viernes, 30 de marzo de 2018

Aquellos servidores de la iglesia que decidieron formar parte de la espuma del mar: El monje de Mar y el obispo de Mar.

Pieter Brueghel el Viejo

Después de múltiples posts sobre literatura, producto de un ataque de insaciable fascinación a los libros que he estado leyendo, por fin os traigo un post diferente, para más variedad. Esta vez son mitos provenientes de Europa: monstruos marinos con apariencia de clérigos. Cuando le mencioné la existencia de estos mitos a mi eme, le parecieron fascinantes. Y cómo no. También, como veréis, las imágenes que ilustran este post, además del fragmento de la "Caída de los ángeles rebeldes" de Pieter Brueghel el Viejo, son ilustraciones mías. En este post describo un poco a las dos criaturas que mencionaré, así como las situaciones o acontecimientos de sus reportes, y un poco sobre el "Historia Animalum" de Conrad Gessner y los Jenny Hanivers (cosillas muy, pero muy interesantillas). No quiero hacer mucho más preámbulo. Pues aquí está.

El monje del mar.
Antaño, se dice que en 1546, frente a las costas de Dinamarca, se nombró por primera vez a una extraña criatura marina, con la peculiar apariencia a un monje. Se le llamó "monje del mar". Esta criatura fue descrita con una estatura de 2,5 metros de largo, portaba una clase de capa similar a aquellas que presumen los monjes, su cabeza estaba tonsurada, tenía dos grandes aletas en lugar de brazos y, su torso concluía en una cola ancha de pez. Quienes le habían encontrado, estaban desconcertados ante dicha criatura, ya que no se parecía a ninguna otra bestia marina habitante de aquellas aguas. Conrad Gessner, naturista y bibliógrafo suizo, hizo también alusión al encuentro de un monstruo marino similar en 1450 en Escocia, según Boecio, y en 1531 en Polonia. Conrad Gessner, contaba con una obra de zoología, "Historia Animalum", la cual era un inventario ilustrando todo lo conocido por un zoólogo, describiendo a diversos animales, y entre ellos, Gessner menciona a el monje del mar en el volumen cuatro de los cinco volúmenes que componen dicha obra. Éstos volúmenes también contribuyeron a rescatar del olvido relatos del mundo antiguo y el mundo moderno. Como es lógico, debido a la época cuando se escribió la "Historia Animalum", estos volúmenes no son científicamente confiable; se encuentran diversas criaturas mitológicas entre sus páginas, como vendrían siendo los unicornios, quienes recibían el mismo trato junto al rinoceronte. El zoólogo Japetus Steenstrup, a comienzos de la década de 1850, sugirió que el monje de mar era, en efecto, un calamar gigante. A mí me parece que la criatura mitológica que más tiene similitud a un calamar gigante es, en realidad, el siguiente ser que mencionaré en este post, el obispo de mar. La teoría de Steenstrup fue popularizada por el escritor Richard Ellis. El criptozoólogo Bernard Heuvelmans dedujo que el mito del monje se basaba en el hallazgo de una morsa errante. Una teoría sugerida más hacia nuestros días, es que la criatura era un "tiburón ángel", un munk en noruego y danés. Otros seres sospechosos, sugeridos para el monje del mar incluyen una foca capuchina, una foca monje o un bulo como el conocido de los Jenny Hanivers. Gesner advirtió que estos eran completamente falsos, simplemente eran rayas modificadas, desfiguradas y alteradas físicamente. Los Jenny Haniver se hacían pasar por dragones, diablos, ángeles y en varias ocasiones, por monjes del mar. Como otro breve comentario, el error más grande pero más común era creer que los Jenny Hanivers eran... ¡basiliscos!
Regresando al monje, éste se popularizó gracias al poema épico de Guillaume du Bartas, La Sepmaine; ou, Creation du monde, donde el poeta cuenta de las correspondencias entre la tierra y el mar, haciendo mención de los dos famosos clérigos marinos.

"Los mares tienen (así como cielos) Sol, Luna, y Estrellas; (Así como el aire) golondrinas, y Torres, y Miradores;
(como la tierra) Parras, Rosas, Ortigas, Rosas,  Setas, y muchos millones de otras Plantas lantes (más raras y extrañas que estas
Como hay muchos peces que viven en los Mares.
También hay Carneros, Becerros, Caballos, Liebres, y cerdos, Lobos, Leones, erizos, Elefantes y Perros, Si, Hombres y Mujeres;
y (cuál el que más admiro)
El Obispo Mitrado y el Fray Encapuchado; entre otros, ejemplos, (pero unos cuantos años desde entonces)..."



