miércoles, 18 de julio de 2018

La noche de Walpurgis donde el Diablo, un gato enorme y otros demonios, bailaban con los moscovitas: una enredada reseña de "El maestro y Margarita" de Mijaíl Bulgákov.

Andrey Remnev

Me había prometido a mí misma, a finales de 2017, que mi lectura introductoria al 2018 fuera ésta. Pero diversas peripecias de la vida me orillaron a que no fuese así. En cambio, y no me quejo en lo absoluto, di inició a mi año con Leo Perutz. Pero El maestro y Margarita resultó ser insidioso, allanando mis pensamientos una y otra vez con un "tienes que leerme", sin darme descanso. Y le seguí aplazando y aplazando. No me preguntéis porqué lo hacía, tal vez temor a decepcionarme, a sentirme defraudada por un escrito anteriormente situado en un pedestal de relucientes joyas. Cuando, desconocedora de Bulgákov, escuché el título del libro, se me antojo otra de esas bellas historias, donde las nínfulas y sus caballeros retozan y ríen llenos de amor. Una deducción un poco simplona e idiota. Luego leí a prisa la premisa, que no quería informarme mucho de qué iba. El diablo visita Moscú, fue lo único que mis ojos lograron captar. A pesar de no tratar sobre lolitas y nínfulas, me contenté con eso. El libro capturó toda mi atención. Posteriormente, leí que lo categorizaban en el género de realismo mágico. Apenas he leído ese género literario, el cual me llama tanto la atención. Pues, decidí leérmelo para iniciar la segunda mitad del año. Y ahora El maestro y Margarita está situado junto a mis otros amores, Baudolino, De noche bajo el puente de piedra, El monje y Crimen y Castigo; se ha vuelto de los mejores libros que he leído hasta ahora. A continuación, os contaré más de esta maravilla.

"Iván se quedó con la boca abierta de asombro, miró en derredor y vio a lo lejos al odioso desconocido que se encontraba ya junto a la salida a la travesía del Patriarca, y además no estaba solo. El más sospechoso chantre tuvo tiempo de alcanzar al profesor. Pero eso no era todo. Había un tercer en el grupo: un gato surgido de no se sabe dónde. El gato era enorme, como un cebón, negro como el hollín o como un grajo, y con un bigote desafiante como el de los militares de caballería. Los tres se dirigían hacia la calle y el gato andaba sobre las patas traseras."

