domingo, 25 de febrero de 2018

Aquel molinero del siglo XVI que fantaseaba con el cosmos y blasfemaba por doquier: un intento de reseña de "El queso y los Gusanos" de Carlo Ginzburg

Hendrick Goltzius

"Almanaques, coplas, libros piadosos, vidas de santos, todo el variopinto opusculario que constituía la masa de la producción libresca de antaño, nos parece actualmente estático, inerte, siempre igual a sí mismo; pero, ¿cómo lo leía el público de entonces?" p. 23.

Como os habréis de imaginar por diversos posts mencionando (no sin ocultar, tras cierta máscara, con motivos de "protección" de mi privacidad) mi edad, o al menos una cantidad casi asertiva, soy una cría de menos de veinte años. Por lo cual mucha gente cercana o que me conoce apenas, me chulea y festeja diversos textos que decido leerme. ¡Pero qué joven eres para decidirte a agarrar tal libro! Lo cual me halaga, sin ignorar que me llena de vanidad y sube el líquido de mi termómetro de pedantería. Pero no me malinterpretéis, los libros que escojo no son por mera pose, joder no; son libros que anhelo leer. Desconozco la presión social que me causaría el leer un libro sólo para presentar una imagen de mí misma ante el resto, sin realmente desear el comerme el libro con los ojos. No gracias, mejor pasar de ello. Hoy os traigo uno de esos libros que me festejarían por leer (y me festejaron), como si fuese una criaturilla enjaulada de un circo haciendo monerías y chucherías. Os estoy hablando de El queso y los gusanos del historiador italiano Carlo Ginzburg.
Me propuse para cada mes de febrero, en celebración a mi cumpleaños, leerme un libro que le tuviese pavor, cierto cosquilleo de precaución, ante la idea de semejante (o aparente) dificultad de nivel cognitivo (llamémosle así). Para este año me decanté por Ginzburg y su proyección del molinero Menocchio; para el próximo yo supongo será Octavio Paz con su "Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe" (¡mi amada Juana de Asbaje!).
Citaré diversos fragmentos del libro, indicando la página donde se encuentra el texto, por lo cual os digo la edición con la que cuento: Ediciones Península, Editorial Océano de México. Y podéis ver una imagen del libro aquí.
Carlo Ginzburg.
Nacido en Turín en 1939, Ginzburg es un historiador y profesor italiano. Hijo de Natalia Ginzburg, dramaturga, ensayista, novelista y política italiana y de Leone Ginzburg, intelectual italiano, figura cultural de los años 30, quien por sus raíces judías y sus ideas antifascistas fue encarcelado por los nazis y resultó muerto tras haber sido torturado en la prisión romana de Regina Coeli.
En 1961, Carlo, se doctoró en Filosofía por la Universidad de Pisa. Ha aportado material al campo del arte, a la historia antropológica, a la literatura y a la historiografía. Unas cuantas obras escritas por Ginsburg han sido traducidas al español, entre ellas El queso y los gusanosMitos, Emblemas e Indicios: Morfología e historiaEl juez y el historiador Un diálogo.
Actualmente trabaja en California, Estados Unidos.
El queso y los gusanos: el cosmos según un molinero del siglo XVI
La analogía que aclama Menocchio, la cual titula al libro, es la forma más fascinante de ver al cosmos: para Menocchio Dios no creo al mundo, éste fue creado por un caos primigenio, de donde surgieron Dios y los ángeles, como los gusanos con el queso; al coagularse el queso (el cosmos), se van generando los gusanos (los ángeles y el mismísimo Dios).
Como sabéis, este libro es parte de la corriente llamada microhistoria. Ginzburg da a conocer la vida de un simple campesino, otro personaje más de las clases populares, que, si Carlo Ginzburg no hubiese querido reconstruir su biografía, se habría perdido en el anonimato, como casi toda la gente de clase baja, quienes no dejaron marca en la historia (o al menos la escrita y documentada). Ginzburg fue capaz de reconstruir la cosmología de Menocchio a través de dos juicios impartidos por la Santa Inquisición en 1583 y 1599; a partir de éstos datos Ginzburg elaboró nuevas teorías interpretativas.
Domenicco Scandella, un campesino nada común.
Nació en 1532 (en su primer proceso -1583-, declaró tener cincuenta y dos años), en Montereale, un pequeño pueblecillo situado entre las colinas del Friuli, al norte de Pordenone. Sufrió de un destierro, el cual se prolongó por dos años; ésto, debido a una riña. Molinero y seleccionado alcalde poco tiempo antes de ser detenido. Casado y padre de siete hijos; otros cuatro fallecieron. Acusado por el cura de la zona, Odorico Vorai, Menocchio fue procesado dos veces; en el primer proceso fue "perdonado"; después del segundo proceso, Menocchio terminó siendo ejecutado por la Santa Inquisición.