El obispo del mar.
Existe una leyenda proveniente de Polonia del siglo XIII, la cual cuenta que un "obispo de mar" fue capturado, para posteriormente ser llevado ante el rey de dicho lugar. El obispo de mar hizo un llamamiento a ser puesto en libertad nuevamente; el rey concedió su petición. Se dice que la criatura hizo la señal de la cruz, y luego desapareció en las profundidades del mar, al ser liberado cerca de éste. Otro obispo de mar fue capturado, según se cuenta, en Alemania, en 1531. El obispo de mar falleció después de pasar tres días en cautiverio. Una mención a esta criatura, anterior a 1187, en Suffolk, cuenta que un obispo de mar fue descubierto y tenido en cautiverio; un grupo de pescadores mientras ejercían su oficio, atraparon a un pez que presumía una forma de hombre en todos los aspectos físicos posibles, y un tal Barlemew de Glanville fue quien mantuvo al "pescado". Dicha criatura fue llevada al castillo de Oforde, donde permaneció por un espacio de seis meses. Nunca dijo una palabra. Comía gustoso toda clase de alimentos, pero los peces eran lo más codiciado, inclusive después de que hayan sido secados. Múltiples veces fue llevado a la iglesia; la criatura no mostró señales de adoración ni devoción. Finalmente, cuando la criatura no se encontró bien vigilada, ésta escapó hacia el mar y nunca más se le volvió a ver.
Hacia mediados del siglo XVI, Guillaume Rondelet, un naturista francés, contó que, tras una inusitada tormenta, un obispo del mar fue atrapado en Noruega. Según la descripción que se le dio, esta criatura poseía un deforme rostro de apariencia humana, cabeza rapada y pulida, y presumía una clase de mitra sobre los hombros. Sus brazos eran dos largas aletas, piernas de hombre, y una enorme cola. Según Gessner se trataba de una criatura de expresión "feroz", que parece conformado de dos especies (en este caso, lógicamente, hombre y pez), posee orejas largas, brazos humanos y el resto del cuerpo es como el de un pez. Diversos avistamientos han sido narrados por marinos de la época, relatando experiencias con este monstruo como protagonista, y se cree que la convicción de su existencia perduró hasta el siglo XIX.


Me parece tan curiosa la imaginación humana. El cómo podían construir en sus mentes a semejantes criaturas a partir de un vistazo a un animal común (ya sea una foca, ya sea un calamar). Pero no os daré más la caña con esto, que lo he hablado en diversos post míos. Mejor disfrutad del imaginar chuches y criaturas extrañas, investigad más sobre los Jenny Hanivers, que yo no he escrito más para no desviarme mucho del meollo del post, buscad más cosillas de esta índole, indagad, ¡vamos, que curiosear es fantástico!

martes, 20 de marzo de 2018

La caída a las tinieblas de un hombre supuestamente santísimo: una reseña de "El Monje" de Matthew George Lewis.