Mijaíl Bulgákov y su obra, a manos a Stalin y la URSS.
Mijaíl Afanásievich Bulgákov, nacido el 15 de mayo de 1891 en Kiev, Ucrania, antes parte del Imperio Ruso, fue un escritor, dramaturgo y novelista soviético. Conocido principalmente por su novela más famosa, considerada la mejor novela del siglo XX, El maestro y Margarita. Fue el hijo primogénito de un profesor asistente en la Academia de Teología de Kiev, llamado Afanasiy Bulgákov. Mijaíl mostró interés por la literatura rusa y europea cuando estudiaba en la Primera Escuela Secundaria de Kiev, de 1901 a 1904. En 1913, Mijaíl se desposó con Tatiana Lappa. Cuando acontecía la Primera Guerra Mundial, a su estallido, Mijaíl se ofreció como voluntario en la Cruz Roja. Inmediatamente fue puesto al frente de guerra, donde resultó herido gravemente en más de dos ocasiones. En 1916 se graduó del Departamento de Medicina de la Universidad de Kiev y posteriormente se alistó, junto a sus hermanos, en el Ejército Blanco. Debido a severas heridas de guerra, las cuales tuvieron gran impacto en el cuerpo de Mijaíl, éste comenzó a suministrarse morfina, para mitigar el dolor crónico que padecía, especialmente en el abdomen. Comenzó a sufrir de una adicción y en 1918 decidió nunca más inyectarse morfina, y así lo hizo. Publicó un libro titulado Morfina en 1926, dando así testimonio a lo que vivió aquellos años. No fue hasta 1919 cuando Bulgákov decidió perseguir su sueño y pasión por la literatura, dejando, por consiguiente, la medicina. Finalmente se mudó a Moscú, donde comenzó con su carrera literaria. Se divorció de su primera esposa, cuatro años después, y se casó con Lyubov Beloziórskaya. Bulgákov publicó un grupo de escritos en la primera mitad de los años 20, pero, debido a que sus obras se consideraban "anti-soviéticas", comenzó a padecer de diversas críticas. En 1929 su carrera terminó arruinada; cualquier trabajo que fuese de Mijáil tenía prohibido ser publicado, ver la luz y había sido censurada toda su obra antes publicada. En 1932, Bulgákov se desposó por tercera vez con Yelena Shíloskaya, de quien se inspiró para crear el personaje de Margarita en su obra más aclamada. En la última década de su vida siguió dedicándose a escribir, obras como El maestro y Margarita, obras de teatro, relatos, críticas, además que llevó a cabo múltiples traducciones y dramatizaciones de novelas. Gran parte de su obra no llegó a ver la luz y mucha otra fue destruida por la crítica. Bulgákov, como se puede notar en su obra, nunca apoyó el régimen además que se burlaba de éste, acusándolo de deficiente, lo que derivaría en diez años de ostracismo. En 1930 redactó una carta a Stalin, solicitando permiso para emigrar de la Unión Soviética, a consecuencia que ésta no lo valoraba como escritor. A esto, el propio Stalin le hizo una llamada, exigiéndole explicaciones acerca de su petición. Bulgákov inclusive contó en una de sus autobiografías que este momento fue uno de los más dramáticos de su vida. Se excusó con Stalin, no reiteró su petición y queja original, para luego limitarse a reiterar que un autor no debe estar lejos de su amada patria. Stalin, debido a que había gozado de una de sus obras, le encontró trabajo en el Teatro de la Juventud obrera de Moscú, y luego en el Teatro de Arte de Moscú. Ahí Mijaíl Bulgákov exhibió una que otra de sus obras, pero sufrió el insoportable acoso del NKVD, quienes le boicotearon la publicación de sus obras, además de detenerle y tenerle en la mira constantemente. Bulgákov falleció en 1940, debido a un problema hereditario de deficiencia renal. 
Bulgákov, en los años 20, se encontró con la obra de H. G. Wells, un poco después de haber comenzado a escribir prosa. Sintió admiración por su obra, y se inspiró para agregar diversos elementos de ciencia ficción en sus escritos. El maestro y Margarita no saldría al público sino hasta veintiséis años después de la muerte de su autor, gracias a su esposa. Durante un largo periodo, esta novela sólo se podía conseguir en la Unión Soviética como samizdat, antes de su aparición por capítulos en la revista Moskvá. Bulgákov, inclusive, quemó su novela, teniéndola que reescribir entera de memoria.

"Detrás de éste, en el suelo, se cruzaban dos sombras, una más densa y oscura, la otra más clara, gris. Se veía perfectamente la sombra que proyectaba el respaldo del sillón y la de las patas, pero sobre la del respaldo no se veía la sombra de la cabeza de Varenuja, ni tampoco sus pies proyectaban sombra alguna por debajo de sillón.
«¡No tiene sombra!»—Pensó Rimski horrorizado. Le entró un temblor.
Varenuja se volvió furtivamente, siguiendo la mirada demente de Rimski, dirigida al suelo, y comprendió que estaba descubierto. Se levantó del sillón (lo mismo hizo el director de finanzas) y dio un paso atrás, apretando en sus manos la cartera.
¡Lo has adivinado, desgraciado! Siempre fuiste listo dijo Varenuja, soltando una risa furiosa en la misma cara de Rimski; de pronto dio un salto hacia la puerta y, rápidamente, bajó el botón de la cerradura inglesa.
Rimski miró hacia atrás desesperado, retrocediendo hacia la ventana que salía al jardín. En la ventana, llena de luna, vio pegada al cristal la cara de una joven desnuda que, metiendo el brazo por la ventanilla de ventilación, trataba de abrir el cerrojo de abajo. El de arriba ya estaba abierto."

