita y documentada). Ginzburg fue capaz de reconstruir la cosmología de Menocchio a través de dos juicios impartidos por la Santa Inquisición en 1583 y 1599; a partir de éstos datos Ginzburg elaboró nuevas teorías interpretativas.
Domenicco Scandella, un campesino nada común.
Nació en 1532 (en su primer proceso -1583-, declaró tener cincuenta y dos años), en Montereale, un pequeño pueblecillo situado entre las colinas del Friuli, al norte de Pordenone. Sufrió de un destierro, el cual se prolongó por dos años; ésto, debido a una riña. Molinero y seleccionado alcalde poco tiempo antes de ser detenido. Casado y padre de siete hijos; otros cuatro fallecieron. Acusado por el cura de la zona, Odorico Vorai, Menocchio fue procesado dos veces; en el primer proceso fue "perdonado"; después del segundo proceso, Menocchio terminó siendo ejecutado por la Santa Inquisición.
"[...] Hemos visto los libros que leía Menocchio. Pero, ¿cómo los leía?
Si cotejamos uno por uno los pasajes de los libros citados por Menocchio, con las conclusiones que él extrae de ellos (para no hablar de la forma en que se lo refirió a los jueces) tropezamos siempre con un hiato, una desviación aveces profunda. Cualquier intento de considerar estos libros como «fuentes», en el sentido mecánico del término, se derrumba ante la agresiva originalidad de la lectura que de ellos hace Menocchio. Por lo tanto, más importante que el texto es la clave de lectura; el tamiz que Menocchio interponía inconscientemente entre él y la página impresa: un tamiz que pone relieve ciertos pasajes y oculta otros, que exasperaba el significado de una palabra aislándola del contexto, que actuaba sobre la memoria de Menocchio deformando la propia lectura del texto. Y este tapiz, esa clave de lectura, nos remite continuamente a una cultura distinta de la expresada por la página impresa: una cultura oral...
Fue el encuentro de la página impresa con la cultura oral, de la que era depositorio, lo que indujo a Menocchio a formular —primero a sí mismo, luego a sus paisanos, y hasta a los jueces— «las opiniones [...] sacadas de su cerebro»." p. 86
Cosa poco corriente era el hecho de que Menocchio, siendo un simple molinero en aquella época, supiese leer y escribir. Fanático a los debates, a las discusiones, siempre buscaba oportunidad para alardear su punto de vista concerniente a La Trinidad, a la Vírgen María, y al origen del mundo. Se contradecía constantemente. Pero tenía su punto y su posición ante estos tópicos ya mencionados.
Domenicco Scandella contaba con una pequeña cantidad de libros preferidos, de donde sacó sus teorías. Pero, como el fragmento que cité arriba, Menocchio solía deformar las intenciones primigenias de los autores; sus conclusiones terminaban siendo completamente diferentes y distorsionadas, nada parecidas al texto leído por él. Entre sus libros favoritos, o al menos los mencionados por él bajo tortura, se encontraban "El Floriregio" de la Biblia -su libro de cabecera, "Zampollo", el "Decamerón" (obsequio de Nicola de Porcia), la Biblia en lengua vulgar y supuestamente el "Corán". Para Menocchio no existía el Pecado Original, ni Dios poseía la divinidad que se le atribuía. Dios era parte de las cosas materiales. Como ya había mencionado, (y el mismo título del libro señala), Menocchio formó su propia cosmología: En un principio fue el caos, estando fuego, aire, agua y tierra mezclados en una "masa", informes. Del "caos primordial" de Menocchio, así como del queso surge la leche, se formó una nueva masa, de donde aparecieron los gusanos posteriormente. Dios, y los ángeles, eran los gusanos. Todas estas afirmaciones impresionaron al Santo Oficio, trayéndole problemas. Para el Santo Oficio debía de haber alguna clase de cómplice a estas ideas, ya que no era posible que un simple molinero se hubiese formado tales teorías en su cabeza, por sí sólo. Se descubrió que supuestamente un tal Nicola de Porcia, hombre "herejísimo", además de ejercer su labor de pintor, adoctrinó a Menocchio. No se pudo comprobar dicha acusación. Se quería ver si Menocchio pertenecía a alguno de los grupos reformistas de la época; sus teorías se parecían a las de los anabaptistas, aunque también se le culpó de seguir a los luteranos. Pero sus ideas sobre la cosmología eran diferentes a las de éstos grupos, así que no se le pudo proclamar miembro de un grupo reformista.
