jueves, 9 de noviembre de 2017

Cuando Rodolfo de Habsburgo vislumbró a un judío invocar las estrellas de la cábala: reseña de "De noche, bajo el Puente de Piedra" de Leo Perutz

ca. 1870

Este año he leído, en su mayoría, libros increíbles y que sé que transcenderán en mi alma y mi corazón de lectora. Autores como Umberto Eco, Vladimir Nabokov, Dostoievski, Bukowski e Irvine Welsh son siempre mencionados en mi blog, ya que son mis preferidos y a los que siempre leeré y releeré. Pero os quiero hablar de una personita especial que apareció en mi vida gracias a mi "eme", por medio de un librito lleno de magia, un librito indescriptible y perfecto, más que perfecto. Sí, os estoy hablando de Leo Perutz con su bellísimo De noche, bajo el Puente de Piedra. Este libro lo mencioné en Los libros que he leído el primer semestre de 2017 y cité un fragmento muy superficial y gracioso de la novela aquí . Realmente quería citar algún fragmento más guay o destacable del libro, pero tendría que haber redactado casi un capítulo entero o habría aparecido muy fuera de contexto y absurdo.
De noche, bajo el Puente de Piedra es un libro dividido en catorce relatos, sin orden cronológico, que parecen independientes y ajenos a las demás historias, más están todos enlazados estrechamente. A mi me vuelven loca, absolutamente loca, los libros de relatos/cuentos. Entre mis favoritos tengo La Cámara Sangrienta de Angela Carter, Crónicas Marcianas de R. Bradbury, Escritos de un Viejo Indecente de nuestro bolinga favorito, Bukowski, y, principalmente Bajo el Puente de Piedra (por supuesto).
Sobre Perutz, el escritor de las estrellas.
Leopold Perutz, fue un escritor y matemático austriaco y judío, nacido el año 1882 en Praga. Judío secular -no practicante de tradiciones hebreas en lo que concierne a (básicamente todo) a lo religioso, social y cultural-, Perutz vivió la mayor parte de su vida en Viena, ciudad donde desarrolló su trabajo como escritor, trabajo que consiguió popularidad a comienzos del siglo XX. En 1938, Austria fue anexionada a la Alemania Nazi, por lo cual Perutz y su familia tuvieron que abandonar Viena. Perutz sufrió su próxima estancia en Jerusalém, ya que no defendía la causa sionista, no le agradaba la forma en la que se había creado el estado de Israel: en su perspectiva el nacionalismo era una causa de mal en el mundo. Ya en 1945 intentó, junto a su familia, regresar a Europa, pero estalló una guerra entre Israel y el resto de países árabes, lo cual llevó a diversas restricciones a quienes querían viajar al extranjero. Fue ya en 1950 cuando los Perutz finalmente regresaron a Austria, y en 1951 recuperaron la ciudadanía austriaca.  En 1953 apareció su "obra maestra", De noche, bajo el puente de Piedra, novela acogida positivamente por la crítica, pero que lamentablemente, la editorial que la publicaba estaba en quiebra, lo que dificultó su distribución.
Falleció el 25 de Agosto de 1957 en Bad Ischl, a consecuencia de un edema pulmonar.
En 1941, gracias a amigos suyos, emigrantes a Argentina, y a la ayuda de Jorge Luis Borges (tremendo admirador suyo), sus obras fueron traducidas al español.

"La desgracia había perseguido a Berl el Caminante durante toda su vida. Desde su juventud había fracasado en todo. Había ejercido todos los oficios, y, a pesar de ello y de trabajar duramente, siguió siendo tan pobre que usaba el mismo vestido el sábado que entre semana, mientras que otros cambiaban de ropa cada día de fiesta. Últimamente se dedicaba a comprar en los pueblos de los alrededores las pieles del ganado sacrificado que le dejaban los carniceros cristianos, pero corrían tiempos en los que los campesinos se obstinaban en pedir doce cruzados por una piel que no valía ni ocho. Sus vecinos de callejuela junto al río solían decir que, cuando Berl el Caminante se dedicara al comercio de velas, el sol dejaría de ponerse. Cuando llueven ducados, decían, está en su casa, y cuando llueven piedras lo sorprenden en la calle; no hay estaca con la que no tropiece; si tiene pan le falta cuchillo, y si tiene ambas cosas le falta la sal."

Sobre De noche, bajo el Puente de Piedra.
¿De qué trata este conjunto de cuentos?
De cuando Rodolfo II se encontró con dos gigantes a quienes les robó un tálero por lo que le cayeron mil desgracias; de cuando un judío fue encerrado en una prisión con dos perros, los tres preparándose para la mañana siguiente terminar en el desolladero; de cómo Jäckele-Narr y Koppel-Bär, par de quejicas, corren a pedir ayuda al magnífico Rabino Loew (¿más razones para llenarme de fanatismo?) porque creen haber vislumbrado fantasmas; sobre las aventuras de Peter Zaruba y la mesa del emperador; de como un bosquejo, ilustrando a un monje capuchino contemplando un trozo de queso recién mendigado, termina en las manos de Rodolfo II, volviéndolo loco; de como, de noche, debajo el puente de pierda, una rosa le llora a un romero, y un romero le llora a una rosa, ambos anhelando un amor efímero.
Mi capítulo predilecto es La estrella de Waldstein. El inicio de este cuentito, trata sobre como Hanniwald, el secretario particular del emperador Rodolfo II, le reprocha a Johannes Kepler el retraso en la entrega de las Tablas Rudolfinas, que Kepler elaboraba como el astrónomo imperial de Rodolfo. Este cuentito se desenvuelve contándonos unos problemillas de Kepler, teniendo un desenlace bello y perturbador (no quiero decir mucho más).
Porqué me enamoré de esta obra.
Es una lectura deliciosa, equivalente a comer cerezas confitadas, acompañadas de café con leche, en una noche estrellada, bajo una lamparita de mesa. Rodolfo II es mi personaje histórico predilecto, y, el género de realidad fantástica me flipa muchísimo. Me quedé sin palabras al terminar éstos cuentos. En varios de estos, al finalizarlos, me recorrió un estremecimiento por todo mi cuerpo. Una distracción para mis depresiones y tristezas de hace varios meses. Incluso en este momento, a pesar de estar un poquitín melancólica, el sólo recordar estas historias me hace feliz. Y espero ustedes igual puedan presenciar esta felicidad, e imaginar al espíritu de Mordejai Meisl vagando por el cementerio de Praga, en el mágico Barrio Judío. Y recuerden, aquella noche, en su fortaleza de Praga, un grito de Rodolfo II, emperador del Sacro Imperio Romano, destrozó la vida del judío Mordejai Meisl, y quebró el sueño del gran Rabino Loew.

"Cuando Kepler regresó a su aposento ya no pensaba en Hanniwald ni en la conversación que había tenido con él. Vio que un copo de nieve se había quedado prendido de la manga de su capote y lo observó a través de una lente. Entonces tomó la pluma y escribió, con la de aquél que ha visto confirmada una vez más su opinión, las siguientes palabras: "De nive sexangula. Del carácter raro, multiforme, pero siempre hexagonal, de las estrellas de la nieve".

Ambas citas sacadas de "De noche, bajo el puente de piedra" de Leo Perutz, traducción de Cristina García Ohlrich, Editorial Océano de México, 1975.

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