viernes, 31 de marzo de 2017

Sobre una troll y cómo intentó flechar a un caballero (Herr Mannelig)

Blanche Paymal-Amouroux

Herr Mannelig, también llamada "Bergatrollets Friari" es una canción de la Suecia medieval, la cual apareció después de haberse acentuado el cristianismo en tierras suecas.
 Originalmente me topé con esta canción gracias al grupo de metal sinfónico Haggard, quienes le hicieron un cover en italiano. (Dejaré aquí el link de la canción).

Así como el nombre "Bergatrollets Friari" se traduce como El cortejo del Troll de la montaña, las líricas de la canción cuentan el encuentro de una troll con un caballero, a quien ella soborna para convencerlo que la haga su esposa.
La troll comienza ofreciéndole al señor Mannelig (Herr Mannelig en sueco)  una docena de corceles, los cuales nunca han sido montados ni ensillados.
En segundo lugar le ofrece el terreno de doce molinos hechos con aspas de plata y piedra roja.
En tercero, una espada dorada con quince anillos de oro, la cual nunca se desgastará y le asegurará su victoria en las batallas.
Y en último lugar le ofrece una camisa de seda, la cual no fue cosida, sino, hilada de una sola pieza.
El señor Mannelig le agradece los ofrecimientos pero los rechaza señalando el hecho que ella es una criatura pagana, no perteneciente al reino de Dios, por lo tanto maligna, creación de una Nixe y del demonio.
Al final la troll se retira rompiendo en llanto mientras se dice a sí misma que si se hubiese casado con aquél caballero ella sería liberada de su maldición (el hechizo que la mantiene como troll).



Fuentes:
Ángel E. H., Arte Nórdico, http://artenordico.blogspot.mx/2011/11/herr-mannelig.html,  2011.
Mariel, Viajes Literarios, http://amarloslibros.blogspot.mx/2011/09/herr-mannelig.html, 2011.
Elena V. Cordón, El Tintero de Sangre, http://hijosdegrendel.blogspot.mx/2009/07/herr-mannelig.html, 2009.

miércoles, 1 de marzo de 2017

Estamos hechos de mojigatería.


Pieter Bruegel the Elder, 1558


«-¡Ardides de guerra, capitán! 
—dijo Zenón—. Nosotros vivimos aquí dentro lo mismo que vosotros en vuestras zanjas y trincheras. Se acaba por extraer vanidad de un supuesto que lo cambia todo, como un signo negativo discretamente colocado delante de una suma. Nos las ingeniamos para hacer, gracias a una palabra más atrevida, lo equivalente a un guiño, o del alzar de la hoja de parra o del dejar caer la máscara, y reanudamos inmediatamente nuestro fingimiento, como si no hubiera ocurrido nada. De este modo, nuestros lectores escogen: los necios nos creen; otros necios, creyéndonos a nosotros más tontos todavía que ellos, nos abandonan; los que quedan se las apañan en este laberinto, aprenden a saltar y a esquivar el obstáculo de la mentira. Mucho me sorprendería de no hallar, hasta en los textos más santos, los mismos subterfugios. Leído de esta manera, todo libro se convierte en grimorio.

      Exageráis la hipocresía de los hombres dijo el capitán encogiéndose de hombros. La mayoría de ellos piensa demasiado poco para pensar con doblez».

Marguerite Youcenar, "Opus Nigrum"