miércoles, 25 de marzo de 2020

Les traigo un cuentito muy peculiar y grotesco: Pájaros de Anaïs Nin.

Louis Welden Hawkins

Hola a todos, gente bonita. Aunque os parezca muy pesada, perdón por mencionarles que debido al confinamiento al que se ven todos sometidos, ando más por estos rumbos. 
Me topé con Anaïs Nin gracias a múltiples posts en Instagram de esta autora, principalmente por los posts de Luna Miguel. Y aquí les dejo una pequeña opinión, por si queréis leer primero el cuento y luego regresar o ya de una vez, como prólogo cutre. Son solo un derrame de ideas y pensamientos.

Las nínfulas, mi querido tema que se presta mucho a la pederastia, a lo grotesco, lamentablemente. Y que de alguna manera, tiene impreso ahí el hecho que ser nínfula significa gustarle a tíos mayores, a veces muy muy mayores. En el caso de este relato, al menos en mi opinión, se puede apreciar esa perversidad pederasta, la cual, asquerosamente, pelea en contra de la corriente, para intentar conseguir su objetivo. Como muchas de estas bestias hacen. Anaïs Nin es incluso más descriptiva, como el Nabokov de The Enchanter, pero sin tantas analogías y metáforas.
El relato es extraño, ya que le encontré tintes eróticos, mezclados con la repulsión que sentí hacia el protagonista. Básicamente por eso lo considero un buen relato. Me causó cuestionarme moralmente como Lolita lo hizo. Y me causó la repulsión tan grande que me provocó El hechicero. Principalmente en el clímax de la obra. Aquí les va.