"Había pasado en la cárcel parte del invierno y de la primavera. Probablemente vigilaba con impaciencia el final de un proceso que duraba casi tres meses. Pero que le interrogaran y le escucharan con tanta atención unos frailes tan cultos (incluso había un notario que transcribía sus respuestas) debía de ser casi embriagador para quien hasta entonces había tenido un público compuesto casi exclusivamente por campesinos y artesanos semianalfabetos." p. 147
Domenicco fue perdonado en su primer proceso, desencarcelado bajo libertad condicional. No podía abandonar Montereale, y debía vestir un sambenito. Dicha prenda le ocasionó que la gente del pueblo le evitase y no le dirigiese la palabra. Menocchio rompió las reglas impuestas por el Santo Oficio y comenzó a vestir su sambenito debajo de otras prendas. También pidió permiso para salir de Montereale en ocasiones, ya que comenzaba a trabajar como guitarrista en fiestas, y muchas de estas, acontecían en los alrededores de Montereale. Fue, a pesar de todo, elegido alcalde de su pueblecito. Le cayeron problemas económicos, de los cuales no pudo escapar, ya que el hijo que le apoyaba pasase lo que pasase había fallecido, y los demás hijos le despreciaban y le desconocían. En 1598, el tribunal comenzó a estudiar su caso nuevamente. Menocchio, en 1599, fue nuevamente arrestado. El Santo Oficio se enteró que Menocchio seguía blasfemando y burlándose de la fe, como él mismo admitió; sólo había fingido el estar arrepentido para poder zafarse de las consecuencias que le esperaban. Nunca fue un remordimiento sincero.
El 6 de julio de 1599, Domenicco Scandella fue ejecutado en la hoguera de Pordenone, quemado vivo por orden del Papa Clemente VIII, Ippolito Aldobrandini.
"[...] Por lo que se ve, a fuerza de circular de boca en boca el razonamiento de Menocchio se había simplificado y deformado. Una palabra difícil como --caos-- había desaparecido siendo sustituida po una variante más ortodoxa («al principio este mundo no era nada»). La secuencia queso-gusanos-ángeles-santísima majestad-Dios el más poderoso de los ángeles-hombres, se había abreviado en la transmisión, quedando reducida a la de queso-gusanos-hombre-Dios, el más poderoso de los hombres." p. 113
Me acerqué a este libro gracias a mi eme, a mi bella madre, ya que ella es historiadora. Y yo resulté tener una extraña pasión, un ardor en el pecho, anhelante, ante conocer las mentalidades a lo largo de la historia, ya sea la mentalidad que acontecía en las clases dominantes, como la mentalidad de las clases populares. ¿Qué pensaban antes?, ¿qué los llevó a tener tales creencias?, ¿cómo fue que tuvieron mentes tan imaginativas?, ¿acaso fue por otras teorías más ancestrales?. Creo ya me entienden. Tal fenómeno y pasión hizo aparición en mi vida desde que era pequeña, cuando comencé a leer sobre bestiarios y seres fantásticos de la mitología. La sola idea de que una persona, o un grupo de ellas, haya comenzado con un mito, producto de una ocurrencia, una imagen naciente de un chispazo imaginativo, para luego, a lo largo del tiempo, otras diversas personas deformasen, modificasen dicho mito a su época, a lo que les rodease... me es fascinante. Además del producto conocido en nuestros días (una creencia en relación a la religión, una costumbre, un festejo, una criatura mitológica), hay que agregarle el contexto histórico, el entorno, a éste. Un ejemplo sencillísimo serían los cinocéfalos. Según éstos aparecieron en el imaginativo humano porque, ante la ignorancia de múltiples animales salvajes (inclusive antes de Marco Polo y sus viajes, los cinocéfalos ya habían "hecho aparición", ya que el geógrafo griego Megástenes, contó que los había visto cuando viajó a la India, hacía el 302 d.C.), los primeros viajeros pudieron haber presenciado a los lémures indri indri, pensando que éstos eran hombres con cabeza de perro. Luego, entre varias representaciones que se le adjudicaron a dichas criaturas, como un ejemplo, en diversas iglesias ortodoxas se ilustraba a san Cristóbal con cabeza de perro. Quienes iniciaron el mito eran de los primeros viajeros, vivían en ignorancia, porque apenas comenzaban a descubrir el mundo que les rodeaba. Sí, un ejemplo tontísimo, pero muestra un poco mi punto con esta ilusión que padezco.
Carlo Ginzburg salvó a un pobre humano de las clases populares, lo salvó del olvido para brindarnos una documentación de su vida. Menocchio ha logrado trascender a nuestros días, a diferencia de millones de millones, que se han quedado enterrados para siempre, junto su mentalidad, sus anhelos, sus deseos, sus logros, sus fracasos, sus perversiones, sus aportaciones. Enterrados en el olvido para siempre.
Fuentes:
Citas sacadas de "El queso y los gusanos" de Carlo Ginzburg, traducción de Francisco Martín, traducción de las citas latinas al cuidado de Francisco Cuartero, Ediciones Península, Editorial Océano de México, 2008.