Dante Gabriel Rossetti
Me he topado, vagando por diversas plataformas literarias (ya sea Goodreads, blogs o similares), que a muy poca gente le agrada la prosa de Meyrink. Que sí, que es extraño y a veces nos cuenta un mogollón de cosas que no aportan nada a la trama principal, pero no me podéis negar que su forma de escribir ilustra los escenarios mas oníricos, románticos y fantasiosos. Imaginar lo que va narrando Meyrink es como si estuvieseis contemplando un cuadro de Everett Millais, Fortescue Brickdale o Rossetti. Para mí, la analogía es acertada. Ahora que lo medito, creo que la obra de Meyrink es la misma historia que la obra de Henry James: a muy poca gente le gusta, ya sea por su redundancia, su afán a explicar detalladamente escenarios, o sea por su extraña pedantería (que sí, Meyrink me parece un pedante al igual), pero siempre tendrá un público fiel y deseoso de devorar cualquier texto producto de su mano. Sabéis que El Golem es, hasta hoy en día, de mis novelas favoritas y que tiene un gran lugar en mi corazón, y desde ella me he hecho seguidora leal de Meyrink. Estoy interesadísima en leer cualquier cosa que haya salido de la cabeza de él. Mi editorial preferida, Valdemar, ha publicado (para que sepáis) El Golem, El ángel de la ventana del occidente y El monje Laskaris y otros relatos extraños y esotéricos. También podéis encontrar El Golem en editorial Cátedra (coranzoncitos para Cátedra). El dominico blanco lo conseguí en la editorial Montesinos.
"Míralo así: uno está enfermo y quiere sanarse; mientras encuentre su refugio en medicamentos, paralizará aquella fuerza de espíritu que sana más rápido y mejor que cualquier medicina. Es como cuando uno quiere aprender a escribir con la mano izquierda; si uno se sirve siempre de la derecha nunca aprenderá con la izquierda. Todo suceso que interviene en nuestra vida tiene su finalidad; no hay nada sin sentido; una enfermedad que afecta al hombre le encomienda una tarea: expúlsame con la fuerza del espíritu para que la fuerza del espíritu aumente y vuelva a dominar a la materia, como antes del pecado original. Quien no quiere eso y se conforma con medicamentos, no ha comprendido el sentido de la vida; ése sigue siendo un crío que hace novillos. Pero quien no vacila en dar órdenes con el bastón de mariscal del espíritu, ignorando el arma tosca que sólo el mercenario lleva, ese siempre resucitará; puede también que la muerte lo derribe a menudo, ¡no obstante él será rey al final!"
Gustav Meyrink, un suicida frustrado.
Autor conocido principalmente por la maravillosa novela titulada El Golem (1915), Gustav Meyrink fue un escritor austriaco, nacido en Viena el 19 de enero de 1868. Bautizado originalmente como Gustav Meier, Meyrink fue producto del amorío entre el barón Karl Warnbühler von und zu Hemmingen y una actriz de poca monta llamada Maria Wilhelmina Adelheid Meier, la cual probablemente tenía orígenes judíos. Resulta ser que en numerosos personajes de la obra de Meyrink se presentan los rasgos de sus progenitores: patéticos ancianos de hábitos penosos y actrices malogradas. Primeramente Meyrink ejerció como banquero, pero se arruinó su carrera financiera después de que una acusación de fraude le llevase a la cárcel. Fue a partir de ahí que comenzó a dedicarse a la escritura, comenzando como traductor de Charles Dickens. Gustav sufrió una crisis vital a sus veinticuatro años, llevándole a intentar cometer suicidio: se disponía volarse los sesos con una pistola. Justo un momento antes alguien abandonó un folleto que decía La vida postrera. Sorprendido ante tal casualidad, Meyrink se interesó por los fenómenos ocultos, el esoterismo y sus tradiciones, intereses que se vieron reflejados en su obra: a partir de fenómenos de un folclore europeo reinterpretado con una visión esotérica y simbolista, influenciada por la alquimia, la cábala, el taoísmo, el budismo y la masonería, enemiga del espiritismo y de la teosofía, Meyrink escribe, nos cuenta historias mágicas. Gustav Meyrink perteneció, como otros varios artistas del fin del siglo XIX, a la Orden del Amanecer Rojo o el Golden Dawn. Meyrink se casó con una tal Philomene Bernt en 1905, le brindó dos hijos: Sybille Felizitas y Harro Fortunat. Harro, después de un accidente sucedido mientras esquiaba, decidió suicidarse y tuvo éxito. Tenía veinticuatro años, la misma edad que tenía su padre cuando este intentó suicidarse. Gustav Meyrink falleció poco después, el 4 de diciembre de 1932, en Starnberg.