Pájaros.
Anaïs Nin

'Manuel y su esposa eran pobres, y la primera vez que buscaron piso en París sólo encontraron dos habitaciones oscuras, por debajo del nivel de la calzada, que daban a un patiecillo sofocante. Manuel se entristeció. Era artista y allí no había luz para trabajar. A su esposa no le importaba. Ella salía diariamente a hacer su número de trapecio en el circo. 
En aquel lugar bajo tierra, toda su vida pareció convertirse en un encarcelamiento. Los porteros eran muy viejos y los inquilinos del inmueble parecían haberse puesto de acuerdo en convertirlo en un asilo de ancianos. 
Así que Manuel vagabundeó por las calles hasta toparse con un cartel: SE ALQUILA. Fue conducido a un ático de dos habitaciones que parecía una choza; pero una de las habitaciones daba a una terraza y, cuando Manuel salió a la terraza, lo saludaron los gritos de unas colegialas en el recreo. 
Había un colegio al otro lado de la calle y las chicas jugaban en el patio situado bajo la terraza. Manuel las estuvo mirando unos momentos, con el rostro brillante y ensanchado por una sonrisa. Fue presa de un ligero temblor, como el hombre que prevé grandes placeres. Quería mudarse de piso inmediatamente, pero cuando, llegada la noche, convenció a Thérèse para que fuera a verlo, ella sólo encontró dos habitaciones inhabitables, sucias y abandonadas. Manuel repitió: 
—Pero hay luz, hay luz para pintar, y, además, una terraza. 
—Yo no viviría aquí —dijo Thérèse, encogiéndose de hombros. 
Entonces, Manuel puso manos a la obra. Compró pintura, cemento y madera. Alquiló las dos habitaciones y se dedicó a arreglarlas. Nunca le había gustado trabajar, pero esta vez se dio maña e hizo una meticulosa faena de carpintería y pintura, como nunca se había visto, para que el lugar resultara hermoso a los ojos de Thérèse. Mientras pintaba, reparaba, cementaba y martilleaba, oía las risas de las jovencitas que jugaban en el patio. Pero se contenía, esperando el momento adecuado. Hilaba fantasías sobre lo que iba a ser su vida en este piso enfrente del colegio de chicas. 
Al cabo de dos semanas el piso se había transformado. Las paredes estaban blancas, las puertas cerraban perfectamente, se podían utilizar los armarios y los suelos ya no tenían agujeros. Entonces llevó a Thérèse a que lo viera. Ella se sorprendió mucho y en seguida estuvo de acuerdo en trasladarse. En un día, un carro trasladó sus pertenencias. En este nuevo sitio podría pintar, se dijo Manuel, gracias a la luz. Daba saltos por todas partes, contento y cambiado.
 Thérèse era feliz viéndolo de aquel humor. A la mañana siguiente, con las cosas desempaquetadas a medias y habiendo dormido en camas sin sábanas, Thérèse se fue a su trabajo en el trapecio y Manuel se quedó solo para arreglar las cosas. Pero en lugar de deshacer los paquetes, bajó a la calle y fue al mercado de pájaros. Allí se gastó el dinero que Thérèse le había dado para la comida en comprar una jaula y dos pájaros tropicales. Regresó y colgó la jaula al aire libre, en la terraza. Un momento estuvo mirando a las jovencitas que jugaban, viéndoles las piernas bajo las faldas revueltas. ¡Cómo caían unas sobre otras en su juegos, cómo flotaban las melenas al aire cuando corrían! Sus pechos pequeños y juveniles comenzaban a mostrar toda su rotundidad. Se puso colorado, pero no se apresuró. Tenía un plan demasiado perfecto para abandonarlo. Durante tres días gastó el dinero de la comida en toda clase de pájaros. La terraza era ahora un hervidero de pájaros.
Todas las mañanas, a las diez, Thérèse se iba al trabajo y el piso se llenaba de sol y de risa y gritos de las jovencitas. 
Al cuarto día, Manuel salió a la terraza. El recreo era a las diez en punto. El patio del colegio estaba animado. Para Manuel era una orgía de piernas y faldas muy cortas, que en los juegos dejaban ver las braguitas blancas. Allí, en medio de los pájaros, cada vez estaba más excitado, pero al fin surtió el plan: las jovencitas miraron hacia arriba. Manuel las llamó: 
—¿Por qué no venís a ver? Hay pájaros de todo el mundo. Hasta hay un pájaro de Brasil con cabeza de mono. 
Las chicas rieron, pero después del colegio, empujadas por la curiosidad, varias subieron al piso. Manuel tenía miedo de que se presentara Thérèse. Por eso, sólo les permitió mirar los pájaros y embobarse con sus picos de colores y sus trinos raros y grotescos. Las dejó cuchichear y mirar, familiarizarse con el lugar. 
Para cuando llegó Thérèse a la una y media había logrado de las chicas la promesa de que volverían a verle al día siguiente a las doce, en cuanto terminara el colegio. 
A la hora convenida se presentaron a ver los pájaros cuatro jovencitas de todos los tamaños, una de pelo largo y rubio, otra con tirabuzones, la tercera regordeta y lánguida, y la cuarta esbelta y vergonzosa, con los ojos muy grandes. 
Mientras estaban mirando los pájaros, Manuel se ponía cada vez más nervioso y excitado. 
—Perdonadme —dijo—, tengo que hacer pipí. 
Dejó la puerta del servicio abierta, para que pudieran verle. Sólo una, la vergonzosa, volvió la cara y le miró fijamente. Manuel estaba de espaldas a las chicas, pero veía por encima del hombro si le observaban. Cuando se percató de la chica vergonzosa, con sus enormes ojos, ella volvió la cara. Manuel tuvo que abotonarse. Quería alcanzar su placer con prudencia. Aquello había sido bastante por hoy. 
El haber visto los grandes ojos encima de él le tuvo soñando durante el resto del día, ofreciendo su infatigable pene al espejo, sacudiéndolo como si fuera un bombón, una fruta o un regalo. 
Manuel era muy consciente de que la naturaleza le había dotado bien en cuestión de tamaño. Si bien era cierto que su pene enflaquecía en cuanto se acercaba demasiado a una mujer, en cuanto se tendía al lado de una mujer; si bien era cierto que le fallaba siempre que quería ofrecer a Thérèse lo que ella deseaba, también era cierto que crecía hasta alcanzar un enorme tamaño y se comportaba de la forma más vivaz cuando lo miraba una mujer. Entonces era cuando estaba en todo lo suyo. 
Mientras las chicas permanecían encerradas en las aulas, frecuentaba los pissoirs de París, tan abundantes, los pequeños quioscos redondos, los laberintos sin puertas, de donde a todas horas salían hombres que se abotonaban con descaro mirando directamente a los ojos de las mujeres elegantes, de las mujeres perfumadas y chic, que no se daban cuenta en seguida de que el hombre salía del pissoir y que luego bajaban los ojos. Este era uno de los mayores placeres de Manuel. 
También podía apostarse contra el urinario y alzar los ojos a las casas situadas por encima de su cabeza, donde muchas veces había mujeres asomadas a las ventanas o en el balcón, desde donde le veían agarrándose el pene. No obtenía ningún placer de que lo observaran los hombres, si no aquello hubiera sido para él un paraíso, pues todos los hombres conocen el truco de mear tranquilamente mientras miran cómo el vecino hace lo mismo. Y los jóvenes entraban sin otro motivo que verse y quizás ayudarse durante la operación. 
Manuel fue muy feliz el día que le había mirado la chica vergonzosa. Pensaba que ahora le sería más fácil satisfacerse del todo con tal de controlarse. Temía que se apoderara de él el impetuoso deseo de exhibirse a cualquier precio; entonces todo se echaría a perder. 
Era la hora de otra visita y las jovencitas estaban subiendo las escaleras. Manuel se había puesto un quimono, un quimono que pudiera entreabrirse con facilidad, por accidente. 
Los pájaros se estaban portando muy bien, picoteando, besándose y peleando. Manuel se puso detrás de las chicas. De repente se abrió el quimono y, cuando se encontró acariciando una gran melena rubia, perdió la cabeza. En lugar de cerrar el quimono, lo abrió más. Al volverse, las chicas lo vieron todas en el trance, con el gran pene erecto apuntando hacia ellas. Todas se asustaron, como pajaritos, y escaparon corriendo.'