Cornelis van Haarlem

Un día en 1794 al joven de diecinueve años, Matthew Gregory Lewis, recién finalizados sus estudios y después de haber leído Los misterios de Udolfo, se le antojó escribir su propia novela de ficción, novela que escribió en tan sólo diez semanas. Nunca dejan de parecerme flipantes estos datos curiosillos sobre la creación de este libro. No recuerdo muy bien como, pero según yo, si mi memoria no me traiciona, al estar trabajando e investigando en mi post sobre el doppelgänger en la literatura, me topé con "Los elixires del diablo", obra escrita por E.T.A. Hoffmann en 1819. Y de ahí, entrando al maravilloso mundo que es Wikipedia, me llevó a encontrar El Monje; se supone Hoffmann escribió Los elixires del diablo, ante lo llamativo que le pareció el éxito de El Monje. Como soy completamente una derrochadora de dinero, y aproximadamente cada mes me hago una pequeña compra de libros por internet (normalmente desde la plataforma de El Péndulo), me conseguí, caprichosamente, tres libritos (ésto en el mes de noviembre del año pasado): Escupiré sobre vuestra tumba, de Boris Vian, editorial Edhasa; Los Elixires del Diablo de Hoffmann, en una edición preciosa y cuidadísima, publicada por Olañeta Editor; y El Monje, en una bellísima edición de tapa dura, publicada por Valdemar. La considero una compra caprichosa, ya que el único libro de precio accesible fue el de Vian; los otros dos fueron un poco más costosos.
Matthew Gregory Lewis.
Conocido también como Monk Lewis, Matthew nació en Londres el 9 de julio de 1775. Fue un escritor, dramaturgo y político británico. Dos de sus obras han sido traducidas al español, ambas editadas por Valdemar.; entre ellas, El Monje, obviamente, y Sospecha. Escribió su novela más aclamada, El Monje, en tan sólo diez semanas. Esta obra siendo de unas 400 páginas. Debido al escándalo provocado entre la gente de su época, Lewis se vio obligado a hacer una segunda edición del libro, censurando diversos pasajes que el proclamaba como puntos de gran importancia para su obra, pero al final publicando un producto igual de atroz. La segunda edición fue publicada en 1798. Después del fallecimiento de su padre, Matthew se hizo cargo de las posesiones de él en Jamaica, regresando posteriormente a Inglaterra. Ocasionalmente visitaba Suiza. En el verano de 1816, Lewis visitó a Mary Wollstonecraft Shelley y a Percy Bysshe Shelley, donde relataron cinco historias de fantasmas, las cuales Percy reunió en su "Diario en Ginebra", que se publicó póstumamente. Lewis viajó a Jamaica nuevamente, en 1818, y en el viaje de regreso a Europa contrajo la fiebre amarilla y murió. Su cuerpo fue enterrado en el mar.

"¡Pero no me engañáis, Ambrosio! No es la virtud lo que os impulsa a rechazar mi ofrecimiento: querrías aceptarlo, pero no os atrevéis. No es el crimen lo que os sujeta la mano, sino el castigo; no es el respeto a Dios lo que os contiene, ¡sino el terror a su venganza! Con gusto le ofenderíais en secreto, pero tembláis confesaros su adversario. ¡Vergüenza para el alma cobarde que carece de valor de ser firme en la amistad y franco en la enemistad!"