"[...] Hemos visto los libros que leía Menocchio. Pero, ¿cómo los leía?
Si cotejamos uno por uno los pasajes de los libros citados por Menocchio, con las conclusiones  que él extrae de ellos (para no hablar de la forma en que se lo refirió a los jueces) tropezamos siempre con un hiato, una desviación aveces profunda. Cualquier intento de considerar estos libros como «fuentes», en el sentido mecánico del término, se derrumba ante la agresiva originalidad de la lectura que de ellos hace Menocchio. Por lo tanto, más importante que el texto es la clave de lectura; el tamiz que Menocchio interponía inconscientemente entre él y la página impresa: un tamiz que pone relieve ciertos pasajes y oculta otros, que exasperaba el significado de una palabra aislándola del contexto, que actuaba sobre la memoria de Menocchio deformando la propia lectura del texto. Y este tapiz, esa clave de lectura, nos remite continuamente a una cultura distinta de la expresada por la página impresa: una cultura oral...
Fue el encuentro de la página impresa con la cultura oral, de la que era depositorio, lo que indujo a Menocchio a formular primero a sí mismo, luego a sus paisanos, y hasta a los jueces «las opiniones [...] sacadas de su cerebro»." p. 86

Cosa poco corriente era el hecho de que Menocchio, siendo un simple molinero en aquella época, supiese leer y escribir. Fanático a los debates, a las discusiones, siempre buscaba oportunidad para alardear su punto de vista concerniente a La Trinidad, a la Vírgen María, y al origen del mundo. Se contradecía constantemente. Pero tenía su punto y su posición ante estos tópicos ya mencionados. 
Domenicco Scandella contaba con una pequeña cantidad de libros preferidos, de donde sacó sus teorías. Pero, como el fragmento que cité arriba, Menocchio solía deformar las intenciones primigenias de los autores; sus conclusiones terminaban siendo completamente diferentes y distorsionadas, nada parecidas al texto leído por él. Entre sus libros favoritos, o al menos los mencionados por él bajo tortura, se encontraban "El Floriregio" de la Biblia -su libro de cabecera, "Zampollo", el "Decamerón" (obsequio de Nicola de Porcia), la Biblia en lengua vulgar y supuestamente el "Corán".  Para Menocchio no existía el Pecado Original, ni Dios poseía la divinidad que se le atribuía. Dios era parte de las cosas materiales. Como ya había mencionado, (y el mismo título del libro señala), Menocchio formó su propia cosmología: En un principio fue el caos, estando fuego, aire, agua y tierra mezclados en una "masa", informes. Del "caos primordial" de Menocchio, así como del queso surge la leche, se formó una nueva masa, de donde aparecieron los gusanos posteriormente. Dios, y los ángeles, eran los gusanos. Todas estas afirmaciones impresionaron al Santo Oficio, trayéndole problemas. Para el Santo Oficio debía de haber alguna clase de cómplice a estas ideas, ya que no era posible que un simple molinero se hubiese formado tales teorías en su cabeza, por sí sólo. Se descubrió que supuestamente un tal Nicola de Porcia, hombre "herejísimo", además de ejercer su labor de pintor, adoctrinó a Menocchio. No se pudo comprobar dicha acusación. Se quería ver si Menocchio pertenecía a alguno de los grupos reformistas de la época; sus teorías se parecían a las de los anabaptistas, aunque también se le culpó de seguir a los luteranos. Pero sus ideas sobre la cosmología eran diferentes a las de éstos grupos, así que no se le pudo proclamar miembro de un grupo reformista. 