Fuentes: 
Texto sacado de "Pájaros de Fuego" de Anais Nin, traducción de Antonio J. Desmonts, Editorial Bruguera, 1979.

martes, 24 de marzo de 2020

Una selección terriblemente aleatoria de seis cuentos que os recomiendo con todo mi corazón.

Rembrandt

Comencé este post inicialmente en 2018, a mediados del año. Y como en la actualidad tengo mil cosas en la cabeza, me he decidido continuar con mis posts antiguos, en lo que organizo a la Caterina del presente 2020. Además me está sucediendo la chuche esta del covid-19, así que en mi casa encerrada me encuentro. 
Completé esta lista abandonada, mantuve los tres libros que numeré en el 2018, y aquí estamos. 
Tres de los relatos que les estoy colocando aquí, los considero muy absurdos, producto de la desesperación. Lo cual a mí me gusta mucho. Otro relato, mas onírico y sanguinario. Y los otros dos, son más bien del género de terror. Estas son más bien opiniones, anotaciones de estos pequeños textos. 
Les dejaré links para que puedan leérselos en esta endemoniada cuarentena.

1. Siete pisos de Dino Buzzati.
Giuseppe Corte, el protagonista, nada enfermo, de este extravagante relato, decide un día internarse en un famoso hospital que cuenta con siete pisos. Cada piso tiene una función distinta, por ejemplo, el primer piso es para los que tienen una gripita insignificante. Los del tercer piso, serían los que ya están enfermos, pero nada para alarmarse. Los del quinto piso, son los que están muy graves, para atenderlos con urgencia. Y ya se imaginarán el séptimo y último piso. Pero, Giuseppe pertenece, obviamente, al primer piso Incluso, Giuseppe Corte se llama a sí mismo como hipocondríaco. Por lo cual el exige quedarse en el piso de hasta arriba. Pero por fallas del sistema, lo bajan al segundo piso, con alguna razón -o excusa-, que se le hace absurda o exagerada a Giuseppe, pero dándole la esperanza que le dejen en la segunda planta. Y así procede el relato. Que no puedo contar más porque sería mal de mi parte. El libro donde viene este relato es el publicado por Atalanta, 'Setenta relatos'.