El Monje, la gran novela del gótico.
Esta bella novela nos cuenta tres historias, situadas en España; la del servidor de la iglesia, Ambrosio, monje que desde joven, hasta sus treinta años, de nunca haber abandonado sus aposentos, dedicándose ampliamente al Señor, al señor hijo, a la virgen y a sus estudios, comienza a dar sermones en la iglesia de Madrid. Éste conoce a Rosario, quien resulta ser la bellísima Matilde, escondida en un hábito de monje para poder estar cerca de su producto de admiración: Ambrosio. Otra historia, la del Marqués de las Cisternas, Raimundo, y sus hazañas para salvar a su amada Inés. Y, la última, sobre la pequeña encarnación de la inocencia y pureza, Antonia, sobre su madre Elvira, sobre el enamorado Lorenzo de Medina y finalmente, la aparición de Ambrosio en sus vidas. Todas las historias, se encuentran conectadas, enredadas, finalmente todos cruzándose en el camino del otro. Ambrosio, uno de mis antihéroes preferidos, después de descubrir la verdad sobre Rosario, comienza a volverse un maníaco sexual, un depravado, una persona que podría cometer el peor de los males con tal de obtener el objeto de su anhelo: Antonia. Rosario/Matilde es quien le seduce; resulta ser una satanista, una bruja que se las arregla a toda costa de alejar a Ambrosio del amor y misericordia de Dios, haciéndolo caer en manos del Santo Oficio y la Santa Inquisición. Mientras tanto, en el convento Santa Clara, Inés es sorprendida embarazada, y la abadesa al descubrir su crimen, decide tomar cartas en el asunto, secuestrando a Inés, mientras su amante, Raimundo de las Cisternas, va a su salvación; cruza bosques donde le intentan asesinar, se enfrenta a mujeres celosísimas de su amor a Inés, se encuentra con el Judío Errante, entre otras muchas aventuras con el único fin de hallar a su amada. Terror en dosis pequeñas, sutiles, pero se mantiene una tensión constante, psicológica. El Monje es una crítica a la iglesia de su siglo, a su hipocresía y a su doble moral.  La edición de Valdemar gótica cuenta con un prólogo escrito por el magnífico Francisco Torres Oliver (Dios de dioses), así como traducida por él.
Una de las mejores novelas que he leído.
Mi querido tenía ganas de leer algún título de terror. Fuimos a buscar El exorcista de William Peter Blatty a la biblioteca, pero no tuvimos éxito. Finalmente lo encontré en un sitio web, pero tardaría mucho en llegar, así que decidí proponerle leer alguno de los libritos de terror que tengo en mi hogar. Casi todos éstos no los he leído, a pesar de que estén en mi biblioteca personal (sí, sí, me avergüenzo de ello). Pues mi querido me pidió que le prestase El Monje. Lo leyó en no mucho tiempo. Vaya, vaya; resultó gustarle muchísimo, lo cual aumentó mis ganas de leer a Lewis y su Ambrosio. Cuando comencé a leerlo, no sabía por dónde iba a ir (no suelo leer las contraportadas; o no me fío mucho de ellas o terminan arruinándome la trama); ¡qué libro más bello! Como ya escribí, Ambrosio es de mis antihéroes preferidos, sino mi favorito. Al inicio la historia romántica de Raimundo e Ínes, me tomó desprevenida, ansiosa por continuar con el suspenso que comenzaba a florecer entre Ambrosio y Matilde, lo cual me hizo no disfrutar plenamente de este romance al inicio; poco a poco me fue fascinando, y caí enamorada, al fin, con la aparición del Judío Errante (y la razón de su aparición). Otra cosa realmente sorprendente es la manera de entrelazar las historias de Lewis; no te imaginas el cómo y el cuándo de éstos puntos de encuentro entre personaje y personaje. El descenso al infierno del pecador y víctima, Ambrosio, y su desafortunada ceguera ante la lujuria, su vanidad y su arrogancia, es algo que todos deben hacer de su disfrute como lectores. Un libro que me releeré cada grupo de años.

"¡Cómo! dijo. ¿No lograsteis averiguar quién era, ni tuvisteis sospecha alguna de su identidad?
Perdonadme —replicó el marqués. Cuando conté esta aventura a mi tío el duque-cardenal, me dijo que no tenía ninguna duda de que este hombre singular era el famoso personaje conocido universalmente como el judío errante. El hecho de que no se permitiese pasar más de catorce días en un mismo lugar, la cruz de fuego impresa en su frente, el efecto que dicha cruz producía en quien la contemplaba y muchas otras circunstancias, daban a esta suposición visos de verosimilitud. El cardenal está plenamente convencido de ello; por mi parte, me inclino a optar la única solución que parece haber de este enigma. Y vuelvo al hilo del relato, de que me he desviado."

Sobre "El Nuevo Monje" o una pequeña curiosidad extra.
El mismo año que Lewis publicó la segunda edición de El Monje, apareció, ante el gran éxito de la obra de Lewis, una "secuela". Usualmente en esas épocas no era algo inusual que se escribiesen secuelas de autores anónimos. La gran mayoría de estas secuelas eran parodias bastante elaboradas; los autores las escribían aprovechándose de la polémica o fama de la novela parodiada, todo esto por medio de la sátira. Parodiaban los personajes y los dramas, ridiculizando al libro original como propósito. El Nuevo Monje fue escrito por un tal R.S., Esq, prácticamente un anónimo; de él poco se sabe. R.S., al intentar desprestigiar a Lewis con su Monje, la ficción que terminó ilustrando resultó ser terriblemente más grotesca que la que estaba parodiando. El "Ambrosio" de El Nuevo Monje se llama Joshua Pentateuch, quien es un ministro metodista de la ciudad de Londres. Igualmente que Ambrosio, Joshua es reconocido públicamente por su santidad y piedad. Joshua, a pesar de su facha de perfección, está dispuesto a firmar un pacto con el demonio, más no por el amor hacia una dama, sino para conseguir riquezas, poder y... ¡una jugosa pierna de cordero! La historia de R.S. desciende a niveles más macabros que los del relato de Matthew Lewis. El Nuevo Monje fue retirado rápidamente de circulación, sobreviviendo, durante casi doscientos años, en una docena de copias en terrible estado. Esta historia fue rescatada por Elizabeth Andrews quien publicó una excelente edición con múltiples notas valiosísimas para comprender los niveles de obscenidad que El Nuevo Monje abraza. El Nuevo Monje aún no tiene la suerte de haber sido traducido al español, pero podéis encontrar la edición de Andrews aquí.