"Había pasado en la cárcel parte del invierno y de la primavera. Probablemente vigilaba con impaciencia el final de un proceso que duraba casi tres meses. Pero que le interrogaran y le escucharan con tanta atención unos frailes tan cultos (incluso había un notario que transcribía sus respuestas) debía de ser casi embriagador para quien hasta entonces había tenido un público compuesto casi exclusivamente por campesinos y artesanos semianalfabetos." p. 147

Domenicco fue perdonado en su primer proceso, desencarcelado bajo libertad condicional. No podía abandonar Montereale, y debía vestir un sambenito. Dicha prenda le ocasionó que la gente del pueblo le evitase y no le dirigiese la palabra. Menocchio rompió las reglas impuestas por el Santo Oficio y comenzó a vestir su sambenito debajo de otras prendas. También pidió permiso para salir de Montereale en ocasiones, ya que comenzaba a trabajar como guitarrista en fiestas, y muchas de estas, acontecían en los alrededores de Montereale. Fue, a pesar de todo, elegido alcalde de su pueblecito. Le cayeron problemas económicos, de los cuales no pudo escapar, ya que el hijo que le apoyaba pasase lo que pasase había fallecido, y los demás hijos le despreciaban y le desconocían. En 1598, el tribunal comenzó a estudiar su caso nuevamente. Menocchio, en 1599, fue nuevamente arrestado. El Santo Oficio se enteró que Menocchio seguía blasfemando y burlándose de la fe, como él mismo admitió; sólo había fingido el estar arrepentido para poder zafarse de las consecuencias que le esperaban. Nunca fue un remordimiento sincero.
El 6 de julio de 1599, Domenicco Scandella fue ejecutado en la hoguera de Pordenone, quemado vivo por orden del Papa Clemente VIII, Ippolito Aldobrandini. 

"[...] Por lo que se ve,  a fuerza de circular de boca en boca el razonamiento de Menocchio se había simplificado y deformado. Una palabra difícil como --caos-- había desaparecido siendo sustituida po una variante más ortodoxa («al principio este mundo no era nada»). La secuencia queso-gusanos-ángeles-santísima majestad-Dios el más poderoso de los ángeles-hombres, se había abreviado en la transmisión, quedando reducida a la de queso-gusanos-hombre-Dios, el más poderoso de los hombres." p. 113