2. El regreso del brujo de Clark Ashton Smith.
Este relato lo leí hace mucho, en 2018, así que no recuerdo gran cosa, pero sí recuerdo que me gustó. Trata de un chavalillo que, sin trabajo inicialmente, consigue uno de secretario en una casa, para un tal John Carnby. Éste le pide que se vaya a vivir con él, pues lo necesitará día y noche. Principalmente noche. La labor de Ogden, quien es nuestro secretario, sobretodo ocurrirá en el estudio del señor Carnby, el cual es -tal cual- un estudio de un brujo, llevo de esqueletos, cráneos, libros de demonología y artes negras. Esto provocándole un poco de terror a Ogden. La labor principal de Ogden, era traducir del árabe al inglés la obra de Adbul Alhazred, El Necronomicón, ya que la versión ya traducida por Olaus Wormius, le parecía a Carnby incompleta y con errores. Y, a partir de que comienza Ogden a traducirle el libro a Carnby, comienzan a escuchar ruidos y a pasar sucesos extraños y tétricos. Me leí este cuento en la edición de Bruguera de Relatos de los mitos de Cthulhu, volumen I, que tenía mi novio abandonada en su antigua casa.

3. Un médico rural de Franz Kafka.
Extrañísimo relato del cual no puedo contar mucho, porque es mejor ustedes vayan a leerlo. Es chiquitito, no les tomará más de 10 minutos.
Pero, como premisa, trata de un médico que tiene que ir a atender a un enfermo, pero se encuentra sin caballos para que lo lleven hasta donde vive éste. Una serie de eventos extraños le llevan un par de caballos, y por fin puede llegar con el enfermo.
La dualidad de muchos objetos y acontecimientos a lo largo del relato, lo hacen una lectura súper alucinante. Te deja pensando qué demonios acababa de pasar.

4. Los perros de Tíndalos de Frank Belknap Long.
Las esquinas son el meollo de todo el relato. Sí, las esquinas.
El protagonista de este relato descubre que unos seres, llamados Los perros de Tíndalos, habitan en los ángulos del tiempo, mientras que nosotros, seres orgánicos, habitamos en las curvaturas. Los perros de Tíndalos existen en la Cuarta Dimensión, pero se pueden manifestar en nuestro plano físico, pero solo en los rincones de dicho, creando un portal interdimensional.
El problema que sufre el protagonista es que sin querer ve a unos de éstos, y, si tú los ves a ellos, ellos te ven a tí. El relato va así, y nuestro querido protagonista se ve inmerso en la angustia de que los Perros vayan por él. Como pertenece a los Relatos de los mitos de Cthulhu Vol. I, de Bruguera, pues me lo leí ahí junto a todos los demás que van en la maravillosa selección.

5. El hombre lobo de Angela Carter.
 Y, por último, no puede faltar, en un conteo de cuentos hecho por mí, mi querida y venerada Carter. Ésta tía es increíblemente genial, y todos deberíais leerla.
El relato inicia describiendo algunos pueblos de gente más que nada, bucólica. Sus costumbres, sus terribles supersticiones. Entre ellas, el temor a Satán, a los vampiros, a las brujas. Si una señora tiene sus quesos maduros antes que las demás, se le puede acusar de bruja.
Una madre envía a su hija, una Caperucita Roja, a con su abuela, para llevarle un botecito de mantequilla y unas galletas de avena. Y, sale al bosque, con un cuchillo en mano. Como hace Angela Carter con los relatos que retoma, lo retuerce haciéndolo suyo, maravilloso, extraño. Creo también se encuentra en internet el texto. Pero os recomiendo conseguir el libro ilustrado por Alejandra Acosta, publicado por Sexto Piso Ilustrado, 'La cámara sangrienta'.