¡Vaya monje Ambrosio!

Fuentes:
Beringheli, Sebastián, 2016, «El nuevo monje»: secuela de la novela gótica de Matthew Lewis, «El Monje», http://elespejogotico.blogspot.mx/2016/02/el-nuevo-monje-secuela-de-la-novela.html
Ambas citas sacadas de "El Monje" de Matthew Gregory Lewis, traducción de Francisco Torres Oliver, Editorial Valdemar, 2013.

jueves, 15 de marzo de 2018

Cuando el mago hizo su maravillosa aparición, la pequeña ninfa sostenía su regordete corazón, esperándole y adorándole.

John William Waterhouse

"Ella abrió los ojos de pronto, pero se demoró para reconocerlo con el camisón de lienzo de los enfermeros de leprosos.
El le mostró las uñas ensangrentadas.
«Escalé la tapia», le dijo sin voz.
Sierva María no se conmovió.
«Para qué», dijo.
«Para verte», dijo él.
No supo qué más decir, aturdido por el temblor de las manos y las grietas de la voz.
«Váyase», dijo Sierva María.
Él negó con la cabeza varias veces por miedo de que le fallara la voz.
«Váyase», repitió ella. «O me pongo a gritar». Él estaba entonces tan cerca que podía sentir su aliento virgen.
«Así me maten no me voy», dijo. Y de pronto se sintió del otro lado del terror, y agregó con voz firme: «De modo que si vas a gritar puedes empezar ya» .
Ella se mordió los labios. Cayetano se sentó en la cama y le hizo el relato minucioso de su castigo, pero no le dijo las razones. Ella entendió más de lo que él era capaz de decir. Lo miró sin recelos y le preguntó por qué no tenía el parche en el ojo.
«Ya no me hace falta», dijo él, alentado. «Ahora cierro los ojos y veo una cabellera como un río de oro».
Se fue al cabo de dos horas, feliz, porque Sierva María aceptó que volviera, siempre que le llevara sus dulces favoritos de los portales. Llegó tan temprano la noche siguiente que aún había vida en el convento, y ella tenía el candil encendido para terminar el bordado de Martina. La tercera noche llevó mechas y aceite para alimentar la luz. La cuarta noche, sábado, estuvo varias horas ayudándola a espulgarse de los piojos que habían vuelto a proliferar en el encierro. Cuando la cabellera quedó limpia y peinada, él sintió una vez más el sudor glacial de la tentación. Se acostó junto a Sierva María con la respiración desacordada y se encontró con sus ojos diáfanos a un palmo de los suyos. Ambos se aturdieron. Él, rezando de miedo, le sostuvo la mirada. Ella se atrevió a hablar:
«¿Cuántos años tiene?»
«Cumplí treinta y seis en marzo», dijo él.
Ella lo escudriñó.
«Ya es un viejecito», le dijo con un punto de burla. Se fijó en los surcos de su frente, y agregó con toda la inclemencia de su edad: «Un viejecito arrugado». El lo tomó con buen ánimo. Sierva María le preguntó por qué tenía un mechón blanco.
«Es un lunar», dijo él.
«De afeite», dijo ella.
«De natura», dijo él. «También mi madre lo tuvo».
Hasta entonces no había dejado de mirarla a los ojos y ella no daba muestras de rendirse. Él suspiró hondo, y recitó:
«Oh dulces prendas por mí mal halladas» .
Ella no entendió.
«Es un verso del abuelo de mi tatarabuela», le explicó él. «Escribió tres églogas, dos elegías, cinco canciones y cuarenta sonetos. Y la mayoría por una portuguesa sin mayores gracias que nunca fue suya, primero porque él era casado, y después porque ella se casó con otro y murió antes que él».
«¿También era fraile?»
«Soldado», dijo él. Algo se movió en el corazón de Sierva María, pues quiso oir el verso de nuevo. Él lo repitió, y esta vez siguió de largo, con voz intensa y bien articulada, hasta el último de los cuarenta sonetos del caballero de amor y de armas, don Garcilaso de la Vega, muerto en la flor de la edad por una pedrada de guerra. Cuando terminó, Cayetano tomó la mano de Sierva María y la puso sobre su corazón. Ella sintió dentro el fragor de su tormenta.
«Siempre estoy así», dijo él, y sin darle tiempo al pánico se liberó de la materia turbia que le impedía vivir. Le confesó que no tenía un instante sin pensar en ella, que cuanto comía y bebía tenía el sabor de ella, que la vida era ella a toda hora y en todas partes, como sólo Dios tenía el derecho y el poder de serlo, y que el gozo supremo de su corazón sería morirse con ella. Siguió hablándole sin mirarla, con la misma fluidez y el calor con que recitaba, hasta que tuvo la impresión de que Sierva María se había dormido. Pero estaba despierta, fijos en él sus ojos de cierva azorada. Apenas se atrevió a preguntar:
«¿ Y ahora?»
«Ahora nada», dijo él. «Me basta con que lo sepas».
No pudo seguir. Llorando en silencio pasó su brazo por debajo de la cabeza de ella para que le sirviera de almohada, y ella se enroscó en su costado. Permanecieron así, sin dormir, sin hablar, hasta que empezaron a cantar los gallos, y él tuvo que apurarse para llegar a tiempo a la misa de cinco. Antes que se fuera, Sierva María le regaló el precioso collar de Oddúa: dieciocho pulgadas de cuentas de nácar y coral. El pánico había sido reemplazado por la zozobra del corazón. Delaura no tenía sosiego, hacía las cosas de cualquier modo, flotaba, hasta la hora feliz en que huía del hospital para ver a Sierva María. Llegaba jadeando a la celda ensopado por las lluvias perpetuas, y ella lo esperaba con tal ansiedad que la sola sonrisa de él le devolvía el aliento. Una noche fue ella quien tomó la iniciativa con los versos que aprendía de tanto oírlos. «Cuando me paro a contemplar mi estado ya ver los pasos por donde me has traído», recitó. y preguntó con picardía:
«¿Cómo sigue?»
« Yo acabaré, que me entregué sin arte a quien sabrá perderme y acabarme», dijo él. Ella lo repitió con la misma ternura, y continuaron así hasta el final del libro, saltando versos, pervirtiendo y tergiversando los sonetos por conveniencia, jugueteando con ellos a su antojo con un dominio de dueños. Se durmieron de cansancio. La guardiana entró con el desayuno a las cinco, en medio de la algazara de los gallos, y ambos despertaron asustados. Se les paró la vida. La vigilante puso el desayuno en la mesa, hizo una inspección de rutina con el farol, y salió sin ver a Cayetano en la cama.
«Lucifer es un bicho», se burló él cuando recobró el aire. «También a mí me ha vuelto invisible».
Sierva María tuvo que refinar su astucia para que la vigilante no volviera a entrar en la celda aquel día. Tarde en la noche, después de una jornada entera de retozos, se sentían amados desde siempre. Cayetano, entre broma y de veras, se atrevió a zafarle a Sierva María el cordón del corpiño. Ella se protegió el .pecho con las dos manos, y hubo un destello de furia en sus ojos y una ráfaga de rubor le encendió la frente. Cayetano le agarró las manos con el pulgar y el índice, como si estuvieran a fuego vivo, y se las apartó del pecho. Ella trató de resistir, y él le opuso una fuerza tierna pero resuelta.
«Repite conmigo», le dijo: «En fin a vuestras manos he venido».
Ella obedeció. «Do sé que he de morir», prosiguió él, mientras le abría el corpiño con sus dedos helados. Ella lo repitió casi sin voz, temblando de miedo: «Para que sólo en mí fuese probado cuánto corta una espada en un rendido». Entonces la besó en los labios por primera vez. El cuerpo de Sierva María se estremeció con un quejido, soltó una tenue brisa de mar y se abandonó a su suerte. Él se paseó por su piel con la yema de los dedos, sin tocarla apenas, y vivió por primera vez el prodigio de sentirse en otro cuerpo. Una voz interior le hizo ver qué lejos había estado del diablo en sus insomnios de latín y griego, en los éxtasis de la fe, en los yermos de la pureza, mientras ella convivía con todas las potencias del amor libre en las barracas de los esclavos. Se dejó guiar por ella, tanteando en las tinieblas, pero se arrepintió en el último instante y se desbarrancó en un cataclismo moral. Permaneció bocarriba con los ojos cerrados. Sierva María se asustó de su silencio y su quietud de muerte, y lo tocó con un dedo.
«¿Qué le pasa?», le preguntó.
«Déjame ahora», murmuró él. «Estoy rezando».
En los días siguientes sólo tuvieron instantes de sosiego mientras estaban juntos. No se saciaron de hablar de los dolores del amor. Se agotaban a besos, declamaban llorando a lágrima viva versos de enamorados, se cantaban al oído, se revolcaban en cenagales de deseo hasta el límite de sus fuerzas; exhaustos pero vírgenes. Pues él había decidido mantener su voto hasta recibir el sacramento, y ella lo compartió."
Gabriel García Márquez, "Del amor y otros demonios".