Me acerqué a este libro gracias a mi eme, a mi bella madre, ya que ella es historiadora. Y yo resulté tener una extraña pasión, un ardor en el pecho, anhelante, ante conocer las mentalidades a lo largo de la historia, ya sea la mentalidad que acontecía en las clases dominantes, como la mentalidad de las clases populares. ¿Qué pensaban antes?, ¿qué los llevó a tener tales creencias?, ¿cómo fue que tuvieron mentes tan imaginativas?, ¿acaso fue por otras teorías más ancestrales?. Creo ya me entienden. Tal fenómeno y pasión hizo aparición en mi vida desde que era pequeña, cuando comencé a leer sobre bestiarios y seres fantásticos de la mitología. La sola idea de que una persona, o un grupo de ellas, haya comenzado con un mito, producto de una ocurrencia, una imagen naciente de un chispazo imaginativo, para luego, a lo largo del tiempo, otras diversas personas deformasen, modificasen dicho mito a su época, a lo que les rodease... me es fascinante. Además del producto conocido en nuestros días (una creencia en relación a la religión, una costumbre, un festejo, una criatura mitológica), hay que agregarle el contexto histórico, el entorno, a éste. Un ejemplo sencillísimo serían los cinocéfalos. Según éstos aparecieron en el imaginativo humano porque, ante la ignorancia de múltiples animales salvajes (inclusive antes de Marco Polo y sus viajes, los cinocéfalos ya habían "hecho aparición", ya que el geógrafo griego Megástenes, contó que los había visto cuando viajó a la India, hacía el 302 d.C.), los primeros viajeros pudieron haber presenciado a los lémures indri indri, pensando que éstos eran hombres con cabeza de perro. Luego, entre varias representaciones que se le adjudicaron a dichas criaturas, como un ejemplo, en diversas iglesias ortodoxas se ilustraba a san Cristóbal con cabeza de perro. Quienes iniciaron el mito eran de los primeros viajeros, vivían en ignorancia, porque apenas comenzaban a descubrir el mundo que les rodeaba. Sí, un ejemplo tontísimo, pero muestra un poco mi punto con esta ilusión que padezco. 
Carlo Ginzburg salvó a un pobre humano de las clases populares, lo salvó del olvido para brindarnos una documentación de su vida. Menocchio ha logrado trascender a nuestros días, a diferencia de millones de millones, que se han quedado enterrados para siempre, junto su mentalidad, sus anhelos, sus deseos, sus logros, sus fracasos, sus perversiones, sus aportaciones. Enterrados en el olvido para siempre.

Fuentes:
Citas sacadas de "El queso y los gusanos" de Carlo Ginzburg, traducción de Francisco Martín, traducción de las citas latinas al cuidado de Francisco Cuartero, Ediciones Península, Editorial Océano de México, 2008.

domingo, 18 de febrero de 2018

Un pequeño cuento de hadas y pervertidos: una breve reseña de "El Hechicero" por Vladimir Nabokov.

El Bronzino

Este librito es de los más peculiares que he leído. Lo leí primeramente hace unos cinco meses y aún sigo debatiendo conmigo misma si me gustó o no. Yo supongo que sí. Pero eso no puede perdonar la repulsión que llegué a sentir hacia el hechicero. ¡Qué elegancia la de Nabokov al escribir sobre pedofilia! La fijación con las nínfulas, mí fijación con las nínfulas es enorme, pero hay que saber notar las diferencias entre amor de nínfula y caballero genuino y, pedofilia o trastornos similares.
Este cuentito de Nabokov (por así llamarle), me lo leí en dos días... y eso porque no le dediqué mucho tiempo el primer día. Me lo hubiese leído en una hora o dos.
Me fue imposible hallar este libro en formato físico, por lo cual lo leí en PDF, y aquí os lo dejo.

"Así vivirían años y años, riendo, leyendo, maravillándose ante las doradas luciérnagas, conversando acerca del florido cerco que sería la prisión del mundo, y él le contaría cuentos, y ella, su pequeña Cordelia, le escucharía, y el mar jadearía no muy lejos bajo la luna… Y de forma extraordinariamente lenta, al principio con toda la sensibilidad de sus labios, y más adelante con todo su fervor, con todo su peso, más al fondo, sólo así — por primera vez— hasta lo más recóndito de tu inflamado corazón, así, abriéndome paso a la fuerza, así, sumergiéndome hasta el final, entre los casi derretidos bordes…"

