domingo, 13 de agosto de 2017

Una botella de vino pegada a la boca con cola-loca.

Paul Rumsey


«Cogí la tarjeta que me dieron en el Departamento Estatal de Empleo y me fui a que me hicieran la entrevista en el trabajo. Estaba a unas pocas manzanas al este de Main Street, un poco más arriba de los aserraderos. Era una compañía que comerciaba con frenos de automóviles. Les enseñé la tarjeta y rellené un impreso de solicitud. Alargué el tiempo de permanencia en mis trabajos anteriores, convirtiendo los días en meses y los meses en años. La mayoría de las compañías no se preocupaban de investigar. Con las empresas que se ocupaban de comprobar los informes de sus empleados, yo tenía poco futuro. Rápidamente se descubría que tenía un récord de antecedentes policiales. La casa de repuestos de frenos no se ocupaba de investigaciones. Cuando llevabas dos o tres semanas en el trabajo, otro problema era que todos los empleados querían que te unieras a su sindicato, pero para entonces, por lo general, ya me habían echado o me había ido.
El tío echó una ojeada a mi impreso y luego se volvió en plan chistoso hacia las dos mujeres que estaban en la oficina:
Este tío quiere un trabajo. ¿Creéis que será capaz de quedarse con nosotros?
Algunos trabajos eran increíblemente fáciles de conseguir. Recuerdo un sitio en el que entré, me senté en una silla y bostecé. El tío que estaba detrás del escritorio me preguntó:
¿Sí, qué desea usted?
Mierda contesté, creo que necesito un trabajo.
Contratado.»
Charles Bukowski, "Factotum"

No leáis a Bukowski. Se van a volver unos canecos. Pero qué digo. 

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