domingo, 4 de marzo de 2018

Las alucinantes y terribles crónicas de un joven aparentemente caucásico: "Escupiré sobre vuestra tumba" de Boris Vian (¿o acaso era Vernon Sullivan?)

Félicien Rops

Los libros son para mí los mejores compañeros que el ser humano podría tener, ya que uno experimenta y vive en cabeza ajena hazañas que, o dan pereza de vivir o simplemente son imposibles (y si sí son posibles de llevar a cabo suelen tener consecuencias morales y legales) de presenciar. Y mi punto con esta payasada sentimental y mainstream, es que es bueno intentar nuevos subgéneros de literatura. En este caso he decidido comenzar con la literatura noirJ'irai cracher sur vos tombes, título sobre el que vengo a postear hoy, llegó a mis manos gracias a mi querido compañero de lectura. Diversas veces me mencionó ser seguidor de Vian, platicándome sobre cuando recientemente aprendía francés y leyó éste libro y "L'Écume des jours". También él ha leído "La hierba roja", "El otoño en Pekín", entre otros. Gracias, mi querido, por darme a conocer cosillas que yo ignoraba. Boris Vian entre muchas otras. Cómicamente, mi compañero, posteriormente a haber leído Baudolino de Umberto Eco y otros títulos por el estilo, ha dejado de inclinarse tanto a su gusto por la obra de Vian, llamándola menos "buena" de lo que le parecía antes; ahorita se le presenta más sencilla, menos pomposa y metafórica como el resto de textos que ha leído. Pues a mí me gustó, a pesar de todo. Fue una lectura fresquesita y diferente al resto de mis lecturas. Más allá de este título de Boris, desconozco el género negro de literatura. Escuchad Fais moi mal Johny mientras leéis este post, así disfrutaréis ampliamente, jé. Pero ya dejémonos de tanto preámbulo y vayamos a ello, Escupiré sobre vuestra tumba.

"La ciudad estaba casi al completo, ahora; empezaba a vender libros de ciencias naturales, geología, física y cosas por el estilo. Los de la banda me mandaban a todos sus compañeros. Las chicas eran terribles. Tenían catorce años y ya se las arreglaban para que las toqueteara, y eso que no es nada fácil encontrar un pretexto para que te toqueteen mientras estás comprando un libro... Pero lo conseguían: me hacían palpar sus bíceps para que comprobara el resultado de sus vacaciones, y luego, sin que yo me diera apenas cuenta, pasábamos a los muslos."

Boris Vian.
Vian nació en Ville-d'Avray, Francia, en 1920. Vian ejercía como músico de jazz, poeta, novelista, dramaturgo, periodista, traductor e ingeniero. Hizo uso de diversos seudónimos; el más conocido sería Vernon Sullivan. También se encontraban Baron Visi, Brisavion, Navis Orbi, Bison Ravi, Grand capitaine, entre otros seudónimos utilizados para anagramas, artículos de prensa o para composiciones de jazz. Mencionando algunas novelas firmadas con su nombre real estarían La espuma de los días, La hierba roja, El otoño en Pekín, El Lobo-hombre. Y ahora, mencionando algunas escritas con su seudónimo Vernon Sullivan: Que se mueran los feos, Con las mujeres no hay manera, Todos los muertos tienen la misma piel. También se firmó ésta novela con su seudónimo de Vernon Sullivan, quien se suponía era un escritor negro americano, más el nombre verdadero de Vian figuraba como el traductor y el escritor del prólogo (vaya tramposo). La salud de Vian se veía débil; de pequeño había sufrido de un ataque de fiebre reumática, para poco después padecer fiebre de tifoidea. Ambas fiebres le provocaron una dolencia cardíaca, cosa que le persiguió hasta su temprana muerte. Boris Vian vendió los derechos de esta obra literaria, Escupiré sobre vuestra tumba, para una adaptación cinematográfica. Después de diversas riñas con la productora, el director y el guionista, no se le permitió participar más en la creación de la película. Vian asistió de incógnito al preestreno del filme, en el cine Le Petit Marbeuf. Falleció de un ataque cardíaco que padeció mientras presenciaba la proyección de la película (y sí, así está de mala, juju).

