Pieter Brueghel El Viejo
«Entretanto Brouza había sacado de una de sus arcas o santas reliquias, como las llamaba, un frasco de peltre con aguardiente de enebro y se lo entregó al barbero como contrapartida por su trabajo y el largo camino que había recorrido. El barbero probó el aguardiente. Su rostro se iluminó, pero un instante más tarde adoptó una expresión que denotaba una profunda preocupación.
-Muchas gracias —le dijo—, estaré a vuestro servicio siempre que me necesitéis, También cuando se trate de aguardiente, ¡no lo olvidéis! ¿Pero cómo haré para que el astuto diablo no me robe este aguardiente?
-¿Acaso os roba el aguardiente el diablo? —le preguntó Van Delle.
-Sí, y también el vino, el mosto, la cerveza, en una palabra, cualquier clase de bebida —le explicó el barbero.
-¿Y os persigue de otro modo? —quiso informarse Van Delle.
-Sí, eso creo —le respondió el barbero— , no me deja en paz ni a sol ni a sombra.
-¿De modo que tiene enfilada vuestra alma? —quiso saber Van Delle.
-No —dijo el barbero —, no es de esa clase. Cada uno tiene su propio diablo, y el mío comparte conmigo el lecho conyugal».
Leo Perutz, "De noche, bajo el puente de piedra"
Perdidos por las estrellas se encuentran Kepler, Rodolfo ll y el increíble Rabino Loew. Mordejai Meisl fue el único que no logró alcanzarles, su alma, más bien, se hundió en mi tórax. Enfermé de amor y felicidad. Gracias Perutz, eres mágico.
Perdidos por las estrellas se encuentran Kepler, Rodolfo ll y el increíble Rabino Loew. Mordejai Meisl fue el único que no logró alcanzarles, su alma, más bien, se hundió en mi tórax. Enfermé de amor y felicidad. Gracias Perutz, eres mágico.