6. Fin del mundo de Héctor Manjarrez.
Grotesco relato de este escritor mexicano, que sí, quería incluir a un paisano en esta selección, el texto trata de una pareja en sus últimas, con problemas amorosos y cero pasión entre los dos. El caso es que deciden salir de viaje a una playa de Nayarit, para intentar reavivar su relación, -principalmente en el aspecto sexual.- Lo que hace este relato grotesco es la descripción tan explícita de los animales e insectos que les rodean. Inicia el relato con los olores y chillidos de unos cerdos que acaban de ser chocados del trailer que los transportaba. Muchos terminan muertos, y durante todo el texto, hay una atmósfera a muerte. Se describe como truenan tarántulas con las llantas de su carro, al ir del hotel a la playa. Bueno, se dan una idea. Además, también hay una atmósfera a cachondez repulsiva por todo el relato. Honestamente, es el único texto que me ha provocado náuseas, me ha dado escalofríos. Viene en un libro que conseguí de pura suerte en una mini librería perdida, de segunda mano, medio caro. Se llama 'Ya casi no tengo rostro', del autor. Y pues, finalmente encontré algunos relatos gratis en internet, pero bueno, aquí se los dejo.

Hasta pronto.

domingo, 22 de marzo de 2020

Las mariposas y sus criadores también se enojan: tres controversias de Nabokov y un bonus.

Edward John Poynter

Perdón por el post tan random, pero pues, es mi regreso al blog, y simplemente retomé un post que comencé hace dos añitos. Beklager. Seg deg snart.

1. El supuesto plagio a Lichberg: Unos cuarenta años antes que Nabokov publicase su novela estrella, Lolita, el autor Heiz Von Eschwege bajo el seudónimo de Heiz Von Lichberg publicó una historia corta también llamada Lolita. Esta historia situada en la ciudad de Alicante, España, nos cuenta la relación romántica y erótica entre un adulto extranjero y la hija preadolescente de un posadero llamado Severo Ancosta. ¿Nabokov le plagió a Lichberg? En mi opinión, no, definitivamente no. La historia de Lichberg excesivamente sencilla, no hay mucha leña de donde plagiar. Un tal Michael Maar escribió un libro titulado The Two Lolitas, donde intenta demostrar las similitudes entre ambas obras literarias, aclamando que simplemente se trató de un extraño caso de criptomnesia. Esto último basándose en el hecho que Nabokov residió en Alemania del año 1922 al 1937, haciendo completamente posible un encuentro fortuito entre Nabokov y el libro de Lichberg, para luego quedarse inmerso en la memoria de Nabokov y volver a salir a la luz de una nueva manera, apropiada por éste gran escritor ruso.  Aquí tenéis un análisis de porqué el "plagio" a Lichberg es nada más un simple mito.

2. La simple existencia de Lolita: La publicación de esta novela causó muchísima controversia. Ningún editor estadounidense quiso tener nada que ver con el texto de nuestro ruso. Una editora de pornografía francesa fue la que publicó inicialmente Lolita. Esta editora también había publicado El almuerzo desnudo, de Burroughs.
La historia es incómoda, confusa. A veces, Nabokov te va enredando con su bonita y dulce prosa, haciéndote pensar que Humbert es la víctima de la situación, un desamparado hombre que tiene un desafortunado fetiche. Y no es así. Esa es la extraña propuesta de Nabokov. El mostrar la pervertida mente de un pedófilo, excusándose por sus actitudes, culpando a la víctima de sus acciones. Y esto para sentenciar que necesitamos proteger mucho a nuestros menores de estos seres. Pero la forma en como se narra la historia, es el porqué de tanta controversia. 
Además, se supone Nabokov se inspiró en el triste caso de Florence Sally Horner y Frank La Salle, el cual secuestró a ésta, llevándosela por todo Estados Unidos, hasta que ella finalmente pudo llamar la atención y hacer que llamasen a la policía. 