"Primero las Asquith. Para suprimir a otra gente había tenido treinta y seis ocasiones: los de la banda, por ejemplo, Judy, Jicky, Bill y Betty, pero no tenían ningún interés. No eran lo bastante representativos. Los Asquith iban a ser mi ensayo general. Luego pensaba que podría arreglármelas para cargarme a un tipo importante cualquiera. No un senador, pero algo por el estilo. Pero primero tenía que pensar un poco en la manera de huir una vez muertas esas dos hembras."

Escupiré sobre vuestra tumba.
Nuestra historia, narrada en primera persona, se centra en Lee Anderson. Un joven de veintitantos, de ascendencia negra, pero de apariencia caucásica. Llega al pueblecito Buckton, al parecer huyendo de algo, y con la ayuda de un amigo de su hermano, se vuelve empleado de una pequeña librería; en ésta conoce a diversos jóvenes, muchos de estos menores de edad y otros rondando la edad de Anderson: Dexter, Judy, Jicky, Bill, entre otros. Gracias a el hecho de tocar guitarra, poseer una voz de estilo soul y ser muy bolinga y fiestero, logra hacerse de éxito entre éstos jóvenes rápidamente. Sobretodo porque él les conseguía alcohol en grandes cantidades. Con todas las mujeres establece una relación asquerosamente sexual.
Lee Anderson constaba de dos hermanos: Tom y "el chico", joven al que asesinaron y Lee quiere vengar. En cambio, Tom, es prácticamente opuesto a Lee; el dolor de los golpes de la vida lo expresa siendo una persona dócil, sumisa, dedicada a actos de fe y al amor cristiano. Mientras tanto, Lee, planea causar cuanto dolor pueda, vengar la muerte del chico, y todo esto guiado con una acumulación de odio salvaje contra los blancos, odio que reside en lo más profundo de su pecho y espera hacer algo al respecto. Es en dicho momento cuando aparecen en su camino las hermanas Lou y Jean Asquith. Obviamente, saca provecho de estas chicas; no pierde su oportunidad. Lee Anderson va entablando amistad con las Asquith, poco a poco tramando un golpe violento, sexual, humillante y grotesco.
La prosa de Vian, un poco menos enmarañada y repipis de lo que estoy acostumbrada a leer, me pareció un regalo refrescante, novedoso y ligero, para mi cerebro saturado de chucherías extrañas. Múltiples veces me vi asqueada y morbosamente fascinada ante diversas escenas terriblemente explícitas. Boris era un tío que sabía escribir, vaya. Imágenes crudas, no sin una pizca de humor negro son lo que se nos brinda con este librito.
Si sois típicas personas payasas y "piquis", que van de moralistas chillando ante cualquier proyección de la crudeza del ser humano representada en un medio artístico, para luego echar en cara que el artista es un degenerado o tal, por favor no leáis este libro. Os lo ruego, (risitas porque he sonado muy hater).
Lamentablemente este libro sólo lo he encontrado traducido al español en una edición, ésta publicada por Edhasa. Y como no me cansaré de decir, soy un poco repelente a esta editorial. Sus ediciones carecen de amor, carecen de prefacios, prólogos, epílogos, traducciones buenas y, para quejarme más, estéticamente carecen de una presentación bonita o llamativa. Pero bueno, es lo que hay en existencia.

Ambas citas sacadas de "Escupiré sobre vuestra tumba" de Boris Vian, traducción de Jordi Martí Garcés, Editorial Edhasa, 2016.