Margarita, el Maestro, Voland, Asaselo, Koroviev y el gran hipopótamo, Popota.
Primer acto. Se da inicio a la historia con un par de personajes, el poeta Iván Nikolayévich, alias Desamparado y el editor Berlioz. Ambos ateos. Después de pasar por unas bebidas (primeramente con intención de consumir alcohol) efervescentes de albaricoque, editor y poeta se sientan en una banca a platicar. Un poco después, un extraño los aborda. Dicho extraño parece un enfermo mental extraviado, debido a las peculiares afirmaciones que les hace a sus dos interlocutores; entre estas, predice la futura muerte de Berlioz, afirma que desayunó con Kant alguna vez, y para colmarla, dice que presenció diversas peripecias de Poncio Pilatos en persona. Berlioz le da el avión, enternecido y sintiendo lástima del "enfermo", mientras que Desamparado se desespera, le molesta su presencia, quiere que se vaya lo más pronto posible y los deje tranquilos. El caso es que, al final de este acto, todo lo que dijo el extraño resulta verdad. Ésta es sólo una introducción a las travesuras de Voland, quien, junto a Popota -un gato enorme, del tamaño de un hipopótamo, que habla, camina en dos patas y consume mucho whisky-, Asasel y Koroviév, destrozan la vida de múltiples ciudadanos moscovitas, pobres idiotas que terminan paranoicos, enfermísimos o en la miseria. Luego está el maestro y su amante, Margarita, quienes brindan una historia de amor a la novela. Y, finalmente, en uno que otro capítulo, Bulgákov nos introduce a Poncio Pilatos como otro personaje, quien condena a un vagabundo proveniente de Galilea llamado Joshua Ga-Nozri. Lo que me hizo flipar es cómo Bulgákov teje y entrelaza estas tres historias, que parece nada pueden tener en común, uniéndolas en una perfecta historia, un drama en total armonía. La historia del diablo en Moscú es terriblemente disparatada, hilarante e ingeniosísima. Vamos, que un libro que se le considere de culto y que además contenga al diablo entre sus personajes principales tiene toda mi atención, no os voy a mentir. Además, yo tengo un fanatismo por la demonología. Creo en este post vale la pena hacer una mención honoraria al Dictionnaire Infernal de Collin de Plancy, donde he conocido y leído sobre decenas de demonios. Lamentablemente no he logrado hacerme de este bello libro, apenas editado. 
Bulgákov nombra Voland al Diablo, personaje al parecer vagamente inspirado por el Lucifer del Paraíso Perdido de John Milton así como Mefistófeles de Goethe. El libro abre con una cita de Fausto, inclusive. A pesar de ya haberlos mencionado antes, quienes acompañan a Voland, demonios de menor categoría, son Fagot o Koróviev; Behemoth, un demonio mencionado en el Libro de Job, es representado en la novela como el torpe y poco respetado Popota en su respectiva traducción al español. Según las características mencionadas en la Biblia, se representa como un hipopótamo, un dinosaurio, un elefante, un búfalo o un rinoceronte. Pero, en realidad, su representación más famosa es la del hipopótamo, y esta es la que decidió escoger Mijaíl Bulgákov. En inglés Popota sí se llama Behemoth. Otro demonio es Asasel, dándole vida al sicario Asaselo, el ángel caído, con un peculiar colmillo saliente, de baja estatura y una anchura bastante grande de hombros. A éstos les acompaña la desnudista y sensual bruja de cabellos pelirrojos, Guela, e incluso hace una pequeña aparición el demonio Abadón como una mujer llamada Abadonna. Estos atroces personajes darán comienzo a una cadena de alborotos con su ataque a una de las asociaciones moscovitas de más renombre, la MASSOLIT (prácticamente "literatura de masas"). Todo lo mencionado acontece con una medida justa y mágica mezcla de lo absurdo, la sátira, y la fantasía, que no desentona en ningún momento. Una de mis escenas predilectas, donde Bulgákov da a relucir la hipocresía humana, sus vicios y sus bajezas, es cuando Voland, como mago y su séquito, se presentan en el teatro del vodevil. Cabe mencionar que, como ilustradora (o intento dé), me fascinó la peculiar escena de Popota y del presentador Georges Bengalski, y cómo le hizo perder la cabeza (literalmente). Muy buena imagen para dibujar. En poco hablaré más sobre la carga de fantasía que contiene la novela, pero por el momento quiero hablar de el Maestro, Poncio Pilatos y Ga-Nozri. Bulgákov se ilustró a sí mismo, con una similitud perfecta de autor-personaje, en el Maestro; los dos escritores que deciden quemar el manuscrito original de su obra en un horno. Y, sobre la novela de Poncio Pilatos, me encantó cómo Bulgákov relata la historia de la condena y posterior calvario y crucifixión de Cristo, sólo que cambiándoles los nombres a Jesucristo, Judas Iscariote, y a otros varios, haciendo así un relato con gran similitud al original. Y, este relato se liga a la conversación que le da inicio a la trama, la conversación entre Berlioz, Iván Nikolayévich y Voland, éste último, como ya he dicho, afirmando que estuvo con Pilatos, y aclamando que existe el Diablo como existe Dios. Sobre el relato amoroso que le da nombre al libro, romántica y dramática historia que llega a oídos del gran Voland, no puedo decir mucho, debido a que si lo hago, os arruinaría gran parte de la trama. Pero os puedo decir algo: Margarita termina, incluso, participando en una legítima Noche de Walpurgis. Cada que analizo más la obra, me doy cuenta de los brillantes paralelismos que Bulgákov hizo con la trama de su libro respecto a la realidad que se vivía en la Rusia Soviética; me explico con un ejemplo: En el primer capítulo Nunca hables con desconocidos, del cual ya os hablé al inicio de este resumen, Bulgákov hace que su temible extranjero, aquel extranjero al que no debes hablarle, sea el mismísimo demonio. Pero, es que en la época a la que le está haciendo burla Mijáil, en la que el vivía, se les temía a los extranjeros, ya que estos despertaban curiosidad y sospecha, debido a sus extravagantes vestimentas, representando lo bello y el glamour del extranjero, pero también significaban un alto riesgo de espionaje. Finalmente, como mis últimos comentarios, porque creo ya di un que otro spoiler, me fascinó lo cómico que son las peripecias de Koróviev y Popota cuando estos dos están solos, fuera del alcance de Voland, alborotando la ciudad de una manera inescrupulosa, llevando destrucción por doquier, quemando todo a su alrededor; así, llenando estos capítulos con una considerable carga de fantasía y de locura. Además, me encantó la crítica que Bulgákov, o más bien burla, hace de los servicios de seguridad, ya sea la policía, los investigadores, detectives y todos aquellos de la índole. Resulta que el libro presume mucho más contenido digno de analizar y profundizar, pero creo dicha cosa me servirá de pretexto para redactar otro post sobre esta belleza de escrito. 

