miércoles, 4 de julio de 2018

Algunas de mis poesías preferidas.

Después de Hendrick Goltzius.

No hasta hace poco comencé a leer poesía, os lo confieso. A mi mamá no le gusta la poesía. A mi abuelita no le gusta la poesía. A mi papá le viene dando igual la literatura, la prosa, la poesía. Entonces, ¿que resultó de mí? Desconocía la poesía, o, más bien, la desconozco aún. He comenzado, finalmente, a gozar de ella. Impregnar mi vida con ella. Pero me falta más, muchísimo más. Un mar de poetas, de poetisas, esperan mi llegada; a algunos nunca llegaré. Una lástima. Pero me he decidido a compartiros las pocas poesías que han llegado a mis manos y me han cautivado. Perdonadme por ser tan procaz y gregaria, como me tacharía Humbert Humbert.

Paul Éluard - "Max Ernst" (Versión de Aldo Pellegrini)
     En un rincón el incesto ágil
Gira en torno a la virginidad del vestido corto
      En un rincón el cielo liberado
Entrega esferas blancas a las espumas de la tormenta
En un rincón más claro que la totalidad de los ojos
      Esperan a los peces de la angustia
En un rincón el carruaje de verdor del verano
      Gloriosamente inmóvil para siempre
      Al brillo de la juventud
De las lámparas encendidas con retardo

La primera muestra senos que matan a los insectos rojos.

Sylvia Plath - "Lorelei" (Versión de Jesús Pardo)
No es noche ésta de ahogarse:
luna llena, reacio
río bajo luz suave,

acuosas nieblas bajan
tupidas como redes
cuyos dueños reposan,

traduciéndose en vidrio
lúcido mientras flotan
las torres del castillo

hacia mí hiriendo el rostro
del silencio. Ascienden
sus miembros poderosos

y álgidos, pelo grave
más que mármol, y cantan
de un mundo más amable

que ninguno. Estos cantos,
hermanas, sobrepasan
al oído gastado

que aquí, en el campo, escucha
bajo el orden impuesto.
La armonía caduca

el orden que vosotras
sitiáis con vuestras voces.
Vivís entre las rocas

de oníricas promesas
de refugio. De día
bajáis de la pereza,

de altas ventanas. Peor
que vuestro enloquecido
canto o mudez. La voz

de vuestro fondo llama:
embriaguez del abismo.
Oh río, veo tu larga

y honda línea argentina,
esas diosas de paz.
Piedra, piedra, me abismas.

Sylvia Plath - "Espejo" 
Soy plateado y exacto. No tengo prejuicios.
Todo lo que que veo lo trago de inmediato
tal como es, sin que me empañen ni el amor ni el disgusto.
No soy cruel, soy sincero,
el ojo de un pequeño dios de cuatro ángulos.
La mayor parte del tiempo la paso meditando sobre la pared de enfrente.
Es rosada, con manchas. Tanto la miré que
me parece que ya forma parte de mi corazón. Aunque con intermitencias.
Las caras y la oscuridad nos separan una y otra vez.

Ahora soy un lago. Una mujer se inclina sobre mi,
buscando en mi extensión su verdadero ser.
Después se vuelve hacia esas mentirosas, las velas o la luna.
Veo su espalda y la reflejo fielmente.
Ella me recompensa con lágrimas y agitando las manos.
Soy importante para ella. Ella viene y va.
Es su cara, cada mañana, la que reemplaza la oscuridad.
En mi, ella ahogó a una muchacha, y en mí, una vieja
se alza hacia ella día tras día, como un pez terrible.

Luna Miguel - "La jungla"
Mi querido hermano, ha llegado la hora de descifrar el miedo que cada noche inyecta el terror bajo las sábanas. Ya no sé si dentro hay bestias o si es el campo fresco lo que punza los dedos de nuestros delgados pies. A veces creo que son jirafas, otras temo que sean cucarachas y otras, la mayoría, siento que son aviones ligeros que cortan con sus hélices el esmalte de los meñiques. Sé que somos humanos porque nos sigue emocionando el despegue. Cómo no iba a emocionarnos si aún nos fascina el sexo entre animales, el sonido violento del mar o el fuego que cada verano destruye las montañas. No sabemos a qué suena el aire porque necesitamos motor para sobrevivirlo. Trepando o volando, ha llegado la hora de descifrarlo.

Mi querido hermano, dame un poco de agua que aclare mis ideas. Soñar es como alimentar a las palomas: no recibimos nada a cambio salvo su fealdad.

Mi querido hermano, he buscado canciones contra los celos, he buscado ese cielo tejido por las amapolas. He buscado y he encontrado que dentro de mis nervios no me diferencio tanto de ti. También sé cortar la carne con las uñas. También sé soportar el frío. Pero me creo más lista e incluso más bella, porque sé ocultar mejor el duelo. Así lloramos las muertes: como el niño que canta villancicos, como el perro que lame la basura, como la gaviota hambrienta, así lloramos.

Mi querido hermano, si soy cruel con mis amigos es porque no soporto adivinar en sus fallos mis posibles fallos. Si soy cruel con los insectos es porque no soporto ver en su asco mi posible asco. Si soy cruel con el amor, con el padre, con el hermano, es porque detestaría en mí la ingenuidad y la decepción de mis actos. Hay tantos lugares en los que crecer. Sospecho tantos ojos a los que atender. Si los animales muertos van a nuestro estómago, ¿a dónde nosotros?

Mi querido hermano, debemos abrazar nuestros muslos porque sólo de este modo el abrazo se comprende. Ahora enséñame tú a ser tan mansa… y yo te contaré por qué los hombres os matan.

José María Fonollosa - "Bedford Street"
Ella me dio el cuchillo y dijo: «Clávalo
en el segundo espacio intercostal».

«¿Cuál es?», le pregunté. Se abrió la blusa
y señaló, risueña, un punto: «Aquí».

Algo debía de haber en aquel viaje
que lo hizo diferente. Más intenso.

Se veían más cosas. Ascendíamos
a inéditos sonidos y colores.

No había confusión. Hasta el detalle
más ínfimo nos era comprensible.

Sugerí: «¿Por qué no con barbitúricos?»
«Es lento», me objetó. «Ya lo he probado.

Y el lavado de estómago es horrible.
Como un trauma mental, pero en lo físico»

Sustituí su dedo por el mío
y apoyé allí el cuchillo suavemente.

Y lo empujé de súbito. No fuera
que cambiara de idea si iba lento.

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