El hechicero.
Ésta pequeña obra de la narrativa rusa inicia con el hechicero excusándose sobre su notoria enfermedad: la pedofilia. Cuenta chispazos que ha sufrido, momentos de desgracia, cuando se ve alrededor de niñas, de colegialas, de aquellas criaturitas tan fascinantes y diabólicas llamadas nínfulas. También habla con desdén sobre aquellas niñas no bonitas, no ninfetas: "Incluso dentro de estas limitaciones, mi proceder está regido por una refinada selectividad; no me atrae la primera colegiala que pasa por mi lado, todo lo contrario —cuán numerosas son las que podemos ver, en cualquier gris calle mañanera, que nos parecen demasiado fornidas, o flacuchas, o que llevan un collar de granos, o gafas—, pues todas las de esos tipos me interesan tan poco, en sentido amoroso, como una vieja conocida de tipo obeso podría interesar a otros.", tratando de marcar una línea entre éstas dos clases de jovencitas. Y así, nuestro pervertido, entre otros pensamientos, va introduciéndonos a su vida, a sus delirios y a sus anhelos, para después pasar la narración de primera persona a tercera persona (ya sabéis, Nabokov y sus cambios de narrador). El hechicero, de cuarenta años, se sentó en la banca de un parque, banca que también cargaba el peso de una anciana morena y de una mujer de cabellos rubios y lacios; el se encontraba en medio de ellas. La mujer rubia se concentrada en su labor de calceta. El hechicero les dirige la palabra después de haber notado un níquel en la gravilla, a lo que la mujer le responde que se lo guarde. Y en ese momento se alza el telón. Hace aparición una pequeñilla de doce años, de cabello cobrizo, de grandes incisivos, tez cálida, labios rosados, vestida en color violeta y machacando la gravilla con sus patines. La pequeña pelirroja se acerca a ellos, la mujer le da un pan con chocolate, para luego la niña salir corriendo a jugar de nuevo sólo se había terminado el pan. Resultó no ser hija de ninguna de las dos señoras, más la mujer de la calceta estaba a cargo de ella. Y así, nuestro hechicero comenzó a sentarse, en los días posteriores, en el mismo sitio, para entablar vagas conversaciones con la mujer de la calceta y mantenerse cerca de la niña. A la hora de siempre, en el lugar de siempre. Y coincidían.
La mujer, al ser típica persona parlanchina, le contó sobre la vida familiar de la niña: padre difunto, madre de cuarenta y dos años, gravemente enferma, con la muerte tocándole la puerta. Entre niña y madre había escasa relación. El hechicero logra meterse a la vida de ésta familia, con el pretexto de querer comprarle muebles a la madre enferma de la niña.
Como os imaginaréis, este libro, al ser el antecesor de Lolita, cuenta con una premisa similar a esta obra cumbre de Nabokov, éste siendo un simple borrador -por así llamarle-, un boceto de Humbert Humbert y las Haze.
El hechicero, un señor cuarentón centroeuropeo, de quien su nombre no se lee en el texto, al igual que el resto de los personajes, fue bautizado por el mismo Nabokov, posteriormente, en la primera nota de autor del libro como Arthur. Lamentablemente la pequeña nínfula francesa quedó anónima, así como su pobre madre.

"No obstante, debido precisamente a que en el curso de los primeros dos o tres años la cautiva permanecería ignorante del temporalmente nocivo nexo existente entre el títere con el que jugarían sus manos y los jadeos del titiritero, entre la ciruela con la que jugaría su boca y el éxtasis del lejano ciruelo, tendría que ser especialmente cauto, no permitirle que saliera nunca sola, cambiar frecuentemente de domicilio (lo ideal sería un chaletito rodeado de un jardín ciego), vigilar que no trabara amistad con otros niños ni tuviera ocasión de ponerse a charlar con la verdulera o la asistenta, pues no habría modo de saber qué impúdico elfo podría escapar de los labios de la hechizada inocencia, ni qué monstruo podría llevarse consigo el oído de algún desconocido para someterlo luego al análisis y la discusión de los sabios. Aunque, ¿acaso se le podría hacer algún reproche al hechicero?"