Puntuación: 5/5
(Sí, ahora haré puntuaciones y además con esta figurita del Bosco y su Jardín de las delicias)

Ambas citas sacadas de "El maestro y Margarita" de Mijaíl Bulgákov, traducción de Amaya Lacasa Sancha, Alianza Editorial, Alianza Tres, 1990.

miércoles, 4 de julio de 2018

Algunas de mis poesías preferidas.

Después de Hendrick Goltzius.

No hasta hace poco comencé a leer poesía, os lo confieso. A mi mamá no le gusta la poesía. A mi abuelita no le gusta la poesía. A mi papá le viene dando igual la literatura, la prosa, la poesía. Entonces, ¿que resultó de mí? Desconocía la poesía, o, más bien, la desconozco aún. He comenzado, finalmente, a gozar de ella. Impregnar mi vida con ella. Pero me falta más, muchísimo más. Un mar de poetas, de poetisas, esperan mi llegada; a algunos nunca llegaré. Una lástima. Pero me he decidido a compartiros las pocas poesías que han llegado a mis manos y me han cautivado. Perdonadme por ser tan procaz y gregaria, como me tacharía Humbert Humbert.

Paul Éluard - "Max Ernst" (Versión de Aldo Pellegrini)
     En un rincón el incesto ágil
Gira en torno a la virginidad del vestido corto
      En un rincón el cielo liberado
Entrega esferas blancas a las espumas de la tormenta
En un rincón más claro que la totalidad de los ojos
      Esperan a los peces de la angustia
En un rincón el carruaje de verdor del verano
      Gloriosamente inmóvil para siempre
      Al brillo de la juventud
De las lámparas encendidas con retardo

La primera muestra senos que matan a los insectos rojos.

Sylvia Plath - "Lorelei" (Versión de Jesús Pardo)
No es noche ésta de ahogarse:
luna llena, reacio
río bajo luz suave,

acuosas nieblas bajan
tupidas como redes
cuyos dueños reposan,

traduciéndose en vidrio
lúcido mientras flotan
las torres del castillo

hacia mí hiriendo el rostro
del silencio. Ascienden
sus miembros poderosos

y álgidos, pelo grave
más que mármol, y cantan
de un mundo más amable

que ninguno. Estos cantos,
hermanas, sobrepasan
al oído gastado

que aquí, en el campo, escucha
bajo el orden impuesto.
La armonía caduca

el orden que vosotras
sitiáis con vuestras voces.
Vivís entre las rocas

de oníricas promesas
de refugio. De día
bajáis de la pereza,

de altas ventanas. Peor
que vuestro enloquecido
canto o mudez. La voz

de vuestro fondo llama:
embriaguez del abismo.
Oh río, veo tu larga

y honda línea argentina,
esas diosas de paz.
Piedra, piedra, me abismas.