“¿Y si yo había hecho con Dolly lo mismo que Frank La Salle, un mecánico de cincuenta años, hizo en 1948 con Sally Horner, de once?”

3. Opiniones Contundentes: El título del libro mismo lo dice. Y es que sus opiniones, creo yo, van en contra de muchos. Por ejemplo, yo amo a Dostoievski. Mi mamá ama a Thomas Mann. Pero bueno, vamos a lo que Nabokov opina, en resumen, de algunos escritores aleatorios.
Borges era de los pocos escritores 'salvables' según Nabokov. Para Vladimir, Dostoievski era un escritor 'de tercera' y que no comprendía su fama, mientras que T.S. Elliot era un escritor 'de segunda'. Thomas Mann era una 'torre de lo trillado'. Definía a Ernest Hemingway y a Joseph Conrad como 'escritores para chicos jóvenes', aclarando que, sin duda, Hemingway era el mejor de los dos. En la horca nabokovniana también se encontraban Sartre y Camus. Y, nuestro pedante Nabokov dijo, sobre su opinión del panorama literario, que 'es una bonita vista desde aquí arriba'.

4. Nabokov y su amigo, Edmund Wilson, no tan controversia, pero un bonus
Después de 25 años de amistad, los dos escritores terminaron con ésta. 
Wilson ayudó a Nabokov en su llegada a Estados Unidos, casi sin dinero, en 1940. Se dice que tal vez, por haber conocido a un Nabokov pobre, a Wilson no le hubiera parecido el que Vladimir ganara finalmente más fama y dinero que él. Inicialmente los unía su obsesión por las mujeres y el sexo. Wilson le regalaba libros eróticos a Nabokov, entre estos, Historia de O de Dominique Aury. 
La ruptura de la amistad comenzó a partir de 1946, por disputas literarias. Y un poco políticas.
Wilson publicó su segunda novela, que utilizaba el sexo como reclamo, la cual no ha sobrevivido bien al tiempo y, en su momento, recibió muchas críticas negativas. Pero Nabokov dijo que el libro le parecía maravilloso. Pero, que las escenas de sexo le habían dado igual. Nabokov opinó 'debería haber intentado abrir una lata de sardinas con mi pene. El resultado es extraordinariamente casto, perdona mi franqueza'. Posteriormente, lamentablemente para Edmund, editor llamado William Randolph Hearst, comenzó una campaña contra 'libros indecentes'. En octubre de 1946 el Tribunal de Nueva York prohibió la venta del libro, decisión  que fue confirmada por una corte de apelaciones.
Wilson leyó el manuscrito de Lolita antes de que se publicara y Nabokov sufriera la odisea que padeció para publicarla. Y opinó que era su obra menos favorita de las que había escrito hasta el momento, que 'la historia en la que se basa es interesante, pero no creo que el tema dé para tanto. Los sujetos desagradables pueden hacer buenos libros, pero no siento que lo hayas conseguido. No es solo que los personajes y la situación sean repulsivos en sí mismos, sino que, presentados a esta escala, parecen bastante irreales.' Y, finalmente ésta, cuando fue publicada en 1958 por G.P. Putnam & Sons, en Estados Unidos, Nabokov, por así decirlo, triunfó con su obra, posiblemente haciendo sentir mal al pobrecillo de Edmund, como ya había mencionado.


Fuentes:
http://www.d-e-zimmer.de/HTML/2016LichbergMyth.htm
http://publicogt.com/2012/08/19/las-dos-lolita/
https://lapiedradesisifo.com/2015/01/07/escritores-comportandose-como-capullos-ii-vladimir-nabokov/
https://www.playgroundmag.net/lit/una-investigacion-destapa-el-crimen-sexual-que-inspiro-lolita_30530039.html
https://lapiedradesisifo.com/2018/01/11/nabokov-edmund-wilson-final-una-bonita-amistad/