Un fragmento escrito por Ana V. Clavel de su libro Territorio Lolita:
«[...] La idea resultó tan poderosa Nabokov habla de un "latido" que vibró en él a lo largo del tiempo- que llevó al autor a un primer intento en el que ya se encuentra presente el triángulo de Lolita (adulto, madre de la menor, muchacha) con algunas variantes. La historia de treinta páginas se desarrollaba en París y Florencia. Arthur (un hombre mayor de Europa central) se casa también con la madre enferma de una prepúber de quien está enamorado; al morir la madre, viaja con su hijastra a un hotel en el que intenta tocarla dormida. La chica se despierta y al reaccionar con sorpresa y horror, el protagonista sale despavorido y es atropellado por un camión. Se trata de El Hechicero, relato que Nabokov escribió en la segunda mitad de los años treinta y que sólo se publicó después de su muerte. Según el propio autor, fue originalmente escrito en ruso, tal y como lo menciona en el epílogo "Sobre un libro llamado Lolita", pero ahí afirma que destruyó el original en 1942, después de trasladarse a los Estados Unidos, pues no le convencía.»

Muchas gracias por leer este post, quien quiera que lo lea. Éste post va a mi amor e idolatría hacía Nabokov, sus magos y ninfas.

Fuentes:
Clavel, Ana V., 2017, Territorio Lolita, Cuidad de México, Editorial Alfaguara, Penguin Random House Grupo Editorial.
Ambas citas sacadas de "El hechicero" de Vladimir Nabokov, traducción de Enrique Murillo, Editorial Anagrama, 2006.

sábado, 10 de febrero de 2018

A falta de ingenio, os comparto un bello poema de Jorge Luis Borges sobre el gran Rabino Loew.

William Blake

Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.

Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que la esencia
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.

Adán y las estrellas lo supieron
en el Jardín. La herrumbre del pecado
(dicen los cabalistas) lo ha borrado
y las generaciones lo perdieron.

Los artificios y el candor del hombre
no tienen fin. Sabemos que hubo un día
en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
en las vigilias de la judería.

No a la manera de otras que una vaga
sombra insinúan en la vaga historia,
aún está verde y viva la memoria
de Judá León, que era rabino en Praga.

Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,

la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
de las Letras, del Tiempo y del Espacio.

El simulacro alzó los soñolientos
párpados y vio formas y colores
que no entendió, perdidos en rumores
y ensayó temerosos movimientos.

Gradualmente se vio (como nosotros)
aprisionado en esta red sonora
de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,
Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.

(El cabalista que ofició de numen
a la vasta criatura apodó Golem;
estas verdades las refiere Scholem
en un docto lugar de su volumen.)

El rabí le explicaba el universo
"esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga."
y logró, al cabo de años, que el perverso
barriera bien o mal la sinagoga.

Tal vez hubo un error en la grafía
o en la articulación del Sacro Nombre;
a pesar de tan alta hechicería,
no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.

Sus ojos, menos de hombre que de perro
y harto menos de perro que de cosa,
seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.

Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
ya que a su paso el gato del rabino
se escondía. (Ese gato no está en Scholem
pero, a través del tiempo, lo adivino.)

Elevando a su Dios manos filiales,
las devociones de su Dios copiaba
o, estúpido y sonriente, se ahuecaba
en cóncavas zalemas orientales.

El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. '¿Cómo' (se dijo)
'pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?'

'¿Por qué di en agregar a la infinita
serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otra cuita?'

En la hora de angustia y de luz vaga,
en su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?

Jorge Luis Borges, "El Golem",
publicado en su libro El otro, el mismo, 1964

Estoy trabajando en dos posts de reseñas al mismo tiempo, así que me estoy tardando mogollón en llevarlos a cabo. Porque, sabéis, soy un fiasco con eso de "reseñar". Uno de ellos es El Golem de Meyrink, y, vagando por internet, me topé con que Borges era seguidor de él, Gustav, y que había escrito este poemita inspirándose en dicha obra, la más famosa. Maravillas, eh. ¡¡Ay, el Rabí Loew!! ¡Mi figura histórica preferida!