Sylvia Plath - "Espejo" 
Soy plateado y exacto. No tengo prejuicios.
Todo lo que que veo lo trago de inmediato
tal como es, sin que me empañen ni el amor ni el disgusto.
No soy cruel, soy sincero,
el ojo de un pequeño dios de cuatro ángulos.
La mayor parte del tiempo la paso meditando sobre la pared de enfrente.
Es rosada, con manchas. Tanto la miré que
me parece que ya forma parte de mi corazón. Aunque con intermitencias.
Las caras y la oscuridad nos separan una y otra vez.

Ahora soy un lago. Una mujer se inclina sobre mi,
buscando en mi extensión su verdadero ser.
Después se vuelve hacia esas mentirosas, las velas o la luna.
Veo su espalda y la reflejo fielmente.
Ella me recompensa con lágrimas y agitando las manos.
Soy importante para ella. Ella viene y va.
Es su cara, cada mañana, la que reemplaza la oscuridad.
En mi, ella ahogó a una muchacha, y en mí, una vieja
se alza hacia ella día tras día, como un pez terrible.

Luna Miguel - "La jungla"
Mi querido hermano, ha llegado la hora de descifrar el miedo que cada noche inyecta el terror bajo las sábanas. Ya no sé si dentro hay bestias o si es el campo fresco lo que punza los dedos de nuestros delgados pies. A veces creo que son jirafas, otras temo que sean cucarachas y otras, la mayoría, siento que son aviones ligeros que cortan con sus hélices el esmalte de los meñiques. Sé que somos humanos porque nos sigue emocionando el despegue. Cómo no iba a emocionarnos si aún nos fascina el sexo entre animales, el sonido violento del mar o el fuego que cada verano destruye las montañas. No sabemos a qué suena el aire porque necesitamos motor para sobrevivirlo. Trepando o volando, ha llegado la hora de descifrarlo.

Mi querido hermano, dame un poco de agua que aclare mis ideas. Soñar es como alimentar a las palomas: no recibimos nada a cambio salvo su fealdad.

Mi querido hermano, he buscado canciones contra los celos, he buscado ese cielo tejido por las amapolas. He buscado y he encontrado que dentro de mis nervios no me diferencio tanto de ti. También sé cortar la carne con las uñas. También sé soportar el frío. Pero me creo más lista e incluso más bella, porque sé ocultar mejor el duelo. Así lloramos las muertes: como el niño que canta villancicos, como el perro que lame la basura, como la gaviota hambrienta, así lloramos.

Mi querido hermano, si soy cruel con mis amigos es porque no soporto adivinar en sus fallos mis posibles fallos. Si soy cruel con los insectos es porque no soporto ver en su asco mi posible asco. Si soy cruel con el amor, con el padre, con el hermano, es porque detestaría en mí la ingenuidad y la decepción de mis actos. Hay tantos lugares en los que crecer. Sospecho tantos ojos a los que atender. Si los animales muertos van a nuestro estómago, ¿a dónde nosotros?

Mi querido hermano, debemos abrazar nuestros muslos porque sólo de este modo el abrazo se comprende. Ahora enséñame tú a ser tan mansa… y yo te contaré por qué los hombres os matan.

José María Fonollosa - "Bedford Street"
Ella me dio el cuchillo y dijo: «Clávalo
en el segundo espacio intercostal».

«¿Cuál es?», le pregunté. Se abrió la blusa
y señaló, risueña, un punto: «Aquí».

Algo debía de haber en aquel viaje
que lo hizo diferente. Más intenso.

Se veían más cosas. Ascendíamos
a inéditos sonidos y colores.

No había confusión. Hasta el detalle
más ínfimo nos era comprensible.

Sugerí: «¿Por qué no con barbitúricos?»
«Es lento», me objetó. «Ya lo he probado.

Y el lavado de estómago es horrible.
Como un trauma mental, pero en lo físico»

Sustituí su dedo por el mío
y apoyé allí el cuchillo suavemente.

Y lo empujé de súbito. No fuera
que cambiara de idea si iba lento.