domingo, 18 de agosto de 2019

Sobre 'La rana violinista', mi primer obra de teatro infantil.


Un día de marzo, de este año, me llegó un mensaje de la directora del Festival de Música de Cámara de San Miguel de Allende, diciéndome que si quería escribir una obra de teatro para niños. Claro que sí, le respondí. Y los siguientes meses me vi inmersa en un tira y afloje de múltiples cosas, inmersa en las teclas de mi computadora y en el programa Word. Pero todo ha dado buenos frutos, mucho mejor de lo que inicialmente me esperaba. Y no les voy a engañar. El tener dieciocho años y escribir una obra de teatro, aunque sea infantil, ha sido de los mayores retos hasta ahora en mi breve vida.


El caso es que, el domingo pasado fue la primera presentación, en el teatro Ángela Peralta, de mi obra infantil La rana violinista.
La idea originalmente comenzó a partir de varias cosas, obviamente arrancando a partir de mis personajes ilustrados para el cartel del festival, ya que eso me lo pidieron como requisito. Primeramente,  del famoso y controversial chisme de Paganini, quien supuestamente le vendió el alma al diablo. Segundo, del Diccionario del diablo de Collin de Plancy, diccionario de demonología al que le tengo un gran fanatismo. Tercero, a Fausto de Goethe. Cuarto, al mundillo colorido de Ul de Rico con sus Rainbow Goblins, instrumentalizado recientemente por mis amados Primus. Quinto, por mi admiración a la música de cámara, por mi pasatiempo echado a un lado de tocar violín cuando era pequeña.



La obra fue finalmente dirigida por Christian Baumganter, a quien le agradezco un montonal por llevar a vida, de una manera tan bonita, mi texto. Mis borradores fueron adaptados y editados por Mónica Hoth, ayudándome a hilar el texto quitando huecos, a desechar borradores e ideas extrañas y divagaciones. Finalmente, con la ayuda de ellos dos, del Festival de Música de Cámara, y del municipio, pudo surgir lo que sería mi debut en el teatro infantil.
No sabía bien mis límites. No sabía si ponerles a los niños a una clase de Barney bañado en purpurina o a un demonio de Salomón corriendo por el escenario. Por fortuna, Mónica me dio la pauta que podría ser más un demonio que un dinosaurio meloso. Tanto así, que terminó siendo un final tipo Mathew Lewis, menos cínico, más para nenes. Si es que si quiera es para nenes esto tan extraño.
También estuvo bajo mis manos el diseño de vestuario, dándome la libertad de vestir a mi apetencia a mis personajes antropomorfos, los muy carnavalescos.


Pero, y, ¿de qué va la obra?
En un resumen, trata de un hombre rana llamado Nicolás, en alusión a Paganini, que desea ganar un concurso de desempeño musical. Debido a ser un holgazán muy terco, Nicolás pierde el tiempo yendo de acá para allá, distrayendo a los demás concursantes. Cuando Nicolás cae en cuenta de que le quedan pocos días para ofrecer una buena presentación y ensayar, decide invocar al diablo, pidiéndole ayuda para ganar el concurso.
Otros comentarios que quisiera hacer son los siguientes.
Algo que iba a ser una sorpresa para mí era la elección y diseño escenográfico. Y vaya maravilla. Resulta que hicieron un carrito donde se escondían y cambiaban los actores, éste decorado por máscaras similares a las que los actores traían, esferitas con luces, un diseño similar al de mi cartel, sólo que con un toque de deterioro y 'theater' escrito en sirílico, dándole ese aire ruso que tanto me fascina.
Válgame la máscara del león. Les quedó fabulosa.
La obra ha hecho aparición en varios periódicos y revistitas locales, además del hecho que mi cartel está pegado por varios rincones de San Miguel de Allende, igualmente apareciendo en varios medios impresos.
El caso es que aquí estoy. He terminado la prepa, lo cual me da más tiempo para escribir aquí. Y he escrito ésta obra de teatro.
Qué extraño. Qué extraño es ver a mis personajes en el papel, bidimensional, para luego volverlos a ver caminando a mi lado, hablándome, llevados a vida por un grupo de lindos actores.
Sí, qué extraño.
Bueno, aquí os dejo algunas imagencillas de esta primera presentación de mi rana Nicolás y sus tonterías.
Gracias, muchas gracias.