"Las liebres alborotaron en el interior del ataúd. El tornero se estremeció y murmuró: "¡Malditos conejos!"
Hubo una larga pausa; el viejo había perdido totalmente el hilo de su narración. Parecía haber olvidado por completo mi presencia, y sus ojos ya no me miraban. Después de un rato se levantó, fue al torno, puso las correas alrededor del cilindro y lo puso en movimiento.
"¡Ofelia! ¡No, mi Ofelia no debe morir!" Le oí murmurar. "Debo trabajar, de lo contrario él no cambiará la obra, y..."
El zumbido de la máquina se tragó sus últimas palabras.
Salí a hurtadillas del taller y subí a mi habitación.
En la cama junté las manos y, no sé por qué, rogué a Dios que protegiera a Ofelia."
Ofelia ahogándose en el lago.
Según la novela con contenido más esotérico de Meyrink, o, al menos así dicen por internet -que éste es apenas el segundo libro que me leo de Gustav, así que no puedo dar completa razón a dichas afirmaciones-, me ha parecido un texto en parte mágico, onírico y bello, y en parte soporífero y cabe decir que tedioso. Vamos, me explico; las primera mitad del libro me pareció aburrida y ostentosa con todo su rollo de esoterismo y espiritualismo, mientras que la segunda mitad me pareció muy buena, muy a mi gusto, y me inspiró múltiples imágenes de una belleza exorbitante. Realmente lo que me mantuvo leyéndolo durante la horripilante primera mitad del libro, y es que yo suelo abandonar libros si no me convencen rápidamente, fue que El dominico blanco es de una longitud de menos de 200 páginas. Y por fortuna mejoró. Lo que nos enfrentamos con este libro es la historia del joven Cristóbal Palomar, quien después de un sueño, donde es invisible, comienza a tener una clase de viaje espiritual con ayuda de su padre, conociéndose a sí mismo y al mundo donde se encuentra, a lo largo del libro. Mirad, que justo esta "premisa" fue lo que me caló durante largo rato. Milagrosamente Cristóbal decidió enamorarse. Sí, se enamoró, y desde ahí la novela dejó de ser tan soporífera; Cristóbal queda flechado con su vecina Ofelia, una joven a quien están obligando a ser actriz de teatro para volverse una "estrella". Ofelia finge, por amor a su excéntrico padre, que el dedicarse a la actuación es su mayor sueño, su vocación de vida, pero en realidad, dicha cosa le mortifica, le desespera. Ofelia obtiene el papel de la Ofelia de Hamlet; su papá teme que su hija, debido a tener el mismo nombre que el personaje, sufra el mismo destino que éste, así que pide que omitan la icónica y trágica escena del arroyo. Cristóbal y Ofelia se hacen amantes. Se aman de noche, en una banca junto al río, temiendo ser descubiertos. Ella le cuenta sobre su vida, sobre sus anhelos y temores; él, se enamora más y más. Un día, Ofelia le pide a Cristóbal la cosa más rara, más escalofriante para el pobre chico: que cuando fallezca, que será pronto según ella, la entierre debajo del banco que ellos siempre ocupan, en honor al amor que se profesan el uno al otro. La novela, luego, se desarrolla después que Ofelia se va a otro pueblo, cerca de donde vivía, a emprender su carrera artística. Y la profecía de Hamlet, la profecía que temía el padre de Ofelia, se cumple. Pero no quiero hablaros de eso, que sería daros mucha caña de la trama. El foco se dirige a Cristóbal, quien, después de la muerte de Ofelia, comienza a tener contacto con su espíritu. Lamentablemente, después de una sesión espiritista que resulta mal, un ente maligno, el cual se le denomina como "la cabeza de Medusa", llega del más allá a nuestras tierras a errar, asediando a Cristóbal constantemente. Y mil y tantas peripecias ocurren en las pocas páginas restantes. Otra historia que me gustó, mas a mi parecer no llegué a su total comprensión, es la historia de los antepasados de Cristóbal. Antes de él, hubieron otros doce Palomar, todos hombres. Lo peculiar de ellos es que cada uno construyó sus aposentos sobre los aposentos del anterior, así haciendo un edificio de doce pisos.
Prácticamente lo que nos ofrece Meyrink es un texto perteneciente a los sueños más románticos y trágicos. Lo que no sé es si ese sueño debería haber sido contado o no. ¿Os recomiendo este libro? Dependería de vosotros, que esta novela podría encantaros o hacerlos pasar un mal momento.
Ambas citas sacadas de "El dominico blanco" de Gustav Meyrink, traducción de Olga Sánchez Guevara, Editorial Montesinos, 2011.