
"Os digo una cosa bien cierta. Lo que está abajo equivale a lo que está arriba, y lo que está arriba equivale a lo que está abajo, en lo que concierne a la realización de los milagros de una obra única.
Y así como todas las cosas provienen del Uno por la obra del Uno, así todas han nacido de esa cosa única, por adaptación.
El sol es su padre, la luna es su madre. El viento la ha llevado en su vientre, la Tierra la ha alimentado.
Ella es el principio de la perfección en todo el mundo. Su poder es infinito cuando se ha transformado en tierra.
Sube de la tierra al cielo y desde el cielo vuelve a bajar a la tierra, y restablece la unidad de las fuerzas de las cosas superiores y de las inferiores: por esa vía, conquistarás la gloria en todo el mundo y alejarás de ti todas las tinieblas.
Separarás la tierra del fuego, lo sutil de lo denso, lentamente, con gran arte.
Ella es una fuerza más fuerte que cualquier otra fuerza, porque puede sobrepasar toda cosa sutil y penetrar toda cosa sólida.
Así fue como se creó el mundo. Son maravillosas las operaciones que de esta manera fueron realizadas. Y aquí concluye lo que yo debería decir sobre la obra del Sol."
Palabras de Hermes Trimegistro.
La alquimia occidental ha estado siempre relacionada con el Hermetismo (doctrina filosófica y religiosa con Hermes Trimegistro como figura máxima). Estas dos doctrinas inspiraron al movimiento rosacruciano (orden secreta esotérica del siglo XVII).
Los alquimistas llevaban acabo sus prácticas en secreto por temor a ser perseguidos.
Para iniciar esta pequeña "serie" sobre alquimia y hermetismo empezaré con La Tria Prima o las tres bases alquímicas según Paracelso:
El azufre, el Mercurio y la Sal.
Los primeros dos son opuestos y la sal es el nexo de unión entre ellos.
El Azufre es la forma, el Mercurio es la materia y la Sal es el movimiento.
El Azufre representa el microcosmos en cada ser. El Mercurio representa el principio, el nacimiento, el símbolo de la vida. La Sal es la combinación (o como ya he dicho, el nexo) del azufre y el mercurio, es decir; el cuerpo.
Ahora seguimos con los cuatro elementos alquímicos: Tierra, Agua, Aire y Fuego.
A la tierra se la asocia con el cobre, es símbolo de la creación.
El agua es asociado con el estaño, es símbolo de la purificación.
A el aire se le representa como el hierro y es el símbolo de la vida.
A el fuego se le asocia con el plomo, es símbolo de la última transformación.
Los siete metales planetarios:
El Sol y la Luna, perfectos e inamovibles, son representados por el Oro y la Plata (☉ y ☽)
Luego estaría el Mercurio (☿), Júpiter representado por el Estaño (♃), Saturno simbolizando el Plomo (♄), Venus como el Cobre (♀) y finalmente Marte simbolizando el Hierro (♂).
Se preguntarán, ¿y qué con el resto de los planetas (y un planetoide)? Urano, Neptuno y el planeta enano Plutón no habían sido descubiertos cuando se plantearon los símbolos alquímicos tradicionales.
Como he escrito en el título, este post es sólo una introducción mediocre a uno de mis tópicos preferidos -quería tener algo sobre alquimia en este blog-, basándome en trabajos hechos por mi madre para la universidad, páginas aleatorias de internet (que por supuesto citaré al final de esta entrada) y uno que otro librito de los varios que existen en mi hogar. Perdonad la escasa información, no será todo lo que publique en este blog sobre este tema, ¡no, no! Habrá mucho más, muchísimo más (¡es tanto lo que quiero publicar!).
Esta serie de posts sobre alquimia y hermetismo estará dedicada a mi madre y a Umberto Eco (a pesar que me haga burla desde el más allá) y a la no-tan-nínfula yo de un futuro lejano.
Muchas gracias por leerme.
Fuentes:
Carolina, La Profecía del Circe, http://laprofeciadecirce.blogspot.mx/2012/02/breve-apunte-sobre-simbolos-alquimicos.html, 2012.
Joan Fliz, Apuntes Valiosos, http://ekokultur.blogspot.mx/2012/06/siete-reglas-de-paracelso.html, 2012.
Andrea Aromatico, (1996), Alchimie. Le grand secret., 1996, Gallimard, 1997, Ediciones B